Ninguno de los doce aspirantes a Gobernador por Yucatán se quiere “bajar”, nadie piensa en claudicar. Esperan una señal que les permita sentarse a la mesa de la negociación política y presentar sus cartas. Peligrosamente se acerca el día de la selección y aún no hay nada claro, nada preciso, nada en concreto.
Los seguidores de cada aspirante desesperan, inmersos en la inercia de la incertidumbre, desconocen quién será el elegido y eso los inquieta.
El PRI en Yucatán no tiene garantizada la Unidad, así aparenten aceptar la voluntad de la cúpula avalando a un candidato único. La razón es simple, el candidato único debió perfilarse desde hace un año. Mínimo.
Rolando Zapata Bello ha centrado todo el capital político del PRI en su figura. La estrategia aún no se evalúa en sentido electoral, porque el PRI está asociado a la actuación de Zapata Bello. La verdadera evaluación saldrá cuando el priísmo conozca a su candidato a gobernador. Y el factor eficiencia será la forma y no el método para seleccionar al indicado.
Un candidato único, no es lo mismo que un candidato de unidad.
El método seguramente será el de Convención de Delegados. Los doce deberán tener la oportunidad de inscribirse y pedir el voto al universo de delegados. Que el candidato se elija en la convención y en urna transparente. Que el CDE haga transparente el listado de los delegados afín de que los candidatos puedan hacer proselitismo. Al final se trata de tener un candidato lo menos cuestionado posible. Porque si se llega a la Convención con un candidato y once “quebrados”, los ejércitos no podrán ser controlados.
El PRI puede salir bien librado si otorga piso parejo para todos los aspirantes. La unidad por decreto desapareció. La imposición es un método proscrito.
La Unidad no existe ni existirá, solo prevalecerán los acuerdos. Y éstos deben ser contundentes.
