En México, al 2013 se registraron 108 mil 727 divorcios, en 2012 fueron 99 mil 509 y en 2011 la cifra se ubicó en 91 mil 285. En 1980 por cada 100 matrimonios había 4 divorcios; en 1990 y 2000 esta cifra se elevó a poco más de 7 divorcios, para 2010 el número de divorcios por cada 100 matrimonios fue de 15 y al 2013 se registraron casi 19 divorcios por cada 100 matrimonios. En el 2016, el 58.1% de la población en el país se encontraba unida, 31.4% estaba soltera y 10.5% estaba separada, viuda o divorciada. Pero ¿por qué ocurre este fenómeno y tantas familias son destruidas?
Existe una multiplicidad de factores que lo ocasionan, y como una labor preventiva, y quizá curativa en algún sentido, escribo las siguientes líneas, que si bien no sustituyen una terapia o consejería de pareja a tiempo, si pueden ayudar a crear conciencia de cómo está la relación de pareja hoy, para no llevarse sorpresas mañana. Los ingredientes para un matrimonio exitoso, inician desde mi creencia y vivencia personal con tener a Dios como centro de nuestras vidas. Cuando ambos aman a Dios, de manera genuina, ese amor del cual se nutren, pueden compartirlo de manera generosa con quienes los rodean, empezando por la pareja. Los celos, reclamos, violencia psicológica, el “sacar de quicio al otro” pues ya “sabes sus puntos débiles” y quieres “ganar la batalla”, son ingredientes para el fracaso no solo matrimonial, sino en la vida. Puedes ganar una pelea, pero perderás tu matrimonio, y después no vale quejarse o echarle la culpa al otro, de lo que tú mismo provocaste por falta de madurez y sabiduría.
Otro ingrediente fundamental es la pasión, es decir, los cónyuges deben atraerse, gustarse, desearse como personas, pues sin esta sal y pimienta en la comida, todos los días serían insípidos, así como la puerta abierta a cualquier tipo de infidelidad y adulterio.
La lógica indica que solo deberíamos casarnos con quienes amemos, y nos atraigan sexualmente de manera elevada, pues de lo contrario, estaríamos firmando una condena a la infelicidad. Si no amas a una persona, no te cases, pues te divorciarás. Si no te atrae sexualmente una persona, no te cases, pues estar con ella será un suplicio, y buscarás otras opciones, lo cual es deshonesto, así que mejor, no te cases si no estás seguro de que la persona es con quien realmente quieres pasar el resto de tu vida, siendo mucho más que una emoción pasajera, o con interés de otra índole, las que motiven esa acción.
Otro ingrediente principal es la amistad, que se traduce en ser los mejores amigos, confidentes, socios, divertirse juntos, ayudarse, respetarse, motivarse a ser mejores. Imagina que tienen una vida sexual placentera, frecuente y edificante, pero no se llevan bien cuando salen de la alcoba, peleándose a cada instante, teniendo desacuerdos por cuestiones mínimas, no teniendo gustos en común, o siendo controladores, pesimistas, absorbiéndole la energía vital al otro, truncando sus sueños y anhelos de éxito personal y/o profesional. ¿Acaso funcionaría algo así a mediano o largo plazo? La respuesta es evidentemente no. Si no son los mejores amigos, si no existe confianza entre ustedes, cuando la pasión “se acabe” concluirá también la relación. Es más sólida una relación basada en una necesidad afectiva cubierta por el otro, que una que se base en el fuego de un instante. Pregúntate ¿eres el mejor amigo o amiga de tu cónyuge?, ¿puede contar contigo, eres confiable, lo motivas a ser mejor, se divierten, hacen ejercicio u otras actividades recreativas juntos? Si la respuesta es no, ya sabes por dónde empezar para mejorar tu matrimonio.
Pretextos para no hacerlo, hay miles, pero las quejas que tendrás de ti mismo por no haber hecho lo suficiente mientras podrías, serán muchas más, así que actúa hoy distinto para que obtengas resultados diferentes. Si tienen hijos, aún mayor es su responsabilidad de fomentar el bienestar de la pareja, pero ellos no deben ocupar el lugar principal que tienen ustedes, siendo no solo valioso, sino sano, que tengan un espacio para ustedes dos solos totalmente, cada semana. En síntesis: Dios al centro de la pareja, traducido en amor genuino y sin condiciones, sexualidad sana y pasión, así como amistad y motivación a ser mejores, son los ingredientes clave para un matrimonio sano, exitoso y feliz.
Referencias:
http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/myd.aspx?tema=P
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Psic. Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana
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