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Una historia más de lo que sucede en la educación en Mérida

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El miércoles de la semana pasada, en atención a una solicitud de trabajo
publicada con carácter urgente, acudí a la Escuela Preparatoria Mahatma Gandhi,
en la colonia Lázaro Cárdenas de esta ciudad, para presentarme como candidato a
las asignaturas de Etimologías Latinas y Filosofía.

Entrevistado con el Director de la Preparatoria, se quedó la
buena impresión de estar platicando con un caballero que escuchó y asintió
afirmativamente a mi candidatura, quedando en el acuerdo que acudiría el sábado
15 de noviembre a las 10:30 de la mañana a recibir la información,  programas y listas para iniciar mi trabajo
docente  hoy miércoles 17.

Sin embargo, al llegar a la cita sabatina, me recibe la
secretaría ignorando la cita que me informa que el Director había, cinco
minutos antes, salido de la escuela. Además, a ella le informó el día anterior,
que en acuerdo con la maestra, abogada que no podía cumplir sus compromisos por
atender un caso legal y dejar con ello en el abandono las clases y que por ello
se solicitaba un reemplazo,  ésta
continuará con las clases hasta terminar el semestre actual.

Reconozco que no había firmado ningún contrato y que el
acuerdo había sido de palabra, pero se supone que en el medio profesional la
palabra misma debe tener un valor. 
Entiendo también que un directivo puede tomar las decisiones sin la
necesidad de consultar a los demás la conveniencia o no de las mismas.

Pero no por ello se deja de llamar la atención la falta de
profesionalismo y compromiso que demuestra el Director de la Escuela
Preparatoria Mahatma Gandhi que no fue el personalmente quien asumiera la
responsabilidad de la decisión. ¿Qué clase de director tiene la preparatoria
Mahatma Gandhi que se esconde detrás de una secretaría para dar a conocer una
decisión que evidentemente resultará difícil?

Claro que no se puede esperar mucho de instituciones
educativas privadas que vulneran los derechos laborales de los maestros que
laboran en las aulas de éstas. Esto lo afirmó ya que el mismo Director me había
solicitado en la primera entrevista, después de decirme que documentación
requería entregar, que debería firmar mi ACTA DE RENUNCIA ANTICIPADA, lo que en
primera instancia no me negué en virtud de ser una práctica no abandonada en
muchas instituciones educativas. Sin embargo, ante la deslealtad en los
compromisos queda muy claro que dicho documento en manos de no profesionales se
convierte en un instrumento de coacción y represión, donde sin ningún reparo
resulta fácil despedir al maestro que no les convenga a sus intereses, esto sin
darles la oportunidad de contar con servicio médico o cualquier otra prestación
laboral mínima.

Qué lástima que una institución que lleva el nombre de uno
de los próceres más grandes de la humanidad, precisamente aquel que abogaba en
el respeto a la dignidad de las personas, utilice prácticas deshonestas y
faltas a la palabra y compromisos adquiridos ante otros que si somos profesionales.

Le dije muy claro al Director: que un cambio representa un
reto para un docente que entra a suplirlo, pero lo responsable es que el nuevo
tenga la capacidad para cumplir con el programa y tareas asignadas por la
institución, sin olvidar que ante todo siempre deberá haber un respaldo a la dirección.

Pero ante una dirección de esta naturaleza ¿vale la pena
respaldarla?