Inicio Análisis político Columnista MPV Teoría del Estado, Ciencia política y la Soberanía de Dios.

Teoría del Estado, Ciencia política y la Soberanía de Dios.

Psicóloga Deya Álvarez.

De acuerdo con Heller, H. (1998), el objetivo de la teoría del Estado es investigar la realidad estatal que nos rodea, comprendiendo su estructura, función actual, devenir histórico y sus tendencias evolutivas. La teoría del Estado, es una de las ciencias que en conjunto constituyen la Enciclopedia política, la cual es una de las ramas de la Ciencia política en sentido amplio.

La teoría del Estado como disciplina autónoma es de creación reciente, no existiendo una teoría general del Estado, de carácter universal, estático, invariable, que aborde la “esencia” del mismo en todos los ámbitos. La teoría del Estado se deriva de la Ciencia política, en tanto obtiene de ella su carácter metodológico y sistemático, su fundamento.

La teoría del Estado como tal, empezó a cultivarse en Alemania, tomando tintes de una disciplina especial que desde el siglo XIX se denominó “general”, pues el círculo de sus problemas se redujo a la historia y construcción de algunos conceptos fundamentales de derecho político.

En este sentido, la teoría del Estado se relaciona con la política, por la forma en que se plantean en ambas los problemas. En la vida real, el desarrollo de la ciencia política afecta de múltiples formas, ya que por ejemplo, al carecer la humanidad de principios sólidos, que desde mi punto de vista sería lo escrito en la Biblia (la cual considero la palabra de Dios y la mejor guía para las personas, de manera individual y colectiva), en los cuales basar la construcción del pensamiento político para lograr el fin social de genuino bienestar y Estado de derecho, y bajo la influencia de la corriente materialista, se ha fallado a través de la historia al pretender la estructuración de lo político a partir de la absolutización de determinados valores. Por ejemplo, el liberalismo absolutizó la voluntad general convirtiéndola en el origen de todos los valores políticos y de su justificación, naciendo de este modo el Estado liberal-burgués. En nuestro siglo, el Estado se absolutizó al ponerlo como fin supremo de toda la actividad humana, siendo su valor cúspide, y apareció el Fascismo.

También se absolutizó la raza colocándola por arriba de los demás valores, y nació el Nacional-Socialismo. Se optó asimismo, por determinar a la clase proletaria como valor absolutizado, y se formó así el Estado Soviético, y las manifestaciones de tipo totalitario asociadas al mismo. Luego entonces, lo político no sólo es fundamental, sino que impacta en cada una de las áreas de nuestra vida. De nuestra conciencia de ello, y consecuente participación activa, depende la ocurrencia o falta de ella, de una serie de eventos, que sin duda, pueden hacer historia, misma que avanza de suceso en suceso.

Hablando de historia, autores como Dahlmann, Waitz y Droysen, o la enciclopedia de las ciencias del Estado de Mohl, también consideran que la política y la teoría del Estado se encuentran íntimamente relacionadas. Al respecto, los pueblos latinos e Inglaterra, desarrollaron el concepto de la política y su relación con el Estado, con denominaciones como: sciencepolitique, scienzapolitica, ciencia política y politicalscience, avance que se frenó en Alemania, debido al economismo apolítico del siglo XIX, el cual alejó la denominación “ciencia del Estado” de su verdadero sentido y lo limitó al de las “ciencias económicas”.

Por su parte, el carácter científico de la ciencia política se manifiesta cuando se llegan a establecer de manera verdadera y obligatoria, principios de descripción interpretación y crítica de los fenómenos políticos. Si ello no es así, se generaría un simple conocimiento empírico sin validez universal, no sirviendo a los fines de un verdadero estudio de la Teoría política.

Los datos que puede tomar de la realidad la Ciencia política, son numerosos y complejos, debiendo utilizarse un criterio de verdad que le permita describir e interpretar de una forma válida y objetiva los fenómenos políticos, estableciendo los principios universales que le dan categoría de Ciencia. Criterio, puede definirse como“la norma mental que nos sirve para juzgar, para apreciar valores.”, siendo la marca o signo distintivo, que permite diferenciar una cosa de otra. Criterios, que ayuden a vislumbrar principios que deben cumplir con la condición de ser verdaderos y obligatorios. Si un principio no es así: verdadero y obligatorio, puede caerse en la utilización del mismo, como arma de dominación política, con la finalidad de ganar terreno para el propio interés, pero sin cumplir una misión teórica, y mucho menos ética. Sin embargo, si una afirmación o declaración sobre alguna cuestión resulta ser verdadera y obligatoria, esto no la exime de utilizarse, válidamente, como arma para la conquista o defensa de las posiciones de dominación, sin dañar a las partes, siendo lo mejor siempre un “ganar-ganar”, desde mi punto de vista. Y las veces en que ello no sea posible, al menos que no se perjudique en sobre manera a la contraparte.

Tras lo anterior, surge una pregunta interesante: ¿Cuándo se considera como válida y obligatoria una declaración que describa, interprete o critique desde el punto de vista de la ciencia política? La respuesta, puede relacionarse con la naturaleza de las ideas que la conciencia crítica, presenta como verdaderas y obligatorias, sirviendo a los intereses de “todos los miembros”, comprendiendo que existen grupos antagónicos que contienden, desde los anales de la historia, en determinado tiempo y lugar. Lo verdadero y obligatorio, es válido para ese colectivo, pero quizá no para otro, hallándose un relativismo perjudicial pero realista.

Hallar criterios que permitan unir tiempos, partidos, clases o pueblos, depende de si es posible o no, señalar un sentido atribuible a todos los contendientes, es una misión que compete a lo político. Si dicho sentido no es atribuible, se pierde en política, la condición de ciencia, quedando sólo la política práctica, el simple poder, y la dogmática de partido, sin solidez teórica.

Recapitulando, en la edad media, el pensamiento político estaba influenciado por el religioso dictaminado por la religión dominante (ciencia política dogmática), ancillatheologie. Desde mi punto de vista, lo religioso, no es necesariamente lo espiritual; y lo que determinó la religión dominante por siglos, no es en absoluto la verdad bíblica, tal como fue escrita, y mucho menos, como fue modelada por Jesús, quien no vino a matar a otros por “poder”, sino a amar, incluso a los peores enemigos, venciéndolos de una forma magistral.

En contraposición a la ciencia política dogmática se encuentra la ciencia política crítica, cuya base se encuentra en el pensamiento histórico-social del siglo XIX, y se enfoca en la aceptación universal del condicionamiento histórico-social de conceptos y normas políticas y la “sociología del saber”, que en concreto, expone que existe una perspectividad de pensamiento, la cual “libera del yugo” que ponían grupos particulares a favor de sus intereses, tales como la iglesia fundada por la religión dominante, la monarquía, la aristocracia, la burguesía, el proletariado, etc.

Una propuesta en este tenor, era por ejemplo, la de Fitche, para quien las bases de la filosofía del Estado, eran “el destino del género humano y la igualdad de todo lo que tiene rostro humano”. En el siglo XIX se consideraría la postura anterior, de acorde a un dicho napoleónico, como cosa de “ideólogos” o “ideologías”, pero en mi opinión, los ideales, no sólo mueven al mundo, sino que lo transforman, cuando hay verdadera voluntad de partes, y un sentido de vida superior que lejos de ser egoísta y mezquino, vaya en pro del bienestar propio y de los demás.

Teóricos como Hegel sostuvieron al respecto, que la única y verdadera realidad del ser humano, era su existencia histórica. Marx, por su parte, sólo admitía una forma de pensamiento que incluyera en conceptos, una situación histórica de clases (sociologización de la conciencia). Sin embargo, consideraba a la historia como una conexión llena de sentido y distinguía entre una conciencia falsa y una verdadera. En el siglo XX, Nietzsche y Bergson, relativizaron de manera radical el “espíritu” a la “vida”, apareciendo con ello, un peligro mortal. De igual forma, Georges Sorel y Vilfredo Pareto, señalaron que todo postulado de la ciencia política es la sublimización de una vivencia vital, individual e irracional, a la que corresponde una singularidad histórico-social y personal, con la que no guarda relación el pensamiento. Ello, significaría el suicidio de la ciencia política, al renunciar precisamente, a su carácter científico, y no se diga al ético.

El recurso de sustraer de un fenómeno cualquiera una relativización, y elevarlo a la categoría de criterio absoluto y constante, del cual se supone que “surjan” los demás fenómenos histórico-sociológicos, resultaría, como se ha señalado con anterioridad, en una absolutización de fenómenos temporales (nacismo, fascismo, comunismo), siendo la contrapartida de la historicización y sociologización de los contenidos absolutos.

La base metafísica en la que se sustenta lo antes señalado, sería endeble, ya que aceptaría ciertos hechos de la experiencia, como los únicos reales, desestimando los demás como “idealistas”. Como la misma historia ha demostrado, sería un craso error deificar al Estado, nación, raza, clase, o afirmar que la libido, voluntad de poder o economía, son los únicos móviles de toda la vida política, pues ese lugar, desde mi punto de vista, sólo le corresponde a Dios y no al ser humano.

La práctica política actual parece conformarse con pensar que el saber político es posible como doctrina de partido, y el valor de la misma se determina por su utilidad, es decir “propaganda”, en cuanto a doctrina de poder para dominar a las masas. Vilfredo Pareto, padre del fascismo, ha argumentado este neomaquiavelismo burgués, al generar dependencia de toda conciencia al residuo del estado general individual-irracional del que obra, siendo para él todas las doctrinas políticas, desde Platón hasta Marx, tan sólo una mala metafísica, e ideologías útiles como medios de lucha para el fin: bellumomnium contra omnes.

Sin embargo, si toda conciencia política fuera tan sólo una expresión de una condición individual, no existiendo entre generaciones y clases, partidos y naciones, conexiones de sentido, tampoco sería posible, ni en la política teórica ni en la práctica, ningún status vivendi, que de modo espiritual actúe como intermediario entre ellos, sin racionalidad moral, hallándose únicamente acciones que aspiren a vencer y aniquilar al oponente, al más puro estilo psicopático “integrado”, como se diría en la ciencia que estudié como base, la psicología. Dicha apoteosis del poder político puro y brutal, aparece en la obra de Georges Sorel “Refléxions sur la violence” (1906-1907), popularizada por OswaldSpengler en Alemania, quien a través del segundo volumen de su “Decadencia de Occidente” (1922), consideró que la guerra es la protopolítica de todo ser viviente, y expresó: “La lucha, no de principios sino de hombres, no de ideales sino de caracteres raciales, por el ejercicio del poder, es lo primero y lo último”.

Por su parte, Carl Schmitt, realizó adecuaciones para el fascismo alemán y estableció como una categoría base en lo político, la oposición amigo-enemigo, enfatizando en el concepto de enemigo, que definía como “algo existencialmente distinto y extraño”, y a quien en caso de conflicto, habría que exterminar. Sin embargo, esta postura conduce a una anarquía teórica y práctica, por ser autoritaria y derivar en la dictadura.

La ciencia política, debe mostrar ciertas constantes idénticas, pese a los cambios histórico-sociales, para poder aportar verdades generalmente obligatorias. Marx señalaba al respecto, que “la dificultad no consiste en comprender que el arte y la épica griegos se hallan vinculados a ciertas formas de evolución social. Lo difícil está en el hecho de que ellos guarden aún para nosotros goce artístico, y en cierto sentido, valgan como norma y modelo inasequibles” (kritik der politischenoekonomie).

En todas las épocas, la ciencia política ha fundamentado o atacado situaciones de supremacía política, pero no se circunscribe a esa función. Por ejemplo, el abogado hugonote Bodino, afianzó la monarquía absoluta francesa del siglo XVI al mismo tiempo que esclareció de singular manera, ciertas verdades de la vida política.

La historia, es algo más que un confuso conglomerado de situaciones momentáneas sin conexión entre sí, existiendo constantes idénticas en el acontecer político, sustraídas para la razón práctica a la relatividad histórico-sociológica, tales como: la naturaleza humana, entendida como aquella que lleva la impronta social e histórica. Luego entonces, la ciencia del Estado, parte de una conducta humana que en términos de Marx “pertenece exclusivamente al hombre”. La conciencia pertenece a la idiosincrasia del ser humano, transformando con sentido el mundo que le rodea, siendo guiada por leyes ideales. Esta naturaleza puede ser para la historia natural una variable, pero para la historia de la cultura, es una constante.

En cuanto al desarrollo y objeto de las ciencias políticas, un segundo punto, de gran relevancia en la presente reflexión, de acuerdo con Heller, H. (1998), desde la antigüedad clásica se han transmitido, ya sea de forma hablada o escrita, una multitud de doctrinas y conocimientos que se conocen como ciencias políticas, sin que se haya podido determinar de manera inequívoca su objeto o método específicos.

La política, significaba para los griegos: todos los fenómenos estatales, tanto institucionales como actividades, dentro del contexto del Estado-cuidad. En el antiguo Oriente, las ciencias políticas no se conocieron, y sus inicios en Grecia, son coincidentes con la democratización de Atenas, y de los Estados-ciudades de Sicilia. Los sofistas, pueden considerarse los primeros maestros de la política, compartiendo por ejemplo, Protágoras y Gorgias, enseñanzas políticas símiles al arte para la vida de un individuo, y como una técnica política cuya finalidad era la carrera política del discípulo, limitándose a exponer los medios para alcanzar dicho fin.

La base de las enseñanzas sofistas era una formación enciclopédica general, que incluía matemáticas, medicina, botánica, zoología, astronomía, economía, pedagogía, arte de la guerra, y conocimiento sobre diversos pueblos. Los sofistas pusieron atención especial a enseñar la retórica o el arte de hablar en público, para influir sobre la multitud y llegar a un puesto de dirigente.

En Grecia, la política y la ética se encuentran unidas, estando el aspecto religioso, de la religión dominante, siempre presente. Platón, realizaba ética política, metafísica política y filosofía de la historia del Estado, siendo el punto fundamental en la “República”, la conformación del Estado ideal, uno moralmente mejor. Sin embargo en las “Leyes” aparece una consideración más empírica del mundo político, en forma del ideal del Estado más próximo a una realidad dada, el segundo en el orden de la bondad.

La ciencia política más semejante a la actual, la creó Aristóteles en Grecia, pasando de la especulación lógica y metafísica, al empirismo, recogiendo un extenso material de hechos y evidencias, para determinar el último objetivo deontológico: conocimiento del Estado mejor. Aristóteles describió y criticó, de manera extensa y exacta, las constituciones políticas históricas atenienses y espartanas, cretenses y fenicias. Estudió más de 100 constituciones históricas, llegando a ser el fundador de la ciencia histórico-descriptiva de la política, dentro de la cual también involucra una explicación sociológica de los fenómenos estatales por las transformaciones de la sociedad, atribuyendo las innovaciones en la organización política de Atenas a las luchas políticas y sociales que se suscitaban entre nobles y plebeyos, pobres y ricos. También incorpora elementos científico-jurídicos, pues observa con plena atención las ordenaciones relativamente permanentes del Estado.

En la antigua Grecia se encuentra pues, una ciencia política con objetos y métodos variados, entre ellos, una técnica del poder, un arte cívica, o filosofía moral, combinada con una metafísica histórica, una sociología o una disciplina especial, los cuales existen también en la actualidad, pero son más especializados. Uno de los puntos que no consideraron los griegos de manera profunda, a diferencia de nuestros días, desde mi punto de vista, fue la doctrina dogmática-jurídica del Estado, pese a que Aristóteles realizó investigaciones sobre derecho comparado. Los griegos, no conocieron una teoría general del derecho político, lo cual les sucedió también a los romanos, siendo esta una creación de la baja Edad Media. Es en esta edad, cuando San Agustín, concibe al Estado o civitas como una forma general de vida, aplicable tanto a este mundo, como al venidero. En la contienda eclesiástica gregoriana, las batallas políticas reciben expresión literaria, y se manifiestan teólogos que fundamentan sus posturas sobre la base del derecho natural cristiano, con base en concepciones jurídicas canónicas de la religión dominante, pero sobre todo hebreas (Pentateuco; ley Mosaica), y de la antigüedad griega y romana, así como de pueblos germánicos. En los últimos tiempos de la edad media, surgen dos problemas principales a resolver, en los cuales la bibliografía política de la época centra su atención: el primero, es el derecho o no del papa, líder de la religión dominante, de nombrar y deponer al emperador romano, como en 1314 había pretendido Juan XXII; y el segundo, es si el emperador tenía autoridad o no, sobre toda la religión dominante y príncipes extranjeros, lo que se manifestó de una forma más contundente tras la contienda entre Bonifacio VIII y Felipe el Hermoso de Francia.

La bibliografía política en la Edad Media, se enfocaba casi exclusivamente en la justificación religioso-normativa de la religión dominante. En la Edad Moderna, en Europa, existió algo característico en cuanto a relaciones de poder, que fue la disolución de la unidad del imperio medieval en una multiplicidad de Estados independientes, nacionales y territoriales. Con el Renacimiento empezó el desarrollo del pensamiento empírico, lo cual permeó también dentro del ámbito político.

El moderno Estado soberano nació tras la lucha entre los príncipes territoriales, contra el emperador y la iglesia, en lo exterior, y contra los poderes feudales organizados, en lo interior. Tras una serie de situaciones, se emancipó el derecho natural de la teología, promovida por la religión dominante, y se fortaleció una teoría política secular, la cual trajo consigo un problema fundamental que continúa hasta la actualidad: la disputa por el poder entre el soberano y el pueblo, siendo la utilidad de estudiar al Estado evidente, debido a lo antes expuesto, siendo todo lo relacionado de alto impacto en nuestras vidas y la de todos los y las que conformamos la sociedad.

Referencias
Heller, H. (1998). Teoría del Estado. Fondo de Cultura Económica: México.

Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana.
Licenciada en Psicología, UADY (Cédula: 5157846). Maestra en Psicología y Orientación Vocacional, ENSY (Cédula: 09887047). Doctorado en Ciencias de la Educación, Universidad Anáhuac Mayab (en curso). Estudiante de la Licenciatura en Derecho UNAM (modalidad en línea) y del Seminario Teológico Ministerial Internacional SETEMIN. Docente en el Seminario Teológico San Pablo y en el Tribunal Superior de Justicia del Estado de Yucatán TSJYUC. Empresaria del ramo psico-educativo. Te invito a visitar mi sitio web: www.deyav.com