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Yo soy el pan de la vida

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HOMILÍA

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo B

Ex 16, 2-4. 12-15; Ef 4, 17. 20-24; Jn 6, 24-35.

Yo soy el pan de la vida” (Jn 6, 35).

Ki’óolal lake’ex ka t’aane’ex ich maya, kin tsik te’ex ki’imak óolal yéetel in puksi’ikal. Te’ domingoa’ Yuumtsil Jesús ku yéesikuba’ tu táan yabach máako’ob je’el bix le wáaj ku dsáik kuxtal, ku lúusik wíij yéetel uk’aj.

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este domingo 18º del Tiempo Ordinario.

El pasado jueves, el Papa Francisco modificó el artículo 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte, y un servidor como presidente del Departamento de Justicia y Solidaridad (DEJUSOL) del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), junto con Mons. Jorge García Cuervo, Obispo Auxiliar de Lomas de Zamora, Argentina, Referente de la Pastoral Carcelaria de América Latina y el Caribe, firmamos el pasado jueves el siguiente comunicado:

La Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona, y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo” (CIC 2267). De esta manera el Papa Francisco nos invita a obedecer el mandamiento del Señor “no matarás” (Ex 20, 13)  y ratifica el principio de la inviolabilidad de la vida y la dignidad humana, la cual “no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves” (CIC 2267). Según el nuevo texto del Catecismo de la Iglesia ‘Se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente’ (CIC 2267).

Esta modificación la asumimos, tal como lo afirma el Cardenal Luis F. Ladaria, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como un “auténtico desarrollo de la doctrina, católica”, conscientes de que Francisco es Pedro y como Vicario de Cristo en la tierra tiene la facultad y el deber de enseñar y orientar con base en el depósito de la fe y la tradición. Como agentes de Pastoral que caminamos junto con los privados y privadas de Libertad subrayamos que siempre hay que creer en la fuerza redentora de la Misericordia y en la capacidad del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios de redimirse. Los discípulos misioneros de Jesús debemos amar, cuidar y defender la vida humana, toda vida humana, por eso nos unimos al Papa Francisco y rechazamos la pena de muerte, al igual que la pena hasta la muerte.

Pasando a las lecturas de hoy, ¿cómo te sentirías tú, si alguien te siguiera y buscara tu amistad, tratando sólo de obtener de ti un beneficio material o económico? Yo creo que con esa base es imposible que camine una verdadera amistad. Continuamos con el capítulo 6 del evangelio de san Juan, del cual el domingo pasado escuchamos cómo Jesús multiplicó cinco panes y dos peces para dar de comer a una multitud, para luego tener que huir de la gente, que al darse cuenta del milagro pretendía llevárselo para hacerlo rey. Ahora continúa el pasaje en el momento en que Jesús se reencuentra con aquella multitud y les reprocha que lo anden buscando por haber comido hasta saciarse.

Jesús los invita a que trabajen por el alimento que les dará la vida eterna y que él mismo ofrece, con la autoridad de su Padre. La obra de Dios que ellos tienen que realizar consiste en creer en Jesús; sin embargo la gente en lugar de creerle, lo reta a que les haga alguna otra señal, que iguale o supere la obra de Moisés quien le dio al pueblo a comer el maná en el desierto. “Maná” es una palabra hebrea que expresa admiración ante algo y se traduce como “¡¿Qué es esto?!”, pues se admiraban del pan que bajaba del cielo. Jesús les aclara que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino su Padre es quien da el verdadero Pan bajado del cielo, un pan que da la vida al mundo. Y nosotros, ¿creemos de verdad en Jesús?, ¿nos maravillamos de su pan?

Es por eso que la primera lectura de hoy se toma del libro del Éxodo, en donde se narra el milagro del maná, con el que Dios alimentó a Israel en el desierto. Nosotros en el desierto de este mundo tenemos el pan de la vida, para tener la fuerza de caminar, como la tuvo el profeta Elías en su camino al monte Horeb; a quien el ángel del Señor le dijo: “Levántate y come, porque el camino es largo” (1 Re 19, 7). Si en el Salmo 77 que hoy proclamamos oímos decir que: “Así el hombre comió pan de los ángeles”, refiriéndonos al maná, ¡cómo no llamar “pan de los Ángeles” al pan eucarístico que Jesús nos dejó como alimento en la última cena y que hoy podemos comer!

Cuando la gente le pide a Jesús que les dé a comer de ese pan que da la vida eterna, él se presenta a sí mismo como el “pan de la vida”, asegurando que quien vaya a él no tendrá hambre y quien crea en él no tendrá sed. Esta autopresentación de Jesús no es falta de humildad, sino un servicio a la verdad, que a nadie hace daño ni ofensa al escuchar, sino que se ofrece a sí mismo en favor de quien lo coma. La humildad no es negación ni ocultamiento de nuestras cualidades, pero sí es evitar la presunción de las mismas, pues como cristianos más bien hemos de poner nuestras cualidades al servicio de todos.

Jesús es el pan de vida. Él es quien antes de dar su vida en la cruz, la entregó en el “Sacramento del Pan” para que nos acerquemos a recibirlo, purificados de pecado, con la intención de comprometernos a dar la vida por los demás y a defender la vida de todo ser humano. Es así como en ese sentido debe entenderse la modificación que el Papa ha hecho en el número 2267 del Catecismo de la Iglesia, para rechazar categóricamente la pena de muerte.

San Pablo en la segunda lectura de hoy, tomada de su Carta a los Efesios, exhorta a la comunidad cristiana a no “vivir como los paganos que proceden conforme a vanos criterios” (Ef 4, 17). Recibamos también nosotros esa exhortación, pues aunque casi la totalidad de la gente que nos rodea esté bautizada, lamentablemente son muchos los que viven como paganos, conduciéndose por vanos criterios que proceden de la moda del mundo y hacen todo lo que sienten y no lo que inspira el Santo Espíritu conforme al Evangelio.

De los días 7 al 10 de agosto se llevará a cabo en las instalaciones de la Universidad Marista, el primer “Congreso Nacional de la Pastoral de los Pueblos Originarios”, al que acudirán alrededor de quinientos participantes de las distintas diócesis de México, así como de otros lugares de América Latina y el Caribe, para reflexionar sobre el quehacer de la Iglesia en favor de nuestros hermanos y hermanas, de los llamados indígenas, considerando sus culturas, su sabiduría y sus necesidades.

Este congreso culminará el sábado 11 de agosto en el santuario de nuestra Señora de Izamal, donde conmemoraremos con una santa Eucaristía el 25º aniversario del encuentro de San Juan Pablo II con los pueblos indígenas de América, el cual aconteció precisamente en ese lugar. Todos ustedes están cordialmente invitados a esta misa que será celebrada a las 9:00 hrs. por la mañana; donde podremos nuevamente invocar la intercesión de nuestra Señora en favor de todas nuestras intenciones personales, familiares, eclesiales y sociales.

Sigamos orando por Nicaragua y Venezuela. Oremos también por nuestros próximos gobernantes, para que todo lo que planeen y ejecuten sea de beneficio para todos, especialmente para los más pobres de nuestros pueblos y ciudades.

Sigan disfrutando santamente de sus vacaciones. Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán