Sobre el tema de la aspiración, hasta ahora, de José Antonio Meade a la precandidatura del PRI a la presidencia me asaltan algunas preguntas o dudas.
- ¿Tendrá la capacidad de acercamiento a la base militante quien no es priista y que además no cuenta con trabajo partidista?
- ¿Será suficiente la apuesta a favor de Meade con antecedentes panista acarrear votos de la derecha para contrarrestar las pretensiones presidenciales de AMLO?
- ¿Podrá el priismo local aceptar los designios que como “liturgia partidista” le otorgan determinadas facultades en los procesos de decisión al candidato presidencial?
- ¿De que forma se podrá conciliar los intereses de los otros aspirantes que tienen una trayectoria política sustentada en la vida interna del partido?
Y una que es futurista, pero que encierra una situación que valdría la pena cuestionar desde este momento.
Si al presidente, gobernador o presidente municipal, dependiendo del nivel de gobierno y organización partidista, se le considera como el “PRIMER PRIISTA”, en caso de resultar ganador en la contienda y logra Meade ocupar la silla presidencial
¿Seguirá imperando esa parte la liturgia partidista?
¿Todo el priismo le rendirá la plastecía, acatamiento y sumisión política?
Son tan solo algunas preguntas.