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Tengo tanto que agradecer a Dios o sobre el poder de la gracia

Psicóloga Deya Álvarez.

 

Quien diría que una niña con problemas de socialización a causa de distintos factores, dijeron los expertos, podría ser en la actualidad un instrumento utilizado por Dios como canal de bendición para muchas vidas. Nadie podría haberlo imaginado, empezando por mí misma. Siendo aún muy pequeña sufrí abuso por parte de unos vecinos, muchos años mayores; esto, por falta de cuidado parental adecuado. Sin embargo, no culpo a nadie, y ahora sé que todo tuvo un propósito, y este es, el aprender a perdonar, bendecir y ser ejemplo de que sí es posible salir adelante, sin importar lo doloroso de la experiencia, pues con Dios todo lo malo se torna bueno, sólo Él nos convierte de orugas a mariposas. La metamorfosis como personas, hasta convertirnos en lo que Dios nos creó para ser, no es un asunto sencillo, y menos si tienes más factores en contra como por ejemplo, el hecho de que tu padre biológico fuera diagnosticado como paciente bipolar, siendo su primer ingreso al hospital psiquiátrico, el año de tu nacimiento. Sin protección paterna alguna, ni provisión económica, pero contando con dos grandes mujeres que marcaron la diferencia en mi vida, crecí mayoritariamente sola, cual hija única, pero eso sí, la gracia de Dios siempre me acompañó. Su amor, sin que yo lo supiera fue mi sostén y Él me bendijo siempre, a cada paso, como hasta la fecha, sosteniéndome de Su mano, pues si yo lo tomase a él solamente, es probable que me suelte, pero si Él es quien me sujeta, y así lo hace, nunca me soltará. Mi mamá, 12 años mayor que mi papá, se dedicó a trabajar para sacarnos adelante, logrando una posición de clase media alta, y teniendo la oportunidad de asistir a muy buenos colegios, pues eso sí, la educación de calidad fue fundamental para mi desarrollo, aunque el saber mucho no necesariamente te hace sabio, ni tampoco el ser inteligente (existiendo múltiples formas de inteligencia, no sólo lo que se mide en la escuela tradicional); ser sabio es tener el carácter para afrontar con éxito todos los obstáculos de la vida, y sacar de lo malo, lo bueno, confiando en lo que expresa Romanos 8:28, un versículo rhema o sellado en mi espíritu: “Todo obra para el bien de quienes amamos a Dios”, y todo es como lo indica la palabra: todo, sin excepción alguna. Otra gran mujer que impactó positivamente en mi desarrollo, además del buen ejemplo de mi madre, fue el de mi abuelita materna, quien fue bautizada cristiana en el río Usumacinta. Ella, mujer noble, entregada a su familia, me creció con valores que hasta la fecha practico, pues el buen predicador es aquel que lo hace con el ejemplo. Quizá muchos podrían pensar, o no: ¡Que vida: un abuso infantil más un padre bipolar y con adicciones!, pero esas vivencias no me definen como persona, siendo sólo circunstancias fuera de mi control, que en la sabiduría de Dios misma que no soy quien para cuestionar, ocurrieron y formaron el carácter resiliente, preparado para grandes ligas en el terreno espiritual y cotidiano, que hoy en día me sirve no sólo para seguir avanzando, sino para hacerlo de una forma: bendecida para bendecir. La gracia de Dios, es poderosa. La gracia, es un regalo inmerecido. Muchas personas con vivencias menos críticas toman malas decisiones que las conducen a salidas falsas como el suicidio, la drogadicción, la prostitución por sentir que su cuerpo que es el templo del Espíritu Santo, es en realidad un objeto que pueden intercambiar por dinero, y no es así, la delincuencia, entre otras. Dios me guardó, y lo hizo para un propósito especial, que es llevar Su palabra a las naciones, pero fundamentalmente, para dar a conocer al Jesús que conozco, ya no de oídas, sino a través de una relación personal, que trasciende cualquier tipo de religión. Jesús padeció por mí, por todos, fue crucificado sin haber cometido pecado alguno, fue asesinado por sólo hacer el bien sin mirar a quien, pero hizo algo que dividió a la historia de la humanidad en antes de Él y después de Él (A.C. / D.C): ¡resucitó! Y vive. El hecho de que esté vivo y sentado a la derecha del Padre como dice la palabra de Dios y yo creo firmemente, es mi mayor esperanza, pues eso indica que si yo tengo fe en Él, así como tú te decides tenerla, pese a cualquier situación de vida, la entiendas o no, estaremos vivos por la eternidad junto con Él. Recuerda, Jesús no vino por los perfectos sino por los que han sufrido, han pecado, se han equivocado, pero se han arrepentido, y humillándose, volviéndose humildes de corazón, han sido levantados, por gracia no por obras para que nadie se gloríe, siendo el único merecedor de toda gloria y toda honra: Dios Todopoderoso. Actualmente, a mis 33 años de edad, se podría decir que esas dos vivencias, la de la infancia, y la de por vida, pues mi padre aún se encuentra ingresando y siendo dado de alta del hospital, de manera impredecible, han sido procesadas de manera positiva al entregárselas a Dios, y no sólo eso, sino que ahora son parte de la base de un ministerio de ayuda a personas que han atravesado por lo mismo. El propósito era experimentar desde adentro, para compartir hacia afuera. Ahora, lo veo claro, y he decidido seguir ese llamado. Desde el punto de vista del “mundo”, quien quizá no sabía mi testimonio de vida, y lo que Dios hizo y hace cada día en ella, podría decirse que soy una mujer exitosa, con muchos títulos, reconocimientos, premios, buena economía, un hombre que ama a Dios y me ama a mí, pero no saben lo que hay detrás, y que la gracia es la que me y nos sostiene cada día.

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.

2 Corintios 12:9 Reina-Valera 1960 (RVR1960)