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Cuando no todos los caminos llevan a Roma

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En estos días de vacaciones tuve la oportunidad de disfrutar de la película Roma, considerada como la obra prima del cineasta Alfonso Cuarón. Un filme diferente a la tendencia de acción, drama o suspenso que llama la atención.

Es la crónica de una vida cotidiana, posiblemente sin ningún valor dramático o climático, de una familia de clase media en la Ciudad de México y especialmente la interacción con una chica de servicio doméstico de origen autóctono. Esto en el contexto de los inicios de la década de los 70’s cuando el sistema político y hegemónico de gobierno no permitía la libre manifestación de ideas.

Si se esperaba que el filme abordara a fondo el tema de la represión de “Corpus Christi” en 1971 la propuesta de Cuarón es decepcionante. Sin embargo, esa es su principal virtud.

La película lleva a la reflexión de las historias paralelas sobre las cuales transita la cotidianidad de la vida del mexicano. Por un lado, la vida personal, familiar o íntima que tiene sus características, su propia dinámica, problemas, retos y desafíos. Por el otro, la colectividad o política donde convergen los intereses de la sociedad que se manifiesta y que también es reprimida con dureza.

Ambas historias que siguen su curso en paralelo, que aún con nexos entre ellas, no necesariamente convergen y se entrelazan para interactuar de manera directa. El tiempo puede transitar entre ellas sin contacto, ni tampoco ser afectada una con la otra.

Es la realidad social y política que nos muestra Roma. Una realidad sobre el paralelismo que aún persiste en nuestra comunidad. Todos tenemos nuestras problemáticas internas, personales y familiares. Aspectos que nos corresponden a nosotros resolver y responder a nosotros mismos y a los que de manera directa resultan afectados. Situaciones que no transcienden más allá de uno mismo.

Mientras tanto, fuera de esa circunscripción hay una sociedad que resulta igual o más dinámica. Que igualmente tiene retos y desafíos.

Cuarón nos pone estos dos mundos paralelos en una dimensión donde espera que se logre un contacto, o por lo menos, una interacción. Al final queda mínima, casi imperceptible. Más de una forma indirecta o colateral.

Nos presenta una realidad que no está lejos de la situación actual de la sociedad. Por más que existen hoy las redes sociales que han abierto muchos canales de comunicación entre nosotros, aún existen esos mundos paralelos entre lo que es cada uno y lo que pasa en la sociedad en sus diferentes ámbitos.

Es el sentido de la indiferencia y de la apatía de los individuos ante los problemas sociales que nos atañen a los demás. Por un lado, entendible ante las vicisitudes que a diario los individuos deben afrontar en la vida real, pero no justificable en la medida de que hay hechos que nos corresponden a todos intervenir y participar.

Al final, las cosas personales, aún y con todo lo que conlleva en dificultad pasarán y la vida seguirá su curso. Lo social queda en la conciencia colectiva siendo un elemento que nos irá configurando la estructura de la sociedad.

Habrá quien pasa toda su vida resolviendo los imponderables de la vida personal, sin ocuparse de lo que pasa en su contexto social y político.

Por lo cual, no todos los caminos nos llevan a Roma.