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Actitudes discriminatorias que sufren los hijos por el comportamiento de sus padres o sobre la valentía del perdón.

En México, ser un padre o madre ejemplar, está muy lejos de ser una realidad. En lo personal, crecí bajo la sombra de un padre con alcoholismo, con el añadido de ser diagnosticado como bipolar. Las “escenitas” sociales en distintos ámbitos valiosos para mi vida, eran tanto inesperados como frecuentes. Crecí con miedo como millones de niños y niñas en nuestro país y el mundo, y aprendí a defenderme como respuesta ante lo que era impredecible. El bullying por parte de compañeros insensibles al dolor ajeno no se hizo esperar, así como constantes rechazos que implicaban el dejarme en claro, que la hija de un padre como el mío: no podía ser parte del grupo.

Este bullying continúa en la actualidad por parte de “colegas sin ética” y “personas con apariencia religiosa”, y sin embargo, aquí continúo, demostrando con hechos la falsedad de sus aseveraciones, pues la misión de vida y el amor que en mi habita, es más fuerte que los golpes recibidos. Según la perspectiva de quienes me prejuiciaron y discriminaron, estaba como persona: “marcada para el fracaso”. De niña y joven, no me invitaban a fiestas, hacían equipos y no me elegían, “hablaban mal de mí a mis espaldas”, y yo no entendía qué ocurría, pues no era la responsable de esa situación, sino alguien más. ¿Por qué discriminar a una niña, a una joven, por las acciones sin sentido de alguien más, sobre las que no tiene el control ni responsabilidad alguna, y de las que además es víctima de forma literal? Así es la sociedad, muchas veces incomprensiva de las vivencias ajenas, y transformar esta actitud tan violenta de juzgar a los demás, fomentando la empatía entre los seres humanos, se convirtió en una de las acciones que más defendería en mi caminar, hasta la fecha. Entender el porqué y el para qué de lo vivido, me llevó tiempo, pero al fin lo hice. Todo tiene siempre un propósito: formación de carácter y ayudar a otros que sufren, mostrándoles que sí existe salida, aunque crean que no la hay. Como yo, millones de niños y niñas crecen sin una figura de padre o madre ejemplar, y aunque eso duele, no es un justificante en absoluto para cometer actos delictivos, optar por una vida de adicciones, o desarrollar algún trastorno del estado de ánimo, siendo el más común la depresión, y menos para decidirse por la salida falsa que sería el suicidio. Cuando nadie creyó en mí, hubo alguien que sí lo hizo: Dios, aunque aún no le conocía de verdad, ni como Padre ni como Amor y Justicia. En sus planes me encontraba yo, el adoptarme como hija amada, y así ocurrió, cuando acepté a Jesús en mi corazón con la sed de una niña que está a punto de morir de deshidratación. Y lo hice de verdad, tras un evento trágico que me aconteció en el 2012. La oración, la lectura bíblica con la guía del Espíritu Santo, decidir perdonar por obediencia aunque no lo sintiera al principio, pedir con todo el corazón que se desarrollen en mi vida cada día los frutos: amor, alegría, paz, paciencia, fe, amabilidad, bondad, humildad y dominio propio, y no una religión determinada, renovó mi mente y transformó mi vida, haciéndome de forma literal una nueva criatura.

Debido a tantos golpes emocionales recibidos y sin previo aviso en mis etapas de formación, sobre todo en el área social, y por parte de la figura en quien más debía confiar: mi padre, desarrollé una marcada facilidad para defenderme de los ataques, que dicho sea de paso, siempre llegaban. Esto me mantenía en estado de alerta y estrés continuo, lo que me condujo a desarrollar, sobre todo en la adolescencia distintas “itis”: colitis, gastritis, faringitis, rinitis, y demás. Es decir, somaticé el dolor y la frustración por vivencias que yo no elegí, y que además no merecía: ningún niño o niña merece. Pese a ello, tuve una contraparte que también viví. En los periodos de calma y estabilidad, cuando el alcohol estaba fuera del mapa, mi padre era muy amoroso e incluso me inculcó un marcado amor por el estudio, la escritura y la generosidad. Jamás me golpeó físicamente, ni existió abuso en este sentido; lo que él me infligió se llama: abuso emocional. Por otra parte, mi madre, se encontraba trabajando casi todo el día, pues era el único sostén en casa, y con su esfuerzo dedicado: recibí una muy buena educación, compró una casa propia, siempre hubo comida en mi mesa, y realicé actividades recreativas diversas como danza y ajedrez. Mi abuelita materna, me creció y educó hasta su fallecimiento cuando yo tenía 12 años de edad. Ella, era cristiana, y me transmitió su fe y valores desde pequeña. Aunque yo no tuve un encuentro personal, de corazón a corazón con Jesús hasta el 2012, en el terreno de mi alma ya habían puesto una semilla. A diferencia de mi papá, yo jamás caí en adicciones de ningún tipo hasta la fecha y así continuaré, detestando dicho sea de paso todo lo relacionado con el alcohol, cigarro, y drogas en general. Tampoco tuve ningún diagnóstico de trastorno “bipolar”, ni me intenté matar o hacer daño a otros jamás. Nunca estuve internada en algún hospital o centro a causa de un descontrol emocional o evento con algún tipo de sustancias. Jamás he tenido ningún tipo de problema legal en mi contra. No me embaracé antes de casarme o me divorcié, ni tampoco me ha gustado realizar conductas de riesgo en ninguna de sus formas. Pese a ello, la sombra de mi papá siempre había querido opacar el sentido de mi propia existencia, y obstaculizar la generación de una propia identidad como persona y más, como hija de Dios. ¿Qué ocurrió en mi vida para que todo ello cambiara? En primer lugar, tuve que aceptar la realidad: muchas personas no entienden, carecen de empatía y son prejuiciosas. No podía estarme “defendiendo de cada ataque”, pues jamás viviría tranquila y en paz. Sin embargo, si me defendí de varios, y de hecho, estoy estudiando derecho como segunda carrera; la primera es psicología. Es muy interesante la relación entre mi historia de vida y la vocación que elegí, ¿verdad?, esperable, pero más con el llamado al servicio del que sufre, para que deje de hacerlo y levante el vuelo de manera metafórica: de oruga a mariposa. En segundo lugar, decidí perdonar de manera profunda a mi papá por las malas decisiones de vida que tomó, y entendí, ahora yo entendí, que no soy quien para juzgar a mis padres, ni a absolutamente nadie más sobre esta tierra, así como nadie lo es para juzgarme a mí. En tercer lugar, dejé que Dios transformara mi corazón, dejando de tenerle miedo a la gente, viéndolos como lo que son: humanos imperfectos como yo y todos, y desarrollando mayores fortalezas como persona, enfocándome en la hoja en blanco y no en el punto negro, así como eliminando el perfeccionismo que había quedado como rezago de lo imperfecto vivido. Ya no debía ser perfecta para ser amada y aceptada, por Dios, y por mí misma, y cuando esto ocurrió, todo cambió. Cuando lo eterno toca lo interno, hay cambios externos.

Del 2012 a la fecha, han pasado solo 6 años, pero han sido los de mayor metamorfosis de toda mi vida. He aprendido a perdonar y bendecir a todo aquel que me ha hecho algún daño, aunque poner límites sanos también es viable, pero ya sin emociones negativas de fondo. De manera sobrenatural, Dios me ha bendecido mucho en el área social, precisamente en la que fui más golpeada durante mi etapa de crecimiento y sin merecerlo como tal, pero ahí es justo donde Él se glorifica más en mi vida, pues en la actualidad, cuento con una amplia y positiva red de amistades, tanto de forma presencial como en las redes sociales, siendo las segundas también muy valiosas, de manera especial, ya que me leen de forma cotidiana, comentan sus vivencias, se expresan de corazón como yo, y entre todos y todas nos apoyamos y aprendemos en este ciber espacio de libre expresión y educativo que se ha construido a lo largo de los años en mi red. Por último, decidí esforzarme y ser valiente, para entender y vivir como la hija de un Dios Padre omnipotente y lleno de amor, el cual también es mi mejor defensor contra el ataque de personas insensatas por quienes Jesús nos manda a tener misericordia. Veo toda la historia vivida con mi papá, como el reflejo de millones de historias de seres humanos en el planeta, y me doy cuenta de que mis elecciones de vida, marcaron la diferencia, pues tener un mal episodio, no significa que el final será igual. Todo depende de si aprendes a volar por encima de las circunstancias, desafías tus creencias negativas, te atreves a ir más allá de los pre-juicios ajenos, logras lo que otros creyeron que nunca podrías, y demuestras con hechos ser quienes otros dijeron que no eras. Esa, es la mayor venganza: el amor a los enemigos, y el crecer cada día más: bendecidos para bendecir, prosperados para compartir y en victoria porque Jesús ya venció y el reina en nuestras vidas. De oruga a mariposa, sí se puede lograr ¿Cuál es tu excusa?

Reseña curricular:

Licenciada en Psicología egresada de la UADY con honores a los 20 años (cédula: 5157846). Obtuvo el primer lugar a nivel nacional en el examen general de egreso de la Licenciatura en Psicología con especialidad en Clínica EGEL-PSI. Maestría en Psicología y Orientación Vocacional con enfoque en jóvenes (cédula: 09887047). Doctorado en Ciencias de la Educación en la Universidad Anáhuac Mayab (en curso). Estudia actualmente la Licenciatura en derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM (SUAyED), contando con excelencia académica (100 de promedio) y la Licenciatura en Teología en el Seminario Teológico Ministerial SETEMIN. En la actualidad, también brinda cursos que creó a la medida de las necesidades planteadas, en el Tribunal Superior de Justicia del Estado de Yucatán TSJYUC, enfocados mayoritariamente en abogados y abogadas, tales como Razonamiento Verbal: Entrenamiento Mental, Argumentación y Negociación, Oratoria Efectiva y Diseño de Discursos Estratégicos, entre otros. De igual forma, es docente en el Seminario Teológico “San Pablo”, de las asignaturas: Filosofía de las Ciencias, Ontología, Lógica-Matemática y Filosofía Política. Es miembro Gold de la Red Mundial de Conferencistas desde el 2012, habiendo participado en distintos foros internacionales, nacionales y locales, como la Feria Internacional de las Méridas del Mundo, Expos de Mujeres Empresarias, así como en Congresos Juveniles, Femeniles y Organizacionales diversos. Sus valores de vida son: Amor, Excelencia, Humildad, Buen Humor y Servicio.

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Mérida, Yucatán, México.