Sin duda alguna, no podemos contar la historia de la política mexicana en el siglo XX, sin mencionar a Manuel Clouthier del Rincón, mejor conocido como El Maquío.
Su misión era sencilla, abrirle un boquete al sistema para que todos los mexicanos pudieran pasar. ¿Cómo lograrlo? En un inicio, desmitificando la figura presidencial en una época donde el presidente era Dios; segundo, moviendo las almas de buena fe en México, en un momento donde se empezaba a perder la esperanza; tercero, democratizando al país, y lo logró.
El fruto de su esfuerzo se vería reflejado 12 años después cuando Vicente Fox llegó a la presidencia, pero Clouthier no lo podría ver, ya que murió el 1 de octubre de 1989 en un accidente automovilístico.
Fuerte crítico de la dictadura priista, iniciando con la desesperada medida de López Portillo, el hombre que iba a defender el peso como un perro, que como perro terminó con la cabeza agachada, orejas caídas, y metiendo su cola entre las patas, al nacionalizar la banca. Hasta el fraude electoral de 1988, cuando se cayó el sistema dándole el triunfo a Carlos Salinas de Gortari.
Cárdenas muy mesurado proponía limpiar las elecciones, Clouthier, un tanto más radical, exigía realizar nuevos comicios; al no verse concretado este hecho, decidió optar por una reforma política.
Hablar del Maquío, sería hablar de un demócrata empedernido, cabal, aguerrido, perseverante, y, sobre todo, de un patriota.
Él concebía un partido fuerte, con ideales ya escritos por los cuáles él estaba dispuesto a morir; creía en la libertad y responsabilidad como términos correlativos, estaba convencido que México necesitaba un cambio, pero no de amo, sino uno que nos permitiera dejar de ser perros, sabía que, si el país cambiaba, sería gracias a la unión de los ciudadanos, y no por un candidato.
Desgraciadamente, cuando su partido llegó a la presidencia de la mano de Vicente Fox Quesada, dejó mucho que desear. El candidato de las grandes botas prometió mucho y cumplió poco, para luego convertirse en uno más de ese enorme monstruo al que llaman “PRIAN”.
Los ideales del Maquío se desvanecieron junto a él, aunque esa semilla quedó sembrada en unos pocos, entre ellos, obviamente, sus hijos, principalmente tres, Manuel, Tatiana y Rebeca Clouthier Carrillo.
Rebeca, acompañada de Ricardo Anaya, se registró como candidata a la alcaldía de San Pedro Garza García, municipio de Nuevo León, por el PAN. No es la primera vez que ocupa ese cargo, pues ya lo había hecho anteriormente, pero en calidad de suplente, ya que el entonces presidente municipal, Fernando Margáin Berlanga, pidió licencia para buscar la candidatura a la gubernatura del estado.
Anaya en twitter, tiempo después, felicitó a Rebeca, una mujer valiente y de lucha, por buscar la alcaldía de San Pedro Garza García, y aseguró que ella iba a honrar el legado del Maquío, su padre.
Tatiana Clouthier, hermana de Rebeca, le respondió a Anaya “Rebeca hace lo que tú, y muchos otros dejaron de hacer; lo contrario a Maquío; bien q lo reconoces”. [sic]
En otro extremo, Tatiana Clouthier es la coordinadora de campaña de AMLO, pues cree en él y en su proyecto, y su misión es clara, sacar al PRIAN de los Pinos, para ello quiere elaborar más propuestas, y no caer en guerra sucia.
Por otro lado, también se encuentra Manuel Clouthier Carrillo que busca la senaduría por la vía independiente, y hasta hace unos cuantos meses ya la había amarrado, siguiendo los ideales por los que, alguna vez, luchó su padre.
Hoy los Clouthier luchan por los mismos ideales que, alguna vez, concibió su padre, pero desde distintas trincheras donde ellos ven que tienen la oportunidad de hacer realidad el sueño que tuvo el Maquío, ese de un México Democratizado.
Rebeca sigue creyendo que el PAN puede ayudar a la construcción de esa realidad, Tatiana considera que MORENA es la opción más viable, y Manuel piensa que es mejor ir por etapas y en la vía independiente sin intereses de terceros.
Hoy, los partidos separan a la familia, pero, dentro de ellos, comparten la ideología del Maquío, ese que creyó en la fuerza de su gente, que le apostó a la juventud, que concebía a un presidente que sea visto como un simple servidor público, y que este debía servir, y servir bien a sus semejantes.
¿Cuál de estas tres vías, opuestas, representa mejor este ideal?
