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Un tema para meditar

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Reflexionar sobre el tema
nos permite comprender el desafío de gran número de países en el mundo
que deben importar el combustible. No abundó nunca ni pudo abundar en
Cuba, sin caudalosos ríos, la energía hidráulica; la solar, una forma
renovable y no contaminante de energía, aunque costosa, se emplea en
varios miles de puntos que satisfacen necesidades sociales; y por
último, la eólica, cuyas pruebas se iniciaron bajo el peligro
destructor de los huracanes. No cesará, por ello, el esfuerzo de buscar
respuesta a las necesidades crecientes de energía.

Nuestra
producción de electricidad depende fundamentalmente de las
termoeléctricas, construidas a lo largo del país en los años de
Revolución pues antes apenas existían, acompañadas de la extensa red
que requiere una isla larga y estrecha para compensar déficit
regionales y los tiempos de imprescindibles reparaciones.

En
nuestras manos, sin embargo, está el ahorro del combustible que se
consume cada día no solo en producir electricidad, sino en las
actividades de la nación: industria, transporte, construcción,
preparación de tierras, etcétera, etcétera. No las enumero todas porque
son decenas las circunstancias en que aquel se consume no pocas veces
más allá de lo necesario, tanto en Cuba como en cualquier parte del
mundo; pero, en nuestro caso, con el agravante de habernos acostumbrado
a recibir de la Revolución muchas cosas por las cuales no hemos
luchado. Nos olvidamos incluso no pocas veces de que los huracanes
existen, a lo que se unen cambios de clima y otros fenómenos creados
por la llamada civilización.

Un dato nos ayudaría a ilustrar tal
situación: el valor de la energía que Cuba consume anualmente, a los
precios vigentes del presente año, supera los 8 mil millones de dólares.

Si,
por otro lado, se suman el valor del níquel, el azúcar y los productos
del Polo Científico, que constituyen los tres principales renglones de
exportación, estos a duras penas alcanzan, en sus actuales precios, los
dos mil millones de dólares, de los que habría que descontar los gastos
e insumos necesarios para producirlos.

Desde luego que no son
estos nuestros únicos ingresos en divisas convertibles. Por exportación
de servicios nuestra Patria obtiene hoy más ingresos que por toda la
exportación material que realiza. Tal vez lleguemos, en un período
relativamente breve de tiempo, a ser exportadores de petróleo. Ya en
parte lo somos de crudo pesado, que no puede refinarse en Cuba por
nuestras limitadas capacidades actuales.

Una conclusión que se
deduce de lo dicho es que, frente a la demanda desmedida de combustible
por parte de los organismos del Estado, la respuesta ha sido
categórica: reduzca las actividades que ha pensado o soñado.

Algunos
de los nuestros sueñan realmente con satisfacer todas las solicitudes
de “pajaritos volando” que la gente desea. Dentro del Estado, se
necesita rigurosa disciplina y un orden absolutamente racional de
prioridades, sin temor alguno a establecer lo que debe o no hacerse, y
partiendo siempre del principio de que nada es fácil y que solo del
trabajo con calidad e intensidad deben proceder honradamente los bienes
materiales.

Los que no deben faltar en ninguna circunstancia son
los medios disponibles que transportan materiales, alimentos, y los
recursos para la producción y los servicios más vitales.

Vuelvo a
insistir en la necesidad no de trabajo burocrático para las telarañas
de las musarañas, sino de trabajo físico imprescindible e
irrenunciable. No ser solo intelectual, sino también ser obrero,
trabajar con las manos.

Octubre 2 de 2008