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La importancia de la filosofía para el político y la política por JM Rosado

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La importancia de la filosofía para el político y la política

Por José Miguel Rosado Pat

jose miguel rosado patSiempre he pensado que es necesariala participación de los intelectuales e ideólogos en política. Se hace urgente esa necesidad, de incluir a individuos que no sólo practiquen la política sino que la reflexionen, y esa sea su tarea principal al interior de los institutos políticos y los gobiernos, por supuesto, con miras a influir en los preceptos de los primeros y, en los planes de acción de los segundos. Navegando por la red, encontré un libro muy interesante titulado Filopolítica: Filosofía para la política.

En el prólogo, Victoria Camps, da un preámbulo del porqué la importancia de la Filopolítica como concepto independiente, y plantea al lector una realidad de nuestros días: “A diario se expresan voces que lamentan la falta de liderazgo político efectivo, la cortedad moral de los gobernantes, su nula visión del futuro, la confusión de la política con la mera gestión, y aún ésta a menudo ineficiente.”Basta con revisar las redes sociales para comprobarlo.

En el mismo libro, en una parte señala que la política se está quedando “huérfana de filósofos en un inexorable y preocupante éxodo del discurso moral.”

La propuesta se enfoca en cómo debe influir el ejercicio de la introspección en la personalidad de quienes toman las decisiones importantes. Considera al pensamiento como una herramienta poderosa que los conduzca a actuar conforme a la virtud y le otorga, un papel preponderante al lenguaje dentro de ese proceso. Para ello se apoya en Confucio, y destaca que éste “se empeñó en subrayar el valor preponderante de las palabras pensadas y examinadas porque, de no ser así, la comunicación no funciona, no transmite nada, el lenguaje es impreciso, se nota que lo dicho no está suficientemente meditado ni discutido”.

Pero, ¿a qué se le llama Filopolítica? A los modos de devolverle a la política la dignidad que ha perdido y la sustancia que debería recuperar para conseguir un mínimo de credibilidad y respeto, el camino para dignificarla recibe el nombre de ‘Filopolítica’. Como su composición lingüística lo indica es dotar de filosofía a la política.

El planteamiento esencial se concentra en el desplazamiento que ha padecido la teoría y la contemplación en el mundo ‘de lo político rayando en su ausencia y sustitución por un pragmatismo libertino.

Hoy día, los políticos, encumbran el presente, lo viven de forma absoluta sin detenerse a calibrar las consecuencias del futuro. Han dejado en un rincón el pensamiento, la meditación, el logos de los griegos, la palabra y el razonamiento.

A esto, el texto de Gutiérrez- Rubí, – en palabras de quien prologa el libro- el qué decir o el cómo hacer política se vuelve improbable a causa del excesivo protagonismo de los políticos, de querer estar permanentemente en los medios de comunicación, necesidad que sustituye el lenguaje profundo y pensado por uno que logre mayor cantidad de “likes”. Y al decir profundo, no significa, necesariamente, complejo.En ese sentido, la propuesta del autor, es acertada.

Y,¿a qué se refiere con dotar de filosofía a la política? Bueno, se refieren a la introducción de mayor meditación en las decisiones de quienes la ejercen y para ello, es necesario centrarse en la figura del político, en lo que el político debe conocer y comprender para lograr una mayor trascendencia. Es por eso la afirmación de que una política digna requiere de espiritualidad- no en el sentido religioso- sino en el de la formación ética y moral.

Para el autor (y para muchos de nosotros) un gestor público debe ser una persona de densidad moral y ética, y para ello es imprescindible una actitud reflexiva y pausada y una vida interior rica y equilibrada. De no ser así, corremos el riesgo como sucede cotidianamente, de tener en los cargos más sobresalientes, a personas frívolas. Persona que creen, firmemente, que los ostentan hasta por derecho, por herencia o porque son tan “inteligentes” que se los merecen. Y, de esos, estamos llenos en México.