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Viacrucis de una anciana en el Hospital O’ Horán

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Con la prisa del tiempo, Eloina salió de su hogar acompañada de su sobrina rumbo al Hospital O’Horán; a sus 83 años de edad necesita acudir a la farmacia para recoger su medicamento que le controla la presión arterial. Lleva 7 días sin poder acudir al nosocomio, ya que no le es posible andar por sí sola, y aunque camina, la vista ya se le nubla y la alta presión la desequilibra.

A las 10 horas, Eloina baja del auto, como puede ingresa del brazo de su sobrina, se forma en la fila mientras la sobrina corre para mover su auto ya que el policía de tránsito no le permite quedarse estacionado en el lugar. Según está prohibido. La sobrina le explica al policía que la anciana solo va a recoger a la farmacia su medicamento y que no tardará más de 5 minutos, motivo por el que, si lo permite, el auto podría quedarse paradito ese “tiempito”. El policía se niega.

La sobrina sube al auto y empieza a dar vueltas por las calles alrededor del nosocomio, no hay lugar para estacionar y la desesperación empieza a crecer. La tía hace unos días se cayó pues no puede estar mucho tiempo parada.

Finalmente logra estacionar el vehículo y corre hacia la farmacia, al llegar busca a su tía, pero no la ve, y empieza a preguntar por ella, nadie la vio, incluso parece que a nadie le interesa, todos están enfermos, los pacientes de alguna dolencia y los servidores de pereza y fastidio.

La sobrina corre de un lado para otro, hasta que un servidor público le pregunta “¿es una anciana de color morena, de estatura pequeña?”, ella responde afirmativamente, y le dice el trabajador “está sentada en las bancas, porque se desmayó, creo que no le quisieron dar su medicamento, se molestó y se cayó”.

La sobrina corrió a las bancas, y la vio, la tía le dijo “no me quisieron dar mi medicamento, que porque me atrasé en venir a buscarlo”.

Luego de discutir con una enfermera, un policía de guardia, un médico, un trabajador administrativo, finalmente les indicaron a las dos, que la anciana debe volver a consultar para que le den otra receta.

Mientras tanto, el reloj ya marcaba la una de la tarde. La anciana es diabética (entre otros males) y necesita ingerir alimentos para no descompensarse.

Ya en la fila de las citas vespertinas, la tía espera pujantemente para que le den una cita. Luego de comer una media torta y un jugo que su sobrina le compró en la tienda de la esquina, le han medio vuelto las fuerzas.

Alrededor de las 2 de la tarde, el enfermero que da las fichas le dice “señora debe sacar copia fotostática de su carnete del seguro popular”, la anciana le mira con angustia y le dice “joven solo venía por mi medicamento …” no terminaba de hablar la tía cuando el enfermero le revira “por favor vaya a sacar la copia”. La anciana voltea a ver a su sobrina, ésta ya muy molesta reclama al enfermero que tenga más insensibilidad que una pared.

A las 3 de la tarde la señora ya sabía que la atenderían, solo que no sabe a qué hora.

Al momento de escribir esta penuria ajena, la tía esperaba sentada a que la llame el médico que la atenderá para que le den una nueva receta con su medicamento. A su lado hay chorrocientos ciudadanos a la espera también de que la atienda un médico.

 

La neta del planeta.- La insensibilidad es uno de los grandes males que en nuestras instituciones públicas debe erradicarse. Igual que otros males, es nocivo para los ciudadanos. Creo que en los tiempos de la gran transformación nacional que vive nuestro México, abocarnos a la tarea es de urgencia irrefutable. ¿O no?.