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Caso Alberto del Río: las amenazas y persecución son intolerantes y antidemocráticas

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Hace unos días, el panista activo Alberto del Río Leal hizo un ejercicio de reflexión democrática, para convocar a su partido a retomar el rumbo de los principios y valores, su buena doctrina. Conducta que todos los ciudadanos, independientemente del partido en el que militemos o no, debemos hacer.

El partido en lugar de darle el cauce a las inquietudes de Alberto y contestar con una madurez y de cara a la ciudadanía que evidencie que quienes dirigen al mismo tienen un compromiso democrático, han emprendido una persecución por la ira de los intolerantes que por soberbia no aceptan ningún cuestionamiento como si tuvieran la verdad absoluta de las cosas.

Ese no es el camino de la democracia, menos dentro de un partido político que siempre se ha distinguido por asumir apertura interna en la discusión de sus acciones políticas. La persecución y la amenaza solo vienen de los intolerantes y de la incongruencia por usar el membrete de la democracia para fines personales.

No pasemos por alto que Alberto del Río es un militante activo de su partido y sus derechos están garantizados por la Constitución. Mal hacen los que lo descalifican, demostrando su nula calidad moral y democrática. Se están metiendo con su familia, algo que nunca imaginamos que en el PAN llegara a suceder.

Como tampoco debemos olvidar que como cualquier otro partido político es de interés público lo que se decida y acciones que se emprendan. Son entidades que reciben financiamiento público, por lo cual, el escrutinio igualmente debe estar abierto a la sociedad en el compromiso de la transparencia y rendición de cuentas. Por cierto un tema que es bandera política del panismo en la actualidad.

La corrupción no debe solo limitarse a las cuestiones económicas, sino también cuando se desvirtúan los valores democráticos, en este caso, la esencia de un partido conformada por sus principios, valores y líneas de acción política.

Por ello, la sociedad y los verdaderos panistas – los que no son intolerantes, quieren a su partido y tiene un compromiso democrático – deben arropar y valorizar el esfuerzo de Alberto del Río en retomar la esencia de un partido que se encuentra extraviada. Cuyas acciones no solo producen un daño a la sociedad, sino también, en el seno de un partido que debe demostrar en todo momento tolerancia con la opinión divergente dentro de sí mismo.