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Hablemos claro del segundo debate presidencial

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Cuando terminó el debate, la pregunta “¿Qué rayos acabo de ver?” transitaba por mi mente sin descanso alguno. Lo publiqué el veinte de mayo casi a media noche en mi muro de Facebook y lo repito hoy, bien dicen que las segundas partes no son tan buenas, principalmente porque no vimos un debate, vimos un reality show.

El formato del “debate” fue muy bueno, innovador y más dinámico que el anterior; el problema que le pude ver es que la participación de los invitados fue muy rígida, y no me gustó mucho el filtro que le pusieron a las preguntas, pero, al fin, se entiende pues eso iba a permitir que no se saliera de contexto el debate. Y, sin embargo, se salió del contexto.

Otro de los problemas fue que a pesar del dinamismo que el formato del debate quería transmitir, terminó siendo muy cansado.

El principal problema fueron los moderadores. León Krauze con sus interrupciones que tendían a la mal educación, y Yuriria Sierra con la subjetividad de sus intervenciones, terminaron siendo los protagonistas del debate, un papel que no les correspondía en lo absoluto.

Sus deslices fueron muchos, desde las interrupciones que Krauze le hacía a Meade, y AMLO, así como las de Yuriria a Anaya y el Bronco; pasando por Yuriria y sus sentimientos; hasta llegar a la completa desviación del tema, pues de estar debatiendo cómo se terminaría con el abuso de autoridad se pasó a la legalización de la marihuana. Una desviación no solamente inaceptable, sino irresponsable.

Al día siguiente, ciertas personas decían que ganó AMLO; otras que Anaya; algunas muy contadas que Meade; y una minoría decía que el Bronco. Entonces la pregunta que nos reúne hoy es, ¿Quién ganó el debate?, analicemos.

EL BRONCO

Siguió en su papel, es cierto que en el primer debate le dio muchos resultados y, honestamente, sorprendió. Si fue para bien o para mal, no importa.

Obviamente no se iba a ir del debate sin una de sus propuestas tan ocurrentes. Por si mutilar la mano de alguien no fuera lo suficientemente retrograda, pues esta vez quiso igualar el estilo de López Portillo, proponiendo expropiar Banamex, sin embargo, esta idea no causó tanto revuelo ni memes.

Su desempeño fue medianamente bueno, y pues como él mismo dijo, nadie lo pelaba; obviamente que sería así, la única candidata que compartía el sótano de las encuestas era Margarita y pues ya se fue.

AMLO

Comparado con su desempeño en el debate anterior, podemos decir que mejoró bastante. Esta vez ya no se quedó callado ante los señalamientos que los otros candidatos le hacían, pero tampoco podemos decir que respondió todo, porque tampoco fue así.

Cuando presentó la cantidad de 37 mil dólares de inversión que tuvo cuando fue Jefe de Gobierno del Distrito Federal, y Anaya le cuestionó sobre si esa cantidad incluía la venta de Banamex y Bancomer, Andrés no respondió. Cuando Meade llamó secuestradora a la candidata a senadora por Morena, Nestora Salgado, AMLO no la defendió.

¿Cómo contestó AMLO a los ataques? Pues, diciendo que está arriba en las encuestas; refiriéndose, otra vez, a la mafia del poder; pero sobre todo con acciones que, aunque muchos le aplauden, dejan ver el grado de inmadurez que sufre Andrés Manuel.

Pues ocultar tu cartera cuando se acerca tu contraparte, y poner apodos durante un debate presidencial, repito, durante un debate presidencial, se me hace lo más bajo que puede caer un candidato, pues, no solamente es tan poco original y un recurso muy desgastado por parte de Obrador, sino que también es un insulto para nosotros, pues queremos ver un debate de contraposición de ideas, propuestas, contraargumentos, y nos salen con esa clase de actos.

Sigue pensando que los problemas de México se terminarán con actitudes morales y combatiendo la corrupción, esto lo dejó muy claro en la mayoría de sus respuestas, a mi parecer, este pensamiento es bastante lineal.

Si nos fijamos únicamente en su desempeño en el debate, dejó mucho que desear; no fue contundente; no puntualizó sus propuestas, dijo las mismas frases de siempre; no se salió de su zona de confort; lo golpearon en varias ocasiones y la manera en que se defendió no fue la adecuada; y sí, se enganchó. Tomando en consideración esto, no podemos decir que ganó el debate.

MEADE

Mejoró bastante. Dejó de ser ese candidato extremadamente técnico y se dejó llevar. Había un claro hecho, se sentía como pez en el agua, obviamente tenía que ser así, pues estaba en su ambiente; economía, comercio, relaciones exteriores. Pero le faltó contundencia, y, de nueva cuenta, autocrítica.

Sus respuestas se basaron únicamente en el diagnóstico de los problemas, sin una propuesta clara.

Le preguntaron qué acciones llevaría a cabo para reorientar la exportación mexicana; su respuesta fue que se debía aprovechar las oportunidades con otros países, y antes de hablar de economía habría que hablar de respeto. Le preguntaron si estaba de acuerdo con aumentar el salario mínimo y cómo lo iba a lograr; su respuesta fue que la economía ayudaba a cerrar brechas. Le preguntaron cómo terminaría con el abuso de autoridad; y él mencionó a Nestora Salgado.

Y esto, solamente fue un pequeño extracto de lo que dijo en el debate, sin tomar en cuenta las veces en que no respondió a las preguntas, que fueron varias. Algunas de sus intervenciones fueron para atacar a AMLO con el partido familiar y los candidatos de su coalición; a Anaya por sus viajes a Atlanta y el lavado de dinero.

No tengo problema con que algún candidato ataque, siempre y cuando sea en el momento oportuno, pero los embates de Meade se dieron en momentos que no eran idóneos.

Lo único destacable de su participación en el debate fue su increíble mejora, alejado de los tantos tecnicismos y de la rigidez de su persona, sin embargo, no hubo respuestas asertivas, autocríticas ni propuestas claras, y sí hubo diagnóstico y ataques, muchos de estos, sin sentido.

Anaya

Se mostró bien, pero no tan bien como en el debate anterior. De hecho, dejó mucho que desear. El chico maravilla no estuvo esa noche en Baja California.

Eso sí, tuvo propuestas, pero no considero que hayan sido lo suficientemente persuasivas, además nos puso en contexto de la situación, pero no hizo un diagnóstico de los problemas, y si lo hizo, pues no fue muy claro.

Su actitud en el debate fue envalentonada, más notorio cuando se acercó a López Obrador, considero que esa acción rebasó el límite pues invadió el espacio de su competencia. Su sonrisa, y gestos generaron intriga, y algunos incluso dicen que les dio cierto miedo.

¿Hasta dónde llegaría su confrontación con Trump?, ¿Suspendería temas de cooperación?, ¿Economía abierta o proteccionista?, ¿Poner en debate la legalización de la marihuana no es hacer lo mismo que Peña?, ¿Qué acciones llevaría a cabo para defender los derechos de los migrantes?, ¿Cómo pasar de la protección al empoderamiento?

Todas estas preguntas fueron las que quedaron sin respuestas, o éstas resultaron ser ambiguas.

Esta era la última oportunidad que tenía para acercarse a Obrador, y no la aprovechó. Decidió atacar, atacar y atacar, sin darse cuenta que sus ataques lo único que logran es darle la razón a Andrés Manuel. Tal parece que no puede haber mitin, ni spot, ni debate sin que mencione a su adversario.

CONCLUSIÓN

No hubo ni ganadores ni perdedores, pues, aunque el formato del debate haya sido innovador, dinámico y bueno, su fondo fue verdaderamente mediocre. Decir que AMLO y el Bronco perdieron sería incurrir en un error, y afirmar que Meade o Anaya ganaron sería aún más grave.

Si vemos el debate con muchísimo optimismo podremos decir que hubo un empate técnico entre Meade y Anaya, aunque el triunfo no se lo llevaría el mejor de ellos, sino el menos malo. México no merece esta clase de debates ni esta clase de candidatos.

El próximo debate será aquí en Yucatán, y solo nos queda esperar que en este haya más propuestas, menos ataques, menos protagonismo de los moderadores, menos rigidez, menos apodos, menos inmadurez.