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Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos

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HOMILÍA

XXIX DOMINGO ORDINARIO

JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES

Ciclo A

Is 56, 1. 6-7; 1Tim. 2, 1-8; Mc. 16, 15; Mt 28, 16-20.

Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos

en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

(Mt 28, 19).

Ki’ olal lake’ex ka t’ane’ex ich maya kin tsik te’ex ki’imak óolal yéetel in puksi’ikal. Bejla’e’ kiinbesik le u ki`inil u bisaj u T’aan Yuum Ku yok’ol Kaab yéetel u T’aan Yuumtsile’ ku ya’alik to’on ti’olal le máax ku túuxtal.

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo afectuosamente deseándoles todo bien en el Señor.

Hoy celebramos la Jornada Mundial de las Misiones. La Palabra de Dios nos lleva a reconsiderar la esencia misionera de la Iglesia. Nuestra oración es hoy especialmente en favor de los hombres y mujeres de Iglesia, que han salido de su tierra para ir a otras naciones a llevar la buena nueva del Evangelio. Nuestra colecta de hoy es para enviarse a aquellos que están en tierras de misión, para el sostenimiento de hospitales, escuelas, templos, seminarios, etc.

Antes de Cristo, cada pueblo tenía su propia religión, sus propios dioses. Pero el judaísmo tenía algunos adeptos de otras naciones y estos eran bienvenidos a participar en el culto. Los profetas fueron anunciando poco a poco la universalidad, es decir, la catolicidad de la salvación, y que gente de todos los pueblos serían convocados a la unidad de un solo culto tributado al único Dios verdadero.

Por eso en la primera lectura de hoy, el profeta Isaías dice: “A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto… los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en mi casa de oración” (Is 56, 6).  Luego con el salmo 66 hoy proclamamos: “Que te alaben, Señor, todos los pueblos”.

Pero antes de esto el mismo profeta señala el comportamiento humano que en todo tiempo, pueblo y cultura, se puede llamar verdaderamente humano y digno de los hijos de Dios; de manera que una religión que no incluya o exija este comportamiento, no puede llevar a la salvación y a la plenitud del humanismo. Dice Isaías: “Velen por los derechos de los demás, practiquen la justicia”. Aún hoy en día un cristiano que no vele por los derechos de los demás y no practique la justicia, no está practicando una fe auténtica por más actos de piedad que realice, y no será su vida del agrado del Señor.

Cuando el apóstol san Pablo invita en la segunda lectura, tomada de su Primera Carta a Timoteo, a hacer oración por los jefes de Estado y las demás autoridades; no lo hace solamente por una actitud convenenciera para que los cristianos puedan llevar una vida tranquila, sino también para facilitar la obra evangelizadora como luego él lo explica diciendo: “Pues Él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre él también, que se entregó como rescate por todos” (1Tim 2, 4-6). Y esto hay que subrayarlo: “Se entregó por todos”.

El santo evangelio de esta Jornada Mundial de las Misiones, según san Mateo, nos coloca en el momento en el cual el Resucitado se despide de los Apóstoles y discípulos, dejándoles el mandato de ir enseñando a las naciones y bautizándolas en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñando a todos a cumplir sus mandatos. La gran seguridad que les ofrece antes de ascender a los cielos es que él permanecerá acompañándolos todos los días hasta el fin del mundo.

El gran desafío para la Iglesia de hoy es en primer lugar, renovar la conciencia en cada bautizado de ser un misionero de  Cristo; y luego como Iglesia, motivarnos a actuar por la enseñanza de los obispos latinoamericanos que se reunieron en Aparecida en el 2007; por la enseñanza que el Papa Francisco ha llevado desde Aparecida a toda la Iglesia Universal en su encíclica Evangelii Gaudium (El gozo del Evangelio), es decir, que somos una Iglesia en salida para una misión permanente.

Desde hace poco más de dos años, desde que un servidor llegó a esta Arquidiócesis como su Arzobispo, nos pusimos en un camino de actualización de nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral, introduciéndonos en el conocimiento de la realidad actual dentro y fuera de la Iglesia, y replanteándonos las exigencias para perseguir un ideal que nos haga superar nuestras fallas y ausencias en la obra evangelizadora, a la luz de Aparecida y de la Evangelii Gaudium. Queremos ser una Iglesia que viva en comunión, pero además queremos ser una Iglesia en “Salida Misionera”.

Por eso hoy que celebramos la Jornada Mundial de las Misiones, además de enviar nuestro amor manifestado en oración, ayuda económica y valoración de las “Misiones ad gentes”, les invito a todos a que consideren su papel personal en la obra evangelizadora de la Iglesia; cómo está cada uno de ustedes desde su familia, desde su ambiente, desde su profesión y su lugar en la sociedad, dando testimonio de su fe en Cristo y convocando a los alejados a volver al Señor. Cómo está cada uno siendo un hombre o mujer de Iglesia en el corazón del mundo, y un hombre o mujer del mundo en el corazón de la Iglesia.

Y a todos los dedicados a la obra evangelizadora, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y todos los laicos que destinan al menos una parte de su tiempo a la acción de anunciar la Buena Noticia, les pregunto: ¿qué estamos haciendo o qué podemos hacer por los bautizados no practicantes, y qué podemos hacer por dar a conocer a la gente no creyente, aunque de buena voluntad, nuestro testimonio junto con los espacios en los que podemos coincidir con ellos trabajando por el bien común? Responder a esto significa ser una Iglesia en “Salida Misionera”.

Jesús lo prometió y está cumpliendo con acompañarnos en esta obra misionera, pero también la Virgen María ha tenido manifestaciones muy claras a lo largo de la historia, de ella como buena Madre que acompaña e impulsa nuestra obra evangelizadora, tal y como se manifestó particularmente en 1531 en el cerro del Tepeyac, dando un impulso enorme a la obra de evangelización en México, impulso que aún continúa.

Nos vemos Dios mediante, el próximo domingo en la tradicional súper kermés de nuestro querido Seminario Arquidiocesano de Yucatán. Les deseo una feliz semana a todos. ¡Sea alabado Jesucristo!

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán