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Ladrillo por ladrillo: transformando una industria en Uruguay

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Cuando Eduardo tenía 40 años lo despidieron de su trabajo como albañil. Era 1992 en la ciudad de Durazno, Uruguay. Con sus pocas pertenencias al hombro, Eduardo puso rumbo al norte del país y solo se detuvo allá donde encontró uno. Fue en la ciudad de Tranqueras (Rivera) y su nueva fuente de ingresos venía de la tierra, el fuego y el agua: Eduardo comenzó a fabricar ladrillos. 

Hoy, cinco empleos, dos emprendimientos, tres hijos y 28 años después, Eduardo sigue enlazado con una industria arisca y diversa, que tiene el doble filo de ser fuente de empleo fácil para aquellos que más lo necesitan, pero trabajando informalmente con sus derechos laborales continuamente vulnerados. A esa receta hay que agregarleos fuertes impactos negativos que esta industria genera a nivel ambiental. 

“Es un sector precario,” dice Eduardo ,”Siempre estamos al borde del pueblo, de ropa sucia.” De hecho, los ladrilleros generalmente se instalan en las periferias de las ciudades o pueblos, su actividad despide fuertes olores y humo y su alto índice de informalidad hace que todo el tiempo haya personas nuevas en los talleres de producción. 

Los números son difusos y escasos, pero se estima que hay 14.000 familias trabajando en 3500 unidades productivas a lo largo y ancho del país. 

En promedio y en plena zafra—septiembre a abril—un ladrillero artesanal puede alcanzar a producir 30.000 ladrillos al mes. En total, los ladrilleros artesanales en Uruguay producen suficientes ladrillos al año como para construir al menos 1500 casas nuevas, cientos de negocios, hornos, fábricas y más.

Eduardo es uno del creciente número de ladrilleros que está cambiando la forma de hacerlos y, en ese proceso, ayuda a todo el país a disfrutar de un aire, agua y tierra más limpias. Pero en un sector como este, cambiar las tradiciones es muy difícil. 

Del barro y la basura a la pared de ladrillos

“En ese proceso de hacer ladrillos pasas por todas las instancias: buenos momentos de producción y venta, malos momentos de que producís y no vendes nada,” explica Eduardo, quien fue presidente del Movimiento Nacional de Ladrilleros por más de diez años y conoce el sector “de toda la vida.” 

Buena venta o mala, siempre hay producción; hacer ladrillos es un arte que requiere varias etapas.

Primero se obtienen los insumos para hacer la materia prima: agua, tierra, arcilla arena, y materia orgánica como bosta de caballo.

Esta materia se mezcla y se pone en moldes. 

Luego, el ladrillero vuelca los moldes en lo que denomina “cancha”: un espacio lo mas aplanado y limpio posible donde se dejarán secar. 

Ahí quedan los ladrillos durante tres días de “buen sol” en donde pierden el 90% de su humedad. 

De esa etapa se pasa a su horneado para lo cual se utiliza leña como combustible principal. El horno se hace con los propios ladrillos, en un formato piramidal dejando huecos por debajo para ir colocando la leña. El horneado dura entre dos y siete días y se alcanzan temperaturas de hasta 1000 grados C donde se ponen sólidos.

Llegado ese momento se apaga el horno y se dejan enfríar los ladrillos. Cuatro días después están listos para su venta. 

En cada parte del proceso los riesgos laborales y el daño ambiental abundan.

El alto costo de la falta de tecnología

“Es una industria que en terminos tecnológicos está muy rezagada,” dice Pablo Montes, del Gobierno de Uruguay. 

Para ilustrarlo, compara la industria mecanizada a la tradicional. Una máquina industrial puede producir ladrillos hasta siete veces más rápido que un productor artesanal. Los ladrilleros artesanales podrían ingresar en la industria mecanizada, pero hay menos puestos de trabajo, también requiere algunos requisitos entre ellos formación formal que muchos de ellos no tienen. En varios casos apenas saben leer y escribir. 

Aun así, Montes está en posición para ayudar a avanzar al sector artesanal. Es el coordinador nacional del programa PAGE Uruguay (Partnership for Action on Green Economy, por su sigla en inglés), una iniciativa que nuclea a cinco agencias de la ONU, seis ministerios y otros organismos del gobierno. Este megaproyecto tiene entre sus diversas iniciativas y actividades la formalización de la industria artesanal en Uruguay, de manera que los ladrilleros puedan gozar de derechos laborales, mayor rentabilidad y una producción más limpia. 

Para ello se inició una serie de charlas con ladrilleros de todo el país. Se analizó su proceso de elaboración y se encontraron varias mejoras en todas las etapas: desde el tipo de materia prima que pueden usar hasta las técnicas para hornear, todo fue revisado. Consultores de otros países, como Colombia, que ya tuvo su transformación, están circulando por Uruguay dando talleres de cómo hacer mejores ladrillos. 

Actualmente un ladrillero tradicional debe descartar un 40% de su producción por fallas que hacen que el ladrillo se rompa. Las nuevas técnicas permitirán reducir esa pérdida a menos del 5%, explicó Montes.

Todo esto lo está revirtiendo PAGE, un proyecto de la Organización Internacional del Trabajo, el Programa de la ONU para el Medio Ambiente, PNUD, ONUDI (agencia coordinadora del Page en Uruguay) y UNITAR, junto con el gobierno, para lograr una economía mas verde.

No será fácil

“La transformación de la industria permitirá a los emprendimientos ser exitosos,” dice Eduardo. Sabe que tal cambio conlleva muchos beneficios, pero no será tan facil de lograr.

“En esta profesión hay hombres y mujeres que viven de este oficio honradamente por décadas o toda la vida,” explica. La producción de ladrillo artesanal es una forma de vida, una tradición. Un sinnúmero de negocios y casas en Uruguay fueron construídas con ladrillos hechos por las manos de estos trabajadores anónimos. Invirtieron su vida en esta profesión, y están orgullosos de lo que han creado.

“Eso es lo que tratamos de defender,” dice Eduardo. Aún cuando el cambio tendrá su capacidad para llegar a mejores resultados, con la guía de PAGE, Eduardo se da cuenta que no todos los ladrilleros artesanales se adaptarán tan rápidamente. Algunos son escépticos de personas que están por fuera de la industria y que vienen a enseñarles una nueva forma de hacer algo que vienen realizando hace décadas.

Montes es optimista que los ladrilleros artesanales se irán sumando a esta iniciativa dado los beneficios que tienen las nuevas formas de trabajo. “Queremos mantener lo artesenal, mientras lo hacemos más seguro y verde,” dice. “Podemos tener ambos.” 

 

 

 

Boletín de prensa de la ONU