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La cultura de la humillación

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Por: Alexandra Hidalgo

La humillación es generalmente reconocida como una de las emociones humanas más perjudiciales; sin embargo, a menudo es citada como un factor de motivación en una gama de conflictos interpersonales e internacionales. En los últimos 2 años me ha llamado la atención el tipo de campaña mediática que se está utilizando en el país, basada en cortinas de humo o globos sonda y ataques en línea (on-line) haciendo uso de perfiles falsos que responden a rabietas de personas con intereses particulares.

Muy especialmente me ha llamado la atención la forma tan humillante en que se trata a la mujer, sobre todo a aquella que participa en política. Me recuerda a Monica Lewinski, quien a los 24 años, después de convertirse en el foco de una investigación federal en EEUU, fue objeto de una “cultura de humillación” que se convirtió  en algo común  en los medios de comunicación y en la política, llegando al punto del acoso personal, sobre todo en línea. Aun así, Mónica asumió su responsabilidad y supo encarar la situación, convirtiendo tanta negatividad en una causa.

La  semana pasada circulaba una noticia sobre el diputado Walter Banegas (PAC) en la que se decía que él había expresado: “No es correcto que se escudan en perfiles falsos para emitir cuestionamientos que hasta cierto punto son infundados”. Posteriormente se desmintió estas declaraciones; pero recuerdo que al leer la noticia, de inmediato pensé que la solución no era regular las redes, sino hacer campañas mediáticas de conciencia y enseñar a la ciudadanía sobre el control parental para tener plataformas más seguras en los foros dedicados al intercambio político y comercial.

Creo que el anonimato es importante, pero si algo sale mal, también debe haber alguna manera de volver a la fuente. Esto no significa que las personas tengan que ser abiertamente identificables, pero es necesario contar con un organismo responsable, capaz de realizar seguimiento de la actividad ilegal, que lleve a identificar a perpetradores sexuales, estafadores comerciales, acosadores, incluyendo los acosadores políticos, etc.

Es alarmante la escalada de la cultura de la humillación que estamos viendo en Honduras y  el que cada vez más la humillación sea considerada sinónimo de mercancía por los medios de comunicación (en línea, impresos y televisados). Preocupa sobre medida el impacto de esta cultura de la humillación en la construcción de un poder imaginario y su relación estructural con la identidad cultural.

Avishai Margalit escritora del libro “Una sociedad decente”, describe que una sociedad decente es aquella cuyas instituciones no humillan a las personas bajo su autoridad, y cuyos ciudadanos no se humillan unos a otros. Además considera que la filosofía política necesita urgentemente una manera que nos permita vivir juntos, sin humillaciones y con dignidad.

El uso de las redes sociales como medio al servicio de la cultura de la humillación es devastadora; la moda es hacer viral los mensajes humillantes (en Twitter, YouTube, Facebook, Instagram, WhatsApp etc.) Lo irónico del caso es que las plataformas sociales, que han sido creadas para conectar las personas, son utilizadas para destruirlas. En este aspecto haríamos bien en recordar las reflexiones de Gandhi, quien decía: “A la dignidad humana se la preserva mejor no mediante el desarrollo de la capacidad para manejar la destrucción, sino por el rehusarse a la represalia.” ¡Pongamos un alto a la cultura de la humillación!

Alexandra Hidalgo

Activista social

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