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Pisando fuerte sobre la arena o el carácter para crecer

La palabra del Señor es justa; fieles son todas sus obras. El Señor ama la justicia y el derecho, llena está la tierra de su amor. Por la palabra del Señor fueron creados los cielos, y por el soplo de su boca, las estrellas. Él recoge en un cántaro el agua de los mares, y junta en vasijas los océanos. Tema toda la tierra al Señor; hónrenlo todos los pueblos del mundo, porque Él habló y todo fue creado, dio una orden y todo quedó firme” Salmo 33:4-9.

Al pisar sobre la arena, blanca y espesa, se va develando un camino que antes de ser dibujado por el contorno de los pies no era, pero ya es. Imaginemos que tras presionar un poco, los granitos de arena, se van acumulando de manera armónica y entremezclándose con pequeñas y multiformes conchitas que aparecen al andar. Esta multiformidad, me recuerda a la gracia de Dios, que toma varias formas y se adapta al caminar que cada uno elige, por el trayecto que decide, haciendo uso del libre albedrío. Dios es amor, y también es justicia, siendo esta última siempre con, por y en amor, lo entendamos o no. Simplemente Dios es Dios y nunca dejará de serlo. Imaginemos también que las olas, de manera sutil, van generando esa espuma delicada, que marca la diferencia en un pie reseco por el andar y sediento de humedad, no sin su punto de sal, que arde pero que cura, y tan idónea como la ayuda de una esposa que ama a Dios, brindada a un esposo que también le ama. Enmarquemos el escenario idílico, paradisíaco, con bellas y fuertes palmeras que erguidas resisten cualquier tormenta externa, ya que sus raíces son largas y sólidas, cimentadas en la roca, motivo por el cual, podrán mecerse flexibles al ritmo de la tempestad, pero nunca serán arrancadas del sitio plantado, ya que lo subterráneo, profundo, lo que no se ve, es mucho mayor que aquello que está a la vista. Nuestra vida se compone de decisiones, siendo el presente, la suma de lo decidido en el pasado. La esperanza radica en que hoy, puedes decidir distinto y tus resultados variarán. En mis fuerzas, traté muchas veces de sobrellevar las crisis de la vida. No obtuve respuestas, sólo frustraciones que me condujeron a pensamientos falsos negativos, de derrota y aislamiento social, con la consecuente pérdida del sentido y propósito de mi vida. Pero un día, asentando mi pie en la arena, por la multiforme gracia de Dios, me topé con la conchita idónea que tocó sutil y efectivamente mi talón y lo movió al cambio, al voltear mis ojos y corazón hacia Jesús, a quien acepté en mi interior, no como una religión sino como una relación, en el lugar de mi único Señor y Salvador. Así, dio inicio la mayor historia de transformación, metamorfosis de oruga a mariposa, que jamás ha existido: la propia, pues ¿cómo se ha de brindar a otros, lo que no se tiene por dentro? Jesús, me llenó de amor, del tipo ágape, me aprendí a mirar con sus ojos, ya no con los míos ni con los de los demás, con gafas negras, de sol, acordes al contexto playero, y al fin pude ver más allá, escuchar y creer cual niña, con fe, que es la certeza de lo que se espera, y la convicción de lo que no se ve. Mi fe, está en Dios, en su enorme galardón para quienes le amamos, mismo que obtendremos en esta vida y la eterna, siendo la segunda, la principal y la mayor de las recompensas, estar por y para siempre, en su presencia, adorándole. La adoración, es postrar el corazón y todo lo que somos ante Dios, una vida rendida caminando en santidad, siendo un perfume de nardo puro en un frasco de alabastro, derramado a sus pies, con cada acción, visible o no para otros, pero totalmente observada para el Padre, que todo lo ve y lo sabe, siendo omnipotente, omnipresente, omnisciente y omnisintiente. El pisar firmes sobre la arena, no es cuestión propia, pues uno mismo se tambalearía; es saber caminar confiado, pues estamos conscientes que hay uno superior que nos sostiene. Y si en momentos difíciles, volteas hacia atrás y ves sólo las huellas de una persona sobre la arena y le preguntas a Jesús ¿Dónde estabas cuando me hirieron, lastimaron, fueron injustos conmigo o sufrí por circunstancias dolorosas fuera de mi control? Jesús sonriendo, con ese amor que sólo Él puede dar, te dirá al oído, cual fresca ráfaga apenas perceptible pero necesaria para crecer, mientras te abraza como nunca y como nadie: “Te estaba cargando, esas huellas son las mías”.

La madurez de carácter se pone de manifiesto en los momentos difíciles.

¿Qué jugo sale de tu fruto cuando es exprimido?                                                                                                                        ¿Orgullo, humildad, cobardía, valentía, enojo, misericordia?
Si algo que te dicen te choca, significa que te checa. Es un principio.

 

Bendecidos para bendecir.