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Aún no había venido el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado

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HOMILÍA

VIII DOMINGO DE PASCUA

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

Ciclo A 

Gn 11, 1-9; Rm 8, 22-27; Jn 7, 37-39.

 

“Aún no había venido el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado” (Jn 7, 39).

 

 

Ki’olal lake’ex ka t’ane’ex ich maya, kin tsik te’ex ki’imak óolal yéetel in puksik’al. Bejela’e’ kinbesik Pentecostés, u ta’al le Ki’ilich íikalo’ u síijil  Iglesia.

 

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor. Hoy celebramos la solemnidad de Pentecostés con la que cerramos los cincuenta días del santo tiempo de la Pascua, la mayor fiesta de la cristiandad.

Precisamente para este día, he solicitado a todos mis sacerdotes que ofrezcan las Eucaristías pidiendo por nuestros hermanos de Venezuela, para que pronto recuperen la paz tan anhelada, junto con el respeto a los derechos humanos y la justicia, y que pronto se facilite el acceso de los medicamentos y alimentos que urgen, ya que por su falta son muchos los que mueren. Dentro de pocos días recibiremos la solicitud de Caritas Internationalis, de la Caritas Latinoamericana y de la Caritas Mexicano, para sumarnos en un plan de auxilio a nuestros hermanos y hermanas venezolanos. Este domingo algunos de los venezolanos que viven en Mérida participarán en la santa Misa que ofreceré por ellos a las 8:15 hrs. en la Santa Iglesia Catedral.

Como todos estamos enterados por los medios de comunicación, en verdad que en Venezuela se vive un auténtico caos y los ojos de muchos gobernantes del mundo están puestos en aquel país hermano. También el Papa Francisco y todos los pastores de la Iglesia queremos mirar y hacer voltear la mirada hacia Venezuela. La falta de diálogo y de escucha al clamor de los pobres hacen de Venezuela una verdadera Torre de Babel. Como la de la historia narrada en el libro del Génesis en una de las lecturas del día de hoy. Más que un castigo de Dios que, según el texto, viene a confundir sus lenguas para que no se entiendan, debemos verlo como el resultado de querer trabajar juntos pero movidos por la soberbia. Los grandes proyectos sólo pueden lograrse con la colaboración de todos y el mutuo entendimiento que requiere una gran dosis de humildad.

Babel es todo lo contrario de lo que sucedió en Pentecostés. Los Apóstoles, María y los demás discípulos perseveraban unidos en la oración, pidiendo el Don de lo alto, a quien sólo la santísima Virgen conocía, y esto durante diez días luego de la Ascensión del Señor Jesús a los cielos. Así como los judíos tenían la celebración de su Pascua, también celebraban Pentecostés o fiesta de las semanas, cincuenta días después de su Pascua, día que recordaban que Dios les entregó la Ley por medio de Moisés.

Aunque ya existía unidad entre los discípulos por su experiencia de Jesús y por todos esos días de oración perseverante, la mañana de Pentecostés reciben el Espíritu de unidad, el Santo Espíritu en forma de ráfagas de viento que chocan contra la casa donde se encontraban, y en forma de llamas de fuego que se posaron sobre las cabezas de los Apóstoles. Una multitud de gente venida de distintos países y hablando distintas lenguas, corrieron a ver qué es lo que estaba ocurriendo. Los Apóstoles y los discípulos salieron llenos de valor a predicar por vez primera el Evangelio de Jesús, y todos se maravillaban de que cada uno les entendiera en su propia lengua. Este fue el gran milagro y signo de la catolicidad, que quiere decir universalidad.

Cuando la multitud hizo silencio, el apóstol Pedro pudo predicar para todos la buena nueva de la Encarnación, Muerte y Resurrección del Hijo de Dios. Y la gente al oírlo se convirtió, y ese día se bautizaron unas tres mil personas. Así nació la Iglesia, nació católica y así continúa llevando su mensaje de salvación y de unidad a toda la tierra en cada lengua. A propósito, yo tengo, al igual que muchos, una gran deuda con nuestros hermanos de habla maya, que tienen derecho a escuchar la Buena Nueva en su propia lengua.

Hoy con el Salmo 103, le pedimos a Dios: “Envía, Señor, tu Espíritu. A renovar la tierra. Aleluya”.  ¿Qué renovación pedimos al Espíritu Santo?:

1) Le pedimos que gobernantes y gobernados nos ocupemos de la salvación del planeta, pensando en las futuras generaciones, olvidando las ganancias que se generan para las grandes industrias extractivas.

2) Le pedimos que cese la violencia y haya paz en México y en el mundo entero.

3) Le pedimos que las elecciones (que este domingo hay en tres Estados) transcurran en paz, y que nos preparemos a participar responsablemente en las próximas elecciones, y que todos nos preocupemos por el bien común.

4) Le pedimos por el respeto a la vida humana, desde el primer momento de su concepción, hasta el último momento de su muerte natural.

5) Le pedimos que haya paz en las familias y que todos los jóvenes antepongan su vocación a integrar una familia, antes que proyectos meramente humanos y materiales.

6) Le pedimos que renueve nuestra tierra con muchas vocaciones sacerdotales, diaconales, a la vida consagrada y a la vida laical. Todo esto sería una verdadera renovación de la tierra.

Los discípulos oraban, y tú ¿oras? Muchas veces he escuchado a gente que dice: “es que yo no sé rezar”. No importa que no sepas orar, tú reza lo que sepas, lo que puedas, pero sobre todo háblale al Señor con tus palabras. Dile que lo alabas, dile que le das gracias, dile que le pides perdón, cuéntale tus necesidades y no tengas miedo a equivocarte, porque dice san Pablo en una de las lecturas de hoy, tomada de la carta a los Romanos: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad… el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras… el Espíritu ruega conforme a la voluntad de Dios…” (Rm 8, 22-27).

Las lecturas de hoy nos presentan el significado profundo de la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia. De hecho, en el santo evangelio según san Juan, Jesús invita a los creyentes a acercarse a él y a beber, y promete: “del corazón del que cree en mí brotarán ríos de agua viva” (Jn 7, 38); y san Juan explica que Jesús se refería al Espíritu Santo que habrían de recibir.

Si te dejas conducir por el Espíritu, él te llevará a Jesús y brotarán de ti, de tu corazón, de tu mente, de tu boca, ríos de agua viva; es decir, pensamientos, palabras y acciones según Dios. El Espíritu y tú, el Espíritu y nosotros, somos el mejor equipo para servir a la Iglesia y al mundo. Así lo digo a los jóvenes que confirmo: “O te dejas llevar por tus emociones, por tus amigos o por las modas, o te propones invocar al Espíritu para caminar juntos en equipo”.

Demos gracias por Argenis, el nuevo diácono que ordené en días pasados en Ucú, para que junto con sus dos compañeros, pueda llegar dentro de un año al ministerio sacerdotal. Pidamos por Mons. Pedro Sergio de Jesús Mena Díaz, que se sigue preparando para su ordenación episcopal el próximo 18 de julio. Pidamos por todos los jóvenes que están en la temporada de exámenes, para que con alegría, entusiasmo y con las luces del Espíritu Santo, puedan resolver con éxito sus exámenes y gozar luego de unas merecidas vacaciones. Pidamos por los jóvenes que se preparan ahora para ingresar al Seminario, para que perseveren con la ayuda del Espíritu.

Oremos como dice el aleluya de hoy: “Ven, Espíritu Santo. Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor”.

María, llena del Espíritu Santo, intercede por nosotros. Que tengan una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!    

 

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán