Inicio Análisis político Columnista MPV Este pobre gritó y el Señor lo escuchó

Este pobre gritó y el Señor lo escuchó

974

18 de noviembre de 2018

HOMILÍA

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

II JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES

Ciclo B

Dn 12, 1-3; Heb 10, 11-14. 18; Mc 13, 24-32.

Este pobre gritó y el Señor lo escuchó” (Sal 34, 7).

Ki’óolal lake’ex ka t’aane’ex ich maya, kin tsik te’ex ki’imak óolal yéetel

in puksi’ikal. Bejla’e kiimbensik u ka’a p’éel ja’ab Jornada Mundial ti’ óotsilil, tuux ku ya’alik to’on Papa Francisco ka náatsko’on ti óotsilo’obo’ jé’el bix kláatsililo’obe’ yéetel xan láako’ob náats yano’ob ti’ to’on.

Muy queridos hermanos y hermanas los saludo con el afecto de siempre en este domingo vigésimo tercero, penúltimo del Tiempo Ordinario y también la segunda “Jornada Mundial de los Pobres”.

El título del mensaje del Papa Francisco para esta Jornada está tomado del Salmo 34, versículo 7, que dice: “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”. En verdad como dice el Papa en su mensaje, el Señor “Escucha a todos los que son atropellados en su dignidad y, a pesar de ello, tienen la fuerza de alzar su mirada al cielo para recibir luz y consuelo. Escucha a aquellos que son perseguidos en nombre de una falsa justicia, oprimidos por políticas indignas de ese nombre y atemorizados por la violencia; y aún así saben que Dios es Salvador” (Mensaje de S.S. Francisco, por la II Jornada Mundial de los pobres, n. 1).

Que bien queda la descripción de este segundo caso a nuestros hermanos migrantes, que huyen de la violencia extrema en su país de origen, sufren violencias a lo largo de su camino y saben que a su llegada a los Estados Unidos les espera la amenaza de una terrible violencia, amparada en una política indigna de ese nombre.


Dios no sólo oye al pobre, sino que lo escucha al actuar realmente en su favor; nosotros hemos de escucharlos también, teniendo en cuenta lo que dice el Sumo Pontífice en su mensaje: “La solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma de asistencia -que es necesaria y providencial en un primer momento-, sino que exige esa atención amante (EG n. 199), que honra al otro como persona y busca su bien”.

Esta Jornada nos llama, por tanto, no sólo a dar cosas, sino a acercarnos abriendo la puerta del corazón y de nuestra vida, para hacerlos sentir familiares y amigos (cfr. Mensaje de S.S. Francisco, por la II Jornada Mundial de los pobres, n. 6). Al servir a los pobres hemos de olvidarnos de toda competencia y afán de protagonismo, y reconocernos como meros instrumentos del Señor, pues Él y los pobres son los verdaderos protagonistas (Íd. n. 7).

Felicito y animo a todos los que ya están participando en esta Jornada, así como quienes lo harán en los próximos días o en el tiempo de la Navidad, bajo la coordinación del encargado de nuestra Pastoral Social.

Esta Jornada nos invita a salir de nosotros mismos. Hoy mucha gente tiene en su mente solamente el llamado “Buen Fin”, que en realidad sólo es buen fin para las grandes cadenas comerciales, pues entiendo que no deja ganancia a los proveedores y que a muchas personas les lleva a gastar lo que no tienen, tantas veces obteniendo productos que en verdad no son indispensables, que con frecuencia resultan con defectos difíciles de reclamar. Dios nos libre a todos del vicio del consumismo.


A propósito de esto, todos nosotros (yo me incluyo) deseamos con frecuencia a la gente que saludamos “un buen fin de semana”, diciendo también: “Que disfrutes este fin de semana”. Este deseo es peculiar de la época moderna y esconde un posible virtual rechazo de la semana laboral, como si no pudiéramos disfrutar del trabajo y valorarlo debidamente; como si trabajar fuera un mal necesario para llegar al siguiente fin de semana. También este saludo esconde una posible secularización, pues implica una sutil infravaloración del “Día del Señor”, y muchos lo confirman dejando la asistencia a la santa misa en el último lugar de las prioridades dominicales. Pidamos al Señor que nos ayude a valorar el trabajo como una manera preciosa de oración y alabanza a Él, como una ocasión de servir a nuestro prójimo. Pidámosle también que aprendamos a descansar en la convivencia familiar y en la reunión comunitaria para celebrar la Eucaristía.


Al iniciar hoy la última semana del año litúrgico, las lecturas de la Palabra de Dios toman un giro apocalíptico, al hablarnos de los últimos tiempos y del día en el cual el Señor ha de regresar.


En la primera lectura, tomada del Libro del profeta Daniel, se presenta el tiempo final marcado por la manifestación del arcángel Miguel. Será tiempo de angustia para unos, pero no para los miembros del pueblo de Dios. Se levantarán los que duermen en el polvo, unos para la vida eterna, otros para el castigo eterno. Si leemos con cuidado, no se trata de un texto para infundirnos temor sino para movernos a la esperanza. Dice: “Los guías sabios… los que enseñan… justicia, resplandecerán como las estrellas por toda la eternidad” (Dn 12, 3).


En el santo evangelio, si Jesús habla de signos tremendos en la naturaleza no es para asustarnos, sino para que estemos atentos a su segunda venida, en la que llegará “con gran poder y majestad”. Sus ángeles serán enviados a congregar a los elegidos “desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo” (cfr. Mc 13, 24-32).


Nos puede parecer extraño que Jesús afirme que no pasará esa generación sin que todo esto se cumpla, pero los mismos apóstoles contemplaron su gloria en el monte Tabor, luego lo vieron resucitado y también lo miraron ascender a los cielos. Muchos hombres y mujeres a los que llamamos contemplativos, pudieron anticipadamente ver a Jesús mostrando su poder y majestad. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos dice que el primer mártir, san Esteban, vio la gloria del Hijo del Hombre antes de ser apedreado (cfr. Hch 7, 56). San Pablo contempló a Cristo resucitado en su camino a Damasco y después tantos otros, como san Francisco de Asís o la misma santa Teresa de Ávila, pudieron contemplar la gloria del Señor.


Es importante tomar en cuenta que Jesús nos dice, que “nadie conoce el día ni la hora” de su venida gloriosa. Así es que no hemos de creer lo que algunos afirman de que está cerca el final, mucho menos los que traten de poner fecha a su llegada. Seamos pacientes y no nos dejemos engañar.


Los pasados días 12 al 16 de noviembre, tuvimos nuestra segunda asamblea anual de la Conferencia del Episcopado Mexicano, donde nos hicimos presentes alrededor de 115 Obispos. Se tuvieron las elecciones trienales 2018-2021; mi obispo auxiliar, Mons. Pedro Sergio de Jesús Mena Díaz, fue elegido Presidente de la Comisión Episcopal para Vocaciones y Ministerios; y un servidor fue elegido Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social (CEPS) y Cáritas Mexicana, cargo que había ya ejercido antes del 2006 al 2012. Ambos vamos a necesitar de sus oraciones, mismas que pedimos igualmente para toda la Iglesia en México.

Que tengan todos un feliz Día del Señor y una feliz semana laboral. ¡Sea alabado Jesucristo!

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán