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El hombre como ser social y religioso: cultura, tipos de cultura y cambio social.

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Psicóloga Deya Álvarez.

La sociología como ciencia, tiene por objeto de estudio la sociedad misma, buscando esclarecer cuál es la causa de los hechos sociales, el significado de las acciones sociales y el enramado de interrelaciones e interacciones cotidianas entre las personas, todo lo anterior, considerando el contexto histórico-cultural específico. Desde que nacemos, damos inicio a un proceso de socialización, a través en primer lugar, del aprendizaje por observación y los vínculos reforzadores que se dan en el núcleo de nuestra familia. A raíz de ello, se facilita nuestra adquisición de identidad personal: nombres, apellidos, quiénes somos, formas de comportarnos, roles a desempeñar, así como se desarrolla un sentido de amor, valía y pertenencia, que nos acompañará durante todo el curso de la vida. El ser humano es un ser social por naturaleza, y en ese sentido, la cultura, juega un papel fundamental (Gelles, R. y Levine, A. 2000).

La cultura, puede entenderse como un conjunto de ideas básicas que quienes integran una sociedad comparten, en torno a la forma en que funciona el mundo. Comprende la suma de todos los rasgos de comportamiento y creencias de una sociedad determinada, e incluye aspectos simbólicos y expresivos de las relaciones sociales. La cultura, debe aprenderse, y ello se logra a través del proceso de socialización, el que continúa toda la vida. Las personas al verse inmersas en la cultura en la que viven, llega un punto en que dicha forma les parece natural, y a esto se le da el nombre de aculturación (Ritzer, G. 2001). Para los creyentes, nuestra cultura está siempre basada en la palabra de Dios expresada en la biblia, adquiriendo de ella valores, que al practicarlos den frutos que se manifiesten en nuestro diario andar, tales como amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe, humildad y dominio propio. Aunque solos, en nuestras propias fuerzas, no es posible, ya que nuestra humana tendencia es siempre hacia el mal, como parte de estar inmersos en un mundo caído. Pero con Dios, sí podemos: “Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible” Mateo 19:26 (RVR1960).

            En México, existe una riqueza cultural impresionante de acuerdo con la investigación de Sámano, M. (2005), de la Universidad Autónoma Indígena de México, publicada en www.redalyc.org. Es México, un país repleto de multiculturalidad, que no sólo debe respetarse, sino valorarse y entender como una expresión de identidad de un grupo social con derecho a una voz, a existir en sociedad. Para abordar más al respecto, debemos diferenciar primero distintos conceptos relacionados con el término cultura. Existe una cultura ideal, la que se constituye por patrones de conducta abiertos, a los que las personas por lo general se adhieren. La cultura real, se integra por lo que la gene realmente hace, evadiendo la cultura ideal. Ambos tipos de cultura son la base, pero presentan variaciones culturales, también conocidas como subculturas, que se asemejan a la idea de los grupos sociales. El factor que nunca cambia en todo lo anterior, es precisamente el cambio, ya que estar en un continuo devenir es la regla, sin excepción, aunque se conservan los cimientos (Giddens, A. 1991).

De acuerdo con Ritzer, G. (2012), los cambios sociales dentro de una cultura, pueden darse por múltiples factores como el geográfico (terremotos, condiciones de temperatura extrema, déficit de recursos naturales, entre otros), tecnológico (innovaciones), ideológicos (cuando surgen “nuevas concepciones de la realidad” que contradicen la palabra de Dios), liderazgo (al aparecer líderes carismáticos, que influyen a las masas) y poblacional (al ascender o descender el número de nacimientos o muertes). También facilitan el cambio social otros factores como el descubrimiento (hallazgo de algo que ya existía pero no era conocido), e inventos (creación de algo nuevo, utilizando los medios ya existentes).

            Tomemos un interesante caso bíblico para ejemplificar lo anterior. Las preguntas iniciales antes de entrar en materia son: ¿Cómo reaccionas cuando te sacan de tu “zona de confort”?, ¿te retraes, desconectas?, ¿o aprovechas al cien por ciento esta nueva experiencia, viéndola como un aprendizaje? Pues bien, abordaré el caso de Daniel. El primer capítulo de Daniel, relata que cuatro jóvenes fueron llevados a un lugar inmerso en una cultura distinta a la de ellos, producto de una nación conquistadora, Babilonia. Daniel y sus amigos, fueron “escogidos” por el rey de Babilonia: Nabucodonosor, para servir en su corte, pues ellos eran “enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey” (Daniel 1: 4 RVR1960). Daniel propuso en su corazón “no tomar alimentos ni bebidas de Babilonia”, pero contaba con gracia y buena voluntad por parte de sus superiores. Dios, les dio conocimiento en todas las letras y ciencias, y el rey halló que Daniel y sus amigos eran “diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en su reino”.

            Lo anterior, es revelador. En primer lugar, Daniel y sus amigos no tenían intención de separarse totalmente de la cultura babilónica, especialmente de su sistema educativo, en el que fueron adiestrados. Eran capaces de interactuar con una cultura impía sin contaminarse con ella. Dios les daba sabiduría para sus interacciones cotidianas. Sin embargo, aun cuando Daniel y los demás, aprendieron de la cultura, lo hicieron con el uso de discernimiento. Por obviedad, comparaban lo que aprendían del pensamiento babilónico, con la palabra de Dios, ya que la Ley era algo con lo cual no sólo estaban muy familiarizados, sino que actuaban de acorde con ella. El conocimiento y la inteligencia que Dios les otorgó, era del tipo discernidor, con la finalidad de que pudieran diferenciar con exactitud lo verdadero de lo falso, sin ser separatistas y aislarse de la convivencia con los demás, como realizan algunas sectas, que no “van por las almas”, sino que se quedan en sus iglesias hablando de su santidad y amor, pero negando con sus actos las mismas. El verdadero amor se traduce en obras, en pasión por las almas, y la genuina santidad es ser como Jesús. Ante ello ¿qué hacía Jesús? ¿Acaso se aisló de todos auto-proclamándose santo?, ¿O caminó entre la gente, hombro  a hombro con la comunidad, buscando a quien amar y brindándoles la salvación a través de la fe en Él? Del mismo modo, debemos actuar nosotros, los que decimos amarlo. Con la riqueza cultural en México, de nuestros pueblos indígenas, y poblaciones diversas dentro de la misma ciudad, las redes de pesca ya deben estar más que puestas. Tal vez no compartamos una idéntica visión de la realidad, pero como el Apóstol Pablo decía: “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” 1 Corintios 9:22-25.

            Otro punto significativo es que Dios nos dota, como en el caso de Daniel y sus amigos, con lo que requerimos para influenciar la cultura donde nos toca vivir. Dios siempre provee y protege, y da sabiduría a quien la pide, en abundancia. Si la cultura en México y el mundo, está siendo influenciada cada día más, por cambios de paradigmas sociales, legislaciones contrarias a la palabra de Dios, libertades tornadas en libertinajes, y demás desviaciones del plan original de Dios para el ser humano, ¿qué debemos hacer como cristianos? Nuestra responsabilidad en un mundo rebelde, donde la maldad parece ser la regla y no la excepción, es ser luz en oscuridad, ya que a eso hemos sido llamados. No debemos retirarnos del mundo, sino incursionar en él para atraer a las personas al amor de Dios, y no ellas a nosotros. Pensemos en el caso de los corintios. Decirle a alguien: ¡Eres un corintio! Era el peor insulto, la más grave falta a la moral que podía hacerse, ya que la inmoralidad era su estandarte. La primera carta de Pablo a los corintios, indica que ellos contaban con una cultura muy similar a la de nuestros días, concordante en muchas formas, como contar con variedad étnica, religiosa y filosófica; tener mala fama por inmoralidades no sólo cotidianas sino tomadas ya como algo natural. Vivían en la carne y no les parecía importar. La respuesta de Pablo ante una cultura similar, se basa en ciertos conceptos clave, siendo la libertad uno de ellos. La libertad, no debe derivar en libertinaje, y para ello, es preciso que se entienda en su justa dimensión, ya que la verdadera libertad de nosotros como creyentes es una cristiana basada en la gracia, escribiendo el apóstol Pablo de manera textual que “Todas las cosas me son lícitas, más no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, más yo no me dejaré dominar de ninguna” 1 Corintios 6:12. Nuestra libertad, no debe ser piedra de tropiezo para nadie, pues escrito está “No seas tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios. Hagan como yo, que procuro agradar a todos en todo. No busco mis propios intereses, sino los de los demás, para que sean salvos” 1 Corintios 10:32 (NVI). 

            En conclusión, Dios hizo al hombre como un ser social, y le proveyó de un medio cultural inmaterial y material para que se desenvuelva, y pueble la tierra. El lenguaje, que ayuda a construir la realidad percibida, los símbolos, códigos, y variaciones culturales diversas, nos proveen de identidad, aunque la mayor de las identidades está en Jesucristo, quien no es una religión (religare: unir) sino una relación personal y auténtica, al ser llamados hijos e hijas de Dios al recibirlo y creer en su nombre: “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios” Juan 1:12.

Glosario, basado en Gelles, R. & Levine, A. (2000):

Agentes de socialización: todos los individuos o grupos que influyen en el comportamiento de una persona.

Cultura: conjunto de ideas básicas que las y los integrantes de una sociedad comparten en torno a la manera en la que funciona el mundo. Comprende la suma de todos los rasgos de comportamiento y de las creencias de las y los integrantes de una sociedad determinada, y se configura por el conjunto de aspectos simbólicos y expresivos de las relaciones sociales.

Estratificación social: se refiere a la división de una sociedad en capas, cuyos individuos tienen acceso desigual a las oportunidades y a las gratificaciones sociales.

Estructura social: son los patrones relativamente estables y perdurables que organizan las relaciones sociales y mantienen el armazón básico de lo que llamamos sociedad.

Grupo social: es un número de personas que interactúan sobre una base regular, tienen expectativas comunes y la conducta que se espera de ellas no es la que se demanda de quienes no pertenecen al grupo.

Instituciones sociales: conjuntos estables y perdurables de normas y valores, estatus y roles, además de grupos y organizaciones con estructura para la conducta en un área particular de la vida social.

Socialización: proceso mediante el cual se adquiere un sentido de identidad personal y se aprende lo que las personas creen en la cultura circundante y cómo esperan que el sujeto se comporte.

 

Referencias:

 

Biblia, versión Reina Valera 1960 y Nueva Versión Internacional.

Gelles, R. y Levine, A. (2000). Sociología. Con aplicaciones en países de habla hispana, 6ª ed., McGraw-Hill: México.

 

Giddens, A. (1991). Sociología. Alianza: España.

 

Ritzer, G. (2012). Teoría sociológica clásica, 6ª ed., McGraw-Hill: España.

 

Ritzer, G. (2001). Teoría sociológica moderna, 5ª ed., McGraw-Hill: España.