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Abraham Lincoln, el presidente delincuente… a la mexicana

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No hay duda que uno de los principales presidentes de los Estados Unidos de Norteamérica fue Abraham Lincoln, quien le toco tomar decisiones importantes cuando existía el peligro de perder la endeble fortaleza de la Unión Americana. Fue la proclamación de la abolición de la esclavitud un elemento esencial que no sólo ayudo a resolver el conflicto bélico, sino que también consolidó a la nación.

Steve Spielberg dirige la nueva producción cinematográfica que cuenta esa parte de la historia de los Estados Unidos. El momento culminante e histórico de cómo se logró obtener la votación que diera cauce legal a la 13a. Enmienda que abolía la esclavitud. Gran actuación de Daniel Day Lewis y Sally Field como la pareja presidencial y de Tommy Lee Jones como legislador.

Más allá de la parafernalia que caracteriza este tipo de filmes americanos, la cinta nos permite darnos cuenta de lo que en el ejercicio de la política es necesario hacer para lograr los fines que se persiguen, cómo se desarrolla el liderazgo, se exige a los aliados y se neutraliza a los enemigos.

Lincoln, el hoy presidente admirado, tuvo que recurrir a la intriga, al intercambio de favores políticos y una operación política de manipular las fichas a su disposición para lograr su objetivo. Un objetivo, la abolición de la esclavitud, que primero tenía motivos militares, pero con el paso del tiempo, la maduración le lleva a considerar que dicha medida sería necesaria e indispensable para que la nación americana deje un legado a los demás Estados del mundo.

Este suceso pasó hace más de 100 años, y al parecer, las cosas no han cambiado mucho. Nos es posible hoy pensar que la política es una lucha entre el bien y el mal. Mucho menos en un sistema democrático, y más, cuando existe el aval legal de una representación surgida de un proceso electoral. Si la opinión es dividida y se requiere de los “otros” para hacer valer las decisiones propias, se hace necesario el cabildeo, la negociación, el intercambio de intereses. Lo esencial es sacar adelante un proyecto, y dentro de la competencia, repartir el pastel del poder.

Al final las decisiones en el momento crucial es lo que contará. No se podía hacer historia y conseguir la abolición de la esclavitud en los USA sin los traidores, de quienes dieron su voto a favor a pesar de haber sostenido una posición contraria personal y de partido, que fueron seducidos por las ofertas de trabajo y otros favores presidenciales. Éstos legisladores hicieron historia, fueron parte de un proceso esencial y fundamental para la consolidación de la Unión Americana.

Ese es el precio de la democracia y el oficio político que la misma exige. Para muchos de la clase política que hoy hablan de regeneración nacional, que claman por gobiernos transparentes, que se rasgan las vestiduras por la manipulación política, la negociación en lo oscurito, las prebendas por debajo de la mesa, el uso del poder estatal para prometer cargos a cambios de votos. Es claro que Abraham Lincoln es un delincuente político profesional.

Pero en su trascendencia histórica el aporte de este hombre que supo vivir en su tiempo, adaptarse a a las exigencias de la época y necesidades de su nación, pero mucho más por la visión que tuvo y de lo que se necesitaba hacer, el juicio de la historia le tiene un lugar reservado como aquel que supo encauzar los esfuerzos para lograr la abolición de la esclavitud y construir la nación más poderosa del mundo.

Lincoln no es una película de acción, ni de guerra. Pero si nos muestra el mundo de la intriga, manipulación y la operación que se acerca a la realidad política. Interesante y cautivadora en cuanto a la ambientación, pero reflexiva en cuanto a lo que es necesario hacer por el bien de un país.

Trailer oficial de la Lincoln de Steve Spielberg