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Mamá, ¿y cuándo se va el coronavirus?

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Jonathan es un joven de 15 años con Trastorno del Espectro Autista.  Por su condición no soporta el encierro total. El amor y el entretenimiento han sido las principales armas con las que su madre, Clara López Baró, ha logrado sortear durante los últimos meses el aislamiento físico impuesto por el nuevo coronavirus.

“La música tiene un papel muy importante en la vida de mi hijo y es una de sus grandes distracciones. Su padre y yo ampliamos su mundo, le enseñamos piezas clásicas del repertorio musical cubano. Su papá lo acompaña cuando Jonathan toca la pianola y canta. Hay que verlo entonando canciones de Benny Moré”, cuenta Clara López.

Jonathan vive en el barrio de Marianao, en La Habana. Cuando hay un ciclón y sopla el viento, es más fácil para él comprenderlo. Pero la COVID19 es como un enemigo invisible.

“Él sabe que hace daño y, como una cosa mecánica, me pregunta a veces en tono medio desesperado: ¿mamá, y cuándo se va el coronavirus? Entonces procuro cambiarlo de actividad para que su ansiedad disminuya. Ensaya, canta, toca la pianola, y yo me entrego a él todo el día, durante el tiempo que sea necesario”.

Clara López sabe del autismo de su hijo desde que este tenía dos años y medio, pero la intuición de madre le hizo suponer que algo andaba mal desde sus diez meses. “Miraba el televisor y reaccionaba con susto, lloraba con espanto”.

Hoy la Escuela Especial donde estudia Jonathan atiende a niños y niñas con discapacidad intelectual y con dificultad en el aprendizaje.

Un desafío que puede superarse
El Censo de Población y Viviendas del año 2012 registró 41.374 niñas, niños y adolescentes en Cuba con discapacidad. Más de 340 escuelas se ocupan de darles atención con carácter transitorio, hasta que adquieren las habilidades para insertarse a la enseñanza general. Un gran porcentaje lo logra en las escuelas regulares para formarse en un oficio y vincularse a la actividad laboral de sus comunidades. 

Visto el problema en perspectiva, los niños y niñas con discapacidad constituyen un desafío para las instituciones a cargo de la infancia en América Latina y el Caribe.

Cuando hay un ciclón y sopla el viento, es más fácil para él comprenderlo. Pero la COVID19 es como un enemigo invisible.

Ocho millones de menores de 14 años de la región padecen algún tipo de discapacidad. De ellos, 7 de cada 10 no asisten a la escuela, lo que disminuye sus posibilidades de inserción social, y los hace más dependientes de las familias e instituciones gubernamentales una vez que se convierten en adultos.

En Cuba, desde hace 6 años, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia colabora con el Ministerio de Educación en la preparación de los docentes que atienden a niños y niñas con discapacidad en la enseñanza regular, con el objetivo de estimular sus potencialidades reales y brindarles oportunidades de desarrollo e inserción social.

En el contexto de la COVID19, ese propósito se ha trasladado a los hogares, y particularmente a los hogares de niños y niñas con autismo.

Una guía para ayudar a las familias
El folleto “Muéstrales el camino”, es una publicación encaminada a compartir con las familias diversas herramientas para atender sus necesidades y apoyar el aprendizaje y la comunicación a través de juegos y rimas con apoyos visuales.

“Muéstrales el camino” llega a 446 niños con autismo que estudian en ocho escuelas especiales para este tipo de trastorno. De igual modo ha sido una valiosa herramienta para docentes y familias de escuelas regulares y de otro tipo que atienden la discapacidad intelectual.

“En momentos como este, los niños y niñas con autismo necesitan sentirse queridos por las personas que los rodean. Demuéstrales confianza. Busca suavemente su mirada y propicia el contacto físico con ternura”, aconseja el folleto prácticamente desde sus inicios.

¿Cómo explicarles el coronavirus a los niños y niñas con autismo?
El folleto “Muéstrales el camino” ha sido una herramienta imprescindible para madres y padres de niños autistas, en tiempos de coronavirus.

Esa ha sido la experiencia de Clara. y la razón por la que decidió integrarse como maestra a la escuela de su hijo, donde ayuda a articular dinámicas de grupo, prepara a los niños para que canten, y disfruta comprobar por sí misma los progresos de Jonathan, quien no solo se acopla a las voces del coro local, sino también a las del Coro Infantil Nacional de Cuba.

Clara lo mira con orgullo y alcanza a verbalizar, en tono de susurro, una certeza que le brota desde muy hondo: “Él va a llegar a ser lo que se proponga”.

Producido por Aimee Betancourt, Tania Muñoz y Raúl Garcés del Sistema de las Naciones Unidas en Cuba.  

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