Inicio Análisis político Alejandro López Munguía La violencia política en Yucatán, casos de la vida real.

La violencia política en Yucatán, casos de la vida real.

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Casa del Pueblo, sede del PRI en Yucatán.

La violencia política en Yucatán, casos de la vida real.

La violencia política en Yucatán registra varias víctimas a lo largo de los últimos años. A raíz de las versiones de que varias Diputadas del PRI fueron agredidas por un compañero suyo, se ha despertado el debate al respecto y aunque han habido ya algunos intentos de deslinde, nadie se atreve a ir al fondo del asunto. Meter las manos al fuego resulta demasiado riesgoso.

Como dije, la historia registra varios casos de violencia política especialmente contra mujeres. Haciendo un repaso me viene a la mente los casos de aquellas mujeres y hombres a los que acompañé en esos tiempos difíciles, hoy, de olvidar:

Celia Rivas. ¡Quién no se acuerda de la forma tan vil como la entonces Presidenta del Congreso del Estado fue “bajada” de la carrera por la candidatura al Senado de la república!. No me lo van a contar, estuve a su lado cuando sufrió la arremetida violenta, con amenazas incluidas a su persona. Finalmente lograron su objetivo. ¿Dónde fue eso?, en el PRI.

Angélica Araujo. Nadie podrá olvidar los sufrimientos de Angélica a manos de sus más acérrimos rivales de partido, el PRI. La hicieron añicos, le “tendieron la cama” ese triste 4 de julio del 2011 y se ensañaron con ella. Su gran pecado fue recuperar para el PRI la presidencia municipal de Mérida, tras 20 años de haberla perdido. Sus verdugos nunca la dejaron vivir en paz y hasta hoy, la tienen en la mira.

Carmen Navarrete. La entonces presidenta municipal de Tekax fue objeto de una violencia política sin igual desde los círculos del poder político del estado. Los ataques provenían desde su partido, el PRI y nunca hubo alguien de ellos que sacara el pecho por ella.

Jessica Saiden. Esta mujer pintaba para ser grande, hasta que se propusieron hacerla perder la campaña del 2015 a la alcaldía de Progreso. Mujer de grandes talentos, de fresca visión, fue dañada por su propio partido, el PRI. Sus correligionarios le hicieron la maldad política. Se ensañaron con ella.

Jaqueline Hinojosa. La líder de los jóvenes del PRI fue víctima de la violencia política también. Tuvo que luchar de frente y con todas sus fuerzas para defender su dignidad. Su caso fue muy sonado y tuve el honor de contar con su confianza.

Ivonne Ortega. Es el caso más emblemático de violencia política. Su nombre fue lastimado como parte de una campaña permanente desde el poder político en Yucatán, desde el seno de su entonces partido, el PRI. Y la remataron en el 2018. Todos vimos la forma en la que se llevó a cabo la elección para presidente nacional del tricolor, no hay que explicar nada, el robo fue a plena luz del día.

Presidentas de seccionales, así como líderes de sectores, han sido violentadas en sus derechos políticos a lo largo de varios años, sin respeto alguno.

También han habido víctimas hombres, como Fernando Romero Ávila. El famoso “bacal”, ex presidente municipal de Tekax, se “cuadró” con el entonces Gobernador Rolando Zapata sin imaginar que tiempo después, sería él mismo quien le prohibiría visitar su Ciudad para apoyar a su Padre, Don Fernando Romero “el Oso” y terminaría perdiendo la campaña por la presidencia municipal de ese municipio. Fernando se calló eso hasta que en entrevista lo reveló.

Más recientemente tuve la oportunidad de platicar personalmente con dos mujeres, una diputada y la otra líder de su partido. Ambas me contaron todo lo que han sufrido a manos de algunos “cuadros distinguidos” del PRI. La forma en la que sistemáticamente las tratan sin respeto, sin cordialidad, con insultos, les prohiben apoyos o se los condicionan, como si no tuvieran derecho a nada.

Y podría pasar el día, la tarde, la noche, narrando casos de violencia política dentro de un partido que actualmente pasa por una falta de credibilidad inconmensurable. El PRI está hundido en la mediocridad por la ausencia de autoridad moral, por su incongruencia, por su falta de coherencia y su falta de respeto a la dignidad de las personas que militan o militaron en él.

La historia no es para olvidar, sino para entender que se debe mejorar. En el PRI persisten en esa práctica horrible, deshonrosa que junto con otras también horrorosas, convierten al tricolor en la peor opción de gobierno en el futuro próximo por venir.

Es loable que los aludidos se defiendan, sin embargo, a este PRI no se le cree nada, fundamentalmente porque la historia lo condena.