Para Santiago Ávila, la lucha contra las poderosas pandillas callejeras que aterrorizan a las comunidades de su natal Honduras es profundamente personal. Tenía 19 años cuando su hermano Mauricio, de 16, fue secuestrado, torturado y asesinado por las violentas bandas criminales conocidas como maras.
Pero la tragedia no terminó ahí. El asesinato de Mauricio desencadenó una serie de consecuencias traumáticas que se extendieron a lo largo de muchos años, lo que obligó a la familia a trasladarse de casa en casa en busca de seguridad y, finalmente, obligó a Santiago y a su madre a huir del país para salvar la vida.
“De una semana a otra todo cambió”, recuerda Santiago, que ahora tiene 32 años. “De hecho, mi familia no lo logra superar todavía”.
Boletín de prensa de la ONU