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Hablemos claro del tercer debate presidencial

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Después del primer debate entre los candidatos a la gubernatura del estado, muchos criticaron varias cosas: la mesa de expertos, pocas propuestas, muchos ataques, etc. Parece ser que los aspirantes entendieron los reclamos, por lo que en el segundo y último debate se basaron únicamente a dar propuestas.

Pero, los candidatos a la presidencia de la República se cuecen aparte, es por ello que decidí enfocarme a ellos.

El Gran Museo del Mundo Maya fue la sede del tercer y último debate presidencial. Se podía percibir un ambiente áspero para algunos y muy calmado para otros. Meade había llamado “vulgar ladrón” a Anaya, y este le respondió, llamándolo “mosquita muerta”. Mientras tanto, AMLO, desde el primer lugar de las encuestas, solamente les decía “serenense”.

Era la última oportunidad que Meade y Anaya tenían para posicionarse o afianzarse en el segundo lugar, y así, parecer medianamente competitivos ante el inminente triunfo de López Obrador. También era la última oportunidad para que los indecisos se inclinaran hacia un candidato. Sin embargo, no se logró ni una ni otra.

Los moderadores fueron lo mejor, y habría que hacer principal énfasis en Carlos Puig que realizó buenas preguntas a los candidatos, y evitó, en muchas ocasiones, que se desviarán del tema, claro, siempre de una manera educada y sin pretender ser el protagonista.

EL BRONCO

Se ha caracterizado por lanzar propuestas llamativas en cada debate. Primero, mochar manos; Luego, expropiar la banca; y de Último, eliminar el salario mínimo.

Su desempeño en el debate fue medianamente bueno, de hecho, algo que pude percibir es que logró conectar con ciertos sectores de la población, probablemente no tiene las propuestas más llamativas, e incluso algunas tienden a ser un poco radicales, pero al diagnosticar los problemas transmite lo que la gente piensa, y eso es un punto a favor.

Su lucha consistió en marcar la diferencia entre él y los partidos políticos, y en este sentido, no lo logró. No pudo conectar con el México inconforme, tanto así que no le quitó ni un solo voto a AMLO, y en esta insistencia de mostrarse diferente, EL BRONCO, terminó convirtiéndose en un chiste.

MEADE

¿Qué decir de Meade? Está bien que quieras proyectar una imagen de ganador o competitivo, pero también debemos ser realistas, Meade se encuentra en el tercer lugar de las preferencias, está más cerca del Bronco que de AMLO.

Está bien que te guste el fútbol, y apoyes a la selección mexicana, pero, ¿Desearles suerte mientras estás en un debate presidencial? Se me hace completamente ridículo e innecesario.

En el segundo debate, Meade mejoró muchísimo a comparación del primero, sin embargo, su error fue proponer poco y hacer mucho diagnóstico. Pero ahora, Meade no aprendió de sus errores, atacó mucho a Andrés Manuel, diagnosticó demasiado y propuso poco.

Es cierto que los mexicanos queríamos ver un debate ríspido, aguerrido, pero entre Meade y Anaya, es decir, entre los que pelean por el segundo puesto, no del tercero contra el primero.

Meade sigue en la fantasiosa idea que ganó el debate, y que puede ser presidente de México, claro que lo puede lograr, pero solo de una manera, mediante fraude, compra masiva de votos, ya saben, toda la maquinaria a la que su partido está acostumbrado.

ANAYA

Cuando finalizó el debate, por medio de mis redes sociales lo dejé en claro. Anaya se vio fuerte y contundente durante el debate, pero su principal problema es que se dejó llevar en los ataques que daba y que recibía, perdió su serenidad, frialdad y temple ocasionando así que se descontrolara en muchas ocasiones.

Sus ataques en ocasiones, fueron certeros, hizo que AMLO titubeara. Es cierto que algunas de sus observaciones fueron muy técnicas evitando que el golpe fuera con la fuerza que él quería, y otros embates fueron frenados por los moderadores.

No puedo decir que salió el “chico maravilla” que todos estábamos esperando. A comparación del segundo debate donde Ricardo no figuró, ahora sí pudo ser protagonista, pero no marcó agenda, no dio de qué hablar durante el debate, cosa que AMLO sí, no por nada es el centro de los ataques.

Explicó sus propuestas, aunque algunas no resultaron lo suficientemente claras. Algo que me llamó la atención es que Anaya propuso entregar tabletas y celulares a todos los mexicanos para que se inserten al siglo XXI, y se me hizo curioso porque pretende entregar esos dispositivos sin pensar en la gente que no tiene que comer, y probablemente los venda, o las personas que no tienen luz eléctrica, o sencillamente, porque la cobertura del internet no llega a todos los rincones del país.

Salió bien librado, su desempeño, si bien no fue excelso, sí resultó bastante bueno, sus intervenciones fueron oportunas, muchas de ellas, incluso contundentes, pero dudo que esa contundencia se vea reflejada en las encuestas, pues su imagen ya está muy desgastada.

AMLO

Ahora sí puedo decir que nadó de muertito, lo pude percibir relajado con una actitud ganadora, incluso se le vio confiado. Inició fuerte el debate, pero se fue desdibujando pregunta tras pregunta, claro, su fortaleza disminuyó, pero no desapareció.

Alardeó sobre su clara ventaja sobre los otros candidatos, y ese fue su modo de ataque, calificando a sus adversarios de desesperados. También hizo valer el sentir popular al calificar a Anaya y Meade de participar en el gasolinazo. No se dejó enganchar con los ataques que recibía, principalmente de José Antonio. Respondió la mayoría de las cosas que se le preguntó.

Durante todo el debate estuvo en modo “spot”, recitando sus principales frases. En algún momento AMLO flaqueó, pero no lo considero de mucha importancia. Cuando ya no sabía qué decir, esperaba a que terminara su tiempo, y así lo hizo en muchas ocasiones.

Si nos fijamos en las encuestas podemos decir que AMLO fue el ganador de los debates no porque haya sido el mejor, que no lo fue, sino porque no perdió la ventaja.

Anaya es el perdedor porque no logró explotar su máximo potencial, y los ataques fueron mermando su capacidad.

Meade fue el gran perdedor, nunca figuró, me uno a lo que muchos dicen, él no levanta ni el polvo; no supo ni quiso desmarcarse de la figura de su jefe, Peña Nieto y a pesar de ello quería representar una alternativa real, cosa que nadie se lo va a comprar.

Al Bronco no le fue ni bien ni mal, era obvio que no iba a ganar la elección, solamente quería cumplir un capricho, no figuró como independiente, dejó mucho que desear, y como mencioné, al final, se convirtió en un chiste.

Estamos a nada de las elecciones más importantes en la historia reciente de nuestro país, y me temo que ningún candidato está a la altura de los grandes retos que se nos vienen encima. Pero, en fin, esto es lo que tenemos y debemos elegir una opción, porque anular el voto o abstenerse no es la respuesta