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Mercaderes de la fe versus verdaderos siervos de Jesucristo

De acuerdo con la Real Academia Española de la Lengua, un mercader es una persona que trata o comercia con géneros vendibles, es decir, mercaderías o mercancías. ¿Es acaso el evangelio de Jesucristo un “género vendible”? Una mercadería es un producto con el que se negocia o comercia, pero ¿acaso cobró una tarifa pre-establecida de al menos 1,000 dólares por predicar, u otra suma “jugosa, abundante, considerable”, Jesús o algún apóstol por hacer el bien, sanar, ayudar, ministrar a los enfermos?, ¿acaso enviaron contratos legales a personas que elegían en los pueblos que visitaban, contratos repletos de innumerables peticiones mundanas, como “service room las 24 horas en hotel de buena categoría” o “penalización de 5,000 dólares si se cancela la prédica…”, antes de dar su vida de forma gratuita en pro de los demás y su salvación? Mateo 10:8 nos aclara el punto: “De gracia recibisteis, dad de gracia”, es decir no cobres los dones que no son tuyos sino dados por Dios para que los uses a favor de los demás. Algo muy diferente es recibir lo que Dios en su soberanía te quiera enviar a través de la buena fe de quienes reciben dicha ministración, no tuya, sino del Espíritu de Dios, y otra exigir una cantidad, penalizar si no se cumple, y tener actitudes de “estrella holliwoodense” con afán protagonista y mercantilista, sino se hacen las cosas como el falso apóstol, profeta, pastor, evangelista o maestro quiere y espera. Y muchas veces, ni siquiera te agradecen la ayuda brindada, actuando como si se la “merecieran” por algún extraño motivo y demostrando no contar con la característica principal de un verdadero siervo o sierva de Jesucristo: la humildad. Pero ¿Quiénes son los mercaderes de la fe y cuál es su modus operandi?, ¿cómo suelen reaccionar cuando se les descubre y exponen sus malas prácticas en aviso a la comunidad de fieles verdaderos, para que no caigan más en sus redes? El apóstol Pedro nos da luz al respecto diciendo en 2 Pedro 2:3 “Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme”. Utilizar una situación personal dolorosa y genuina con fines de lucro mezclándola con el evangelio, es una de las armas más engañosas que pueda existir, si se hace con el corazón incorrecto puesto en el dios dinero, y no en el servicio sin lucro con fe en recompensas muchísimo mayores: las eternas. Utilizar el nombre de Dios en vano, diciendo que Él debe ser exaltado pero auto-exaltándose en pósters y publicidades a uno mismo como representante del evangelio de Jesucristo, nos hace notar de manera inmediata una conducta esquizofrénica entre lo dicho y lo hecho. Se habla mucho de Dios, pero se actúa poco como Él, o peor, se busca la propia fama, gloria y honra, cuando el único que la merece es nuestro Padre. Hay grandes siervos y siervas de Dios, trabajando sin ser vistos, en misiones que han salvado literalmente millones de vidas, y han arrebatado del infierno a millones de almas, sin cobrar un peso y sin salir en un póster, ni tener una “fan page”. Hombres y mujeres de verdadera oración y acción sostenida en el plano espiritual. Personas que de verdad están “haciendo que suceda” la salvación de almas y no la perdición de las mismas. “Y Jesús les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?” Lucas 6:39. Y así transitan miles en el cristianismo actualmente, engañados por falsas doctrinas, sin verdadero amor a Dios y a las almas, con amor a distintos ídolos como el dinero, el poder, la fama, uno mismo. Por sus frutos se conoce al árbol, como indica Lucas 6:43-45 “No hay árbol bueno que pueda dar fruto malo, ni árbol malo que pueda dar fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto: no se cosechan higos de los espinos, ni se recogen uvas de las zarzas. El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla su boca”.

Son dos las características de los mercaderes de la fe, de acuerdo a la palabra de Dios: la avaricia y las palabras fingidas. Avaricia, es el afán o deseo desordenado y excesivo por poseer riquezas para atesorarlas, fama o poder. Las personas avariciosas, por lo general “saltan a otros” para conseguir sus propios fines, viendo a los demás como objetos desechables, seduciéndolos mientras les sirvan y manipulando las circunstancias siempre a su favor. Pueden tener un cierto grado de psicopatía, en el sentido de ver al otro como objeto y no como ser humano. En mi trayecto de vida me he topado con varios y los he denominado “Brincolines”, ya que suelen usar tus contactos, vínculos, amistades, grupos, prestigio, talento, esfuerzo, ideas, creatividad, a su favor, y luego ni las gracias te dan cuando por tu vía consiguieron sus egoístas fines: éxito mundano, reconocimiento, contactos, poder, dinero, es decir: ya no les eres útil. El buen trato dura hasta que sus objetivos ocultos o agenda escondida se concreta. Ya conozco a los de su perfil, los ubico, y los dejo avanzar aunque sepa quiénes son y cómo se mueven, aunque sí coloco unas comprensibles barreras protectoras, pues sé que Dios siempre hace justicia, y concuerdo totalmente con esta máxima platónica dicha en Gorgias: “Es mejor ser víctima de una injusticia que cometerla”, o lo que es mejor, trato de aplicar con la ayuda de Dios, pues sola no podría, un principio fundamental de vida expresado magistralmente por nuestro amado Jesús en Mateo 5: 38-48:

“El amor hacia los enemigos. Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.

En materia de mercaderes de la fe, hay mucha tela de donde cortar, y cada quien hablará de acuerdo a su propia experiencia con personas de este tipo, a quienes bendecimos y oramos porque Dios les muestre el verdadero camino, ya que engañarán a muchos, pero no a quienes tenemos ejercitado el discernimiento espiritual, y nos fijamos más en lo que hacen que en lo que dicen. Las palabras bonitas, se las lleva el viento. Los discursos motivadores, aunque usen parcialmente palabra de Dios, cualquiera. El carácter real de Jesucristo, su humildad, bondad, empatía, respeto, generosidad, enfoque en el pobre y el que sufre, no en el rico y prestigioso, hacen la gran diferencia. Ahí se conoce en dónde está el corazón, cuál es el móvil genuino detrás de las acciones. Ahora bien, un tema álgido relacionado no con las “mega ofrendas que cobran algunos por predicar” lo cual ya demostramos que bíblicamente es una herejía, es el de los diezmos. Aquí, mi postura cambia, ¿en qué sentido? En lo personal, he sido muy bendecida al diezmar y ofrendar con obediencia, pero sobre todo me llena de gozo ver cómo florece cada día más la iglesia y misiones que tanto yo como mi familia apoyamos con cada semana. Confiamos en la sabiduría y honestidad que Dios ha dado a mi pastor, y estamos viendo, de manera literal, cómo los recursos son distribuidos con fidelidad entre las causas que así lo requieren. Así que yo si estoy a favor del diezmo y la ofrenda, no por imposición pues no es ley, ya que estamos en el nuevo pacto o de la gracia en Jesucristo, sino por amor, con gozo y generosidad. Antes de hacerlo de este modo, no había tanta bendición en mi vida, y no sólo en el área material que es importante pero no la principal, sino en todos los ámbitos. Desde que empezamos a diezmar y ofrendar, así como a ayudar en causas sociales en las cuales no ahondaré pues no busco aplauso por ello ni fotografía de recuerdo, realmente hemos sido muy bendecidos para después bendecir. Este es un hecho, no es mi opinión. Es objetivo y medible, así que algún principio bíblico y espiritual muy fuerte hay detrás de este acto de amor y obediencia. Al respecto, Malaquías 3:10 nos comparte que así dice nuestro Padre: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. En mi caso y el de mi familia, esta es una verdad, así que te invito a diezmar y ofrendar, por amor y obediencia, siendo en nuestro caso en particular, utilizados dichos recursos de manera evidente en múltiples causas sociales y ministeriales que están a la vista de todos. Nuestro pastor es ético, y utiliza como corresponde los recursos para el bien de la comunidad. Y sé que hay muchos pastores, y ministros de la palabra de Dios éticos, con un amor genuino por Dios y por las almas, apegados de corazón a la sana doctrina, que Jesús resumiría en Amor, aunque también la Justicia está implicada, pues Dios a quien ama disciplina, como un padre a su hijo amado. Espero que esta reflexión pueda servir para generar una mayor conciencia de aquello correcto e incorrecto, que debe fomentarse o eliminarse, cuando se trata del evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Jesús es el menos culpable de todo lo que han dicho y hecho “en su nombre” los seres humanos. Y finalizo con estas palabras, precisamente de Jesús, expresadas en Mateo 7:21-23:

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: más el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad”.

 

Deya Álvarez Villajuana. Simple aprendiz apasionada por la verdad.

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