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JosefinaVM, en política no existen los milagros

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Josefina Vàzquez Mota
Josefina Vàzquez Mota

Los éxitos en la política se construyen; ninguno viene del cielo. “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” dice la máxima universal.

Cuando Josefina Vázquez Mota se le cruzó en el camino a Felipe Calderón Hinojosa, creyó que todo sería fácil. Nunca imaginó que su acto “heroico” era en realidad una afrenta al presidente de la república, el primer panista de México.

La campaña oficial de Josefina nació muerta.

Y nunca despegó. Ni siquiera el descontón de Calderón de declarar que Josefina estaba a 4 puntos de Enrique Peña Nieto funcionó. Josefina llegó a pensar que una vez candidata, el presidente la apoyaría con todo y sin reproches.

Las cosas no salieron bien.

A unos cuantos días de la elección, nada puede arreglarse ya. La tendencia de las encuestas parece ser irreversible. Y es que, durante 5 años, las cosas no  cambiaron prácticamente nada.

Josefina jamás contó con un equipo de campaña eficaz. Nunca contó con la estructura del partido y cargó con los “horrores” de la dirigencia encabezada por Gustavo Madero, quien hizo trizas la unidad interna con sus procesos de selección de candidatos en todo el país.

La realidad que hoy enfrenta Josefina, es una donde no hay posibilidad alguna de competir, a menos que un “milagro” convenza a los indecisos. Pero se ve difícil, más allá de eso se necesita sin duda un milagro.

Como dijo Vicente Fox, el emblemático panista que sacó al PRI de los Pinos en el año 2000, “este arroz, ya se coció”.

Es evidente que los milagros en Política no existen. Porque la política no es cuestión de dogmas, ni se mueve según la fe.

Josefina Vázquez Mota es una mujer con talento, con capacidades que van más allá de una campaña. No se le puede juzgar por su desempeño durante ella. Pero queda claro que México ya pisó firme los terrenos de la democracia, en donde se vislumbra en el horizonte la posibilidad de que una mujer gobierne al país.

Llegará el 1 de julio, y Josefina podrá mirar de frente a los ciudadanos con la tranquilidad de saber que hizo su mejor esfuerzo, conciente de que pudo haberle ido mejor, si su partido, su presidente y su propio equipo de campaña hubieran trabajado en equipo y sin rencores, torpezas y venganzas.