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Fomentar el aprendizaje de los adultos es esencial para ayudarlos a adaptarse al futuro del trabajo

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13/02/19.- Según un nuevo informe de la OCDE, es urgente que muchos países de la OCDE amplíen y mejoren sus sistemas de aprendizaje para los adultos, a fin de facilitar su adaptación al futuro mundo del trabajo.

De acuerdo con Adquirir las habilidades adecuadas: sistemas de aprendizaje para adultos preparados para el futuro (Getting Skills Right: Future-Ready Adult Learning Systems), las nuevas tecnologías, la globalización y el envejecimiento de la población están transformando la cantidad y la calidad de los trabajos, así como las competencias que requieren. Mejorar las oportunidades de adquisición y actualización de competencias de los trabajadores afectados por estos cambios es fundamental para asegurarse de que el futuro sea positivo para todos.

En la actualidad, sólo dos de cada cinco adultos reciben educación y formación a lo largo de un año determinado. Los que tienen menos probabilidad de formarse son los más desfavorecidos: los adultos poco cualificados tienen una probabilidad tres veces inferior de emprender una formación que los muy cualificados (un 20% frente a un 58%). Entre otros grupos rezagados se encuentran las personas de edad avanzada, los trabajadores temporales y con salarios bajos y los desempleados.

El análisis más reciente de la OCDE indica que, pese a que sólo uno de cada siete trabajos está expuesto al riesgo de una automatización total, es probable que otro 30% de los empleos se transforme por completo. Sin embargo, los trabajadores de ocupaciones más expuestas también se forman menos (40%) que los que trabajan en profesiones de bajo riesgo (59%). Parte del problema radica en la falta de motivación para formarse: en el conjunto de la OCDE, cerca de la mitad de los adultos se oponen a cursar una formación. Asimismo, un 11% adicional desearía hacerlo, pero se lo impiden obstáculos como la falta de tiempo, de dinero o de respaldo de su empleador.

El informe subraya la importancia de una formación de gran calidad que proporcione unas competencias adecuadas para las necesidades del mercado laboral. Por otra parte, la formación obligatoria, como la relativa a la salud y seguridad en el lugar de trabajo, absorbe un promedio del 20% de las horas de formación de los países europeos. Dicha formación es necesaria, pero habría que complementarla con oportunidades de aprendizaje que permitan a los adultos desarrollar unas competencias que les capaciten para conservar su empleo o buscar nuevas oportunidades de progresión profesional.

El informe presenta una nueva tabla de datos que compara la situación de diferentes países y destaca las áreas de reforma clave para cada país. En particular, resume en qué medida los sistemas nacionales de aprendizaje de los adultos están preparados para responder a los desafíos de un mundo laboral en rápida transformación, sobre seis dimensiones: cobertura, inclusividad, flexibilidad y orientación, armonización con las necesidades competenciales, impacto y financiamiento.

Grecia, Japón y la República Eslovaca adolecen de malos resultados en la mayoría de dimensiones de preparación para el futuro, pero incluso los países bien posicionados presentan un margen de mejora: en Noruega son relativamente pocos los adultos que atribuyen un impacto directo a la formación que reciben en el marco de su empleo o profesión; a su vez, Dinamarca queda rezagada en términos de cobertura respecto a los países mejor posicionados. Si bien Eslovenia muestra un buen nivel de inclusividad, en la dimensión de participación en la formación muestra una brecha media de 10 puntos entre los grupos desfavorecidos y los más favorecidos.

Con vistas a abordar este problema, el informe presenta una serie de recomendaciones para los países:

  • Mejorar la cobertura e inclusividad promocionando las ventajas del aprendizaje de los adultos y apoyar de un modo específico a las personas de baja cualificación, los desempleados, los migrantes y las personas de edad avanzada.
  •  Armonizar mejor la formación con las necesidades del mercado laboral y diseñar programas dirigidos a aquellos adultos cuyas competencias tengan una probabilidad considerable de quedarse obsoletas en un futuro.
  • Mejorar la calidad y la eficacia de la formación; entre otras cosas, mediante la creación de certificaciones de calidad para ayudar a los trabajadores y las empresas a tomar decisiones informadas sobre sus inversiones en formación.
  • Garantizar un financiamiento público adecuado e incentivar la participación de los empleadores, mediante gravámenes e incentivos fiscales para la formación, y, asimismo, fomentar la participación de los particulares mediante subvenciones y permisos remunerados para la formación.

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