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Recuperan “piel” del Cristo del Amor de Popolá

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Hace dos siglos, un gran Cristo de madera llegó a Popolá e inspiró tal afecto y fe entre los pobladores de esta comisaría -la más grande de Valladolid-, que lo nombraron Santo Cristo del Amor.

 

Sin embargo, con el paso del tiempo comenzó a “descarnarse”. En busca de una solución, los priostes y el párroco del templo solicitaron la intervención de especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

 

Aunque el templo de la comunidad, que data de 1619, está dedicado a San Francisco de Asís, el Cristo es la escultura que pende en el altar y en su honor se realiza una feria cada dos años, a mediados de enero. La próxima celebración será especial pues el Cristo del Amor luce hoy una apariencia muy distinta.

 

El proceso involucró a toda la comunidad, anota la restauradora Natalia Hernández Tangarife, del Centro INAH-Yucatán. Mediante el taller “Puertas abiertas”, al menos 60 habitantes de Popolá aprendieron los valores de manufactura, de carácter estético, pero también de cohesión social que entraña esta obra religiosa.

 

Esta escultura policromada data del siglo XVIII. Originalmente, se sabe, estuvo colgada en alguna otra iglesia de Valladolid, pero 200 años atrás fue llevada, por razones desconocidas, a Popolá, localidad que la adoptó de inmediato como su imagen de mayor devoción, pese a que el patrono es San Francisco de Asís.

 

Los trabajos de conservación y restauración abarcaron seis semanas y fueron financiados mediante el Programa de Desarrollo Cultural Municipal, en el cual convergen recursos de los ayuntamientos, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y de la Secretaría de la Cultura y las Artes estatal.

 

Natalia Hernández, quien coordinó estas labores, comentó que el primer paso consistió en definir el estado de conservación para formular una propuesta de intervención.

 

El Santo Cristo del Amor, como también llaman a la obra, no presentó problemas estructurales, pero en el aspecto estético estaba, literalmente, deteriorada.

 

“El estado de conservación de la capa pictórica era delicado: estaba perdida en cerca del 30 por ciento de la superficie a causa del uso que se le dio. Por costumbre, antes de la fiesta se le daba una limpieza empleando tomate, agua bendita y talco; todo ello ocasionó abrasiones”, explicó.

 

La escultura fue bajada de su cruz. Por petición de la comunidad y, dadas sus dimensiones de 1.65 m de alto y 1.60 de ancho con los brazos extendidos, se intervino in situ.

 

El Cristo fue tendido sobre una mesa de la sacristía y un equipo compuesto por la restauradora Tania Martínez, la auxiliar en restauración María Eugenia Canto y Natalia Hernández empezó a reparar los daños presentes a lo largo de su cuerpo, pero acentuados en la barba, rodillas, muslos y brazos.

 

Para evitar cualquier afectación de la capa pictórica original, la suciedad superficial, que empañaba las llagas y laceraciones del Cristo, se retiró empleando solventes adecuados. Asimismo fueron estabilizadas las zonas de faltantes y se aplicaron resanes en las lagunas.

 

La parte final se dedicó a la reintegración cromática. En las áreas resanadas se unificó el color con pinturas al barniz mediante el puntillismo, técnica que permite identificar la capa pictórica original de la intervención.

 

Los resultados dejaron por demás satisfecha a la comunidad de Popolá. Este entusiasmo también es resultado de los talleres de socialización que especialistas de la Sección de Conservación y Restauración del Centro INAH-Yucatán impartieron a lo largo de las seis semanas que duraron los trabajos.

 

Con 160 niños que realizan su catequesis y los propios catequistas se elaboró un mapa donde se marcan los bienes comunales del pueblo y se realizó un rally de conocimientos; mientras, con señoras que habitan en los cinco sectores pastorales, se ubicaron las fiestas religiosas de Popolá en un plano.

 

Un taller más estuvo dedicado a capacitar a los priostes del templo en el cuidado de la imagen recién restaurada, que de ahora en adelante sólo deberá ser limpiada con una brocha.

 

Una labor importante para la conservación y adecuada custodia de los bienes de esta iglesia fue la elaboración del inventario de sus piezas sacras.