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Arrepiéntanse y crean… Síganme

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HOMILÍA

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

“DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS”

Ciclo B

Jon 3, 1-5. 10; 1 Cor 7, 29-31; Mc 1, 14-20.

 

“Arrepiéntanse y crean… Síganme” (Mc 1, 15).

 

 

In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ domingo u k’iinil u T’aanil Yuum Kue’, je’e bix ku ya’alik Papa Francisco u k’iinil u xookil Biblia ma’ chen junp’éel k’iinij, wa’a ma’a u láakal ja’ab, tumen k’a’anan u yantal láaktsilil yéetel much’tal ichilo’on yéetel Kili’ich Tsíib bey xan yéetel le Ka’a Púut Kuxtaló. Kexi’ ti’e domingoa yanak múuch’táambal yéetel u Kili’ich T’aan Yuum kue’.

 

 

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor en este tercer domingo del Tiempo Ordinario, Domingo de la Palabra de Dios.

 

 El Papa Francisco nos ha dicho que: “El día dedicado a la Biblia no ha de ser ‘una vez al año’, sino una vez para todo el año, porque nos urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes” (Motu Proprio, Aperuit illis, n. 8).

 

También nos ha dicho el Papa que: “La Sagrada Escritura y los Sacramentos no se pueden separar”. Es necesario iluminar la celebración de los sacramentos con la Palabra de Dios, y quien predica debe hacer girar su homilía en torno a la Palabra proclamada. No es correcto dedicar la homilía a exponer las propias ideas, ni muchos menos avisos parroquiales o regaños. La palabra del sacerdote debe de ser un servicio a la Palabra de Dios y un servicio a la comunidad, sirviendo como un puente para ayudar a los fieles a obtener el mayor provecho del alimento sagrado de la Palabra divina.

 

También los fieles pueden prepararse a recibir los sacramentos leyendo por su parte algunos pasajes de la Biblia, o asimilar los sacramentos con una lectura posterior. De igual forma, quien tenga el misal mensual o anual, puede anticipar la lectura o volverla a leer después de la Eucaristía. 

 

Estamos en esta semana que corre del 18 al 25 de enero, en la llamada “Semana de oración por la unidad de los cristianos”. Recordemos que, si no podemos compartir con los hermanos de otras iglesias nuestros sacramentos, en cambio sí podemos compartir la Palabra de Dios, sin hacer de ella un instrumento de batalla, sino un alimento común, con el respeto que nos merece la Sagrada Escritura y el respeto que nos debemos unos a otros.

 

En la primera lectura, el profeta Jonás cumple con la muy difícil tarea de llamar a la conversión a los habitantes de la ciudad de Nínive, siendo que ellos no eran miembros del pueblo de Israel, ni creyentes en el verdadero Dios. Sin embargo, cuando los ninivitas escucharon el mensaje de Jonás, con la amenaza del castigo divino, creyeron y se arrepintieron, haciendo ayuno, portando el vestido de arrepentimiento (llamado sayal), pequeños y grandes. El primer paso interior es el de creer, el segundo es el de arrepentirse disponiéndose al cambio de vida.

 

Los ninivitas, y especialmente su rey, tuvieron la humildad de aceptar la advertencia de Dios por boca de Jonás. Ojalá que también cada uno de nosotros junto con nuestros gobernantes estemos atentos a la voluntad de Dios en nuestras vidas. El nuevo presidente de los Estados Unidos ha dado muestras importantes de tomar el camino correcto en varios de sus decretos, como retomar el compromiso con las Naciones Unidas a favor del clima y el cuidado de la Casa común; como el detener la construcción del muro fronterizo con México; apoyar a los nacidos allá y no documentados para que logren su permanencia en el país; o incluso hacer frente al COVID con toda seriedad. Hay temas que nos preocupan, como el del respeto de la vida de los aún no nacidos. Pero nuestra oración lo acompañe para que sea un gobernante según la voluntad de Dios.

 

Con el Salmo 24 hoy hicimos una petición a Dios que cada día hemos de repetir diciendo: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”. La ley de Dios siempre es para nuestro bien, porque Dios es bueno y todo lo que Él nos pide nos conviene acatarlo. Por eso dice el Salmo: “Porque el Señor es recto y bondadoso, indica a los pecadores el sendero, guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos”. Ojalá tengamos siempre la docilidad de dejarnos conducir por el Señor.

 

En el santo evangelio de hoy encontramos dos llamados que hace Jesús al iniciar su ministerio público: un llamado a todos para arrepentirnos y creer; y un llamado que hace a algunos para dejar todo y seguirlo. La verdad es que nadie puede seguir al Señor sin ser creyente y sin reconocer sus pecados con arrepentimiento.

 

El evangelista san Mateo señala el inicio del ministerio de Jesús en cuanto se entera de la noticia de que Juan el Bautista fue encarcelado. Jesús sabe que este encarcelamiento de Juan es definitivo y que no volverá a predicar, pues su misión había terminado, aunque también es una figura profética del final que tendrá luego el ministerio de Jesús. Así, el Bautista fue precursor de Jesús en su nacimiento, en su predicación y en su martirio.

 

El llamado que hace Jesús a todos para creer y arrepentirse tiene su fundamento en que el Reino de Dios ya está cerca. Cómo no va a estar cerca si se encuentra en su propia persona, pues él encarna el Reino de Dios. Estar cercanos a Jesús significa estar cercanos al Reino. Por eso la invitación a la fe es a creer en él como el enviado del Padre. Ningún profeta había invitado a creer en su persona, como ahora lo está haciendo Jesús. Él es la salvación en persona.

 

Entonces de inmediato llama a dos parejas de hermanos, a cuatro pescadores, para que dejen sus redes y se conviertan en pescadores de hombres. Su obra evangelizadora desde el principio quiere contar con la participación de un pequeño grupo de colaboradores, una pequeña comunidad que será el núcleo con el que hará nacer su Iglesia. Ellos eran Simón (llamado después Pedro) y su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan. Ellos de inmediato dejaron las redes y a sus familias.

 

Esto nos habla del poder seductor de Jesús, y aunque el Evangelio no lo detalle, ellos ya habían oído hablar a Jesús y habían conocido su poder de hacer milagros. Hoy el Señor nos sigue llamando a todos a creer en él y a arrepentirnos. Sigue llamando a algunos y es capaz de seducirlos para que dejen todo y a todos, dedicando su vida a la causa del Reino.

 

¡Qué mejor manera de vivir, que en el seguimiento de Cristo! Para creer, arrepentirnos y seguirlo, el punto de partida es reconocer lo pasajero y caduco que es todo cuanto nos rodea. De eso nos habla la segunda lectura, tomada de la Primera Carta de san Pablo a los Corintios, que venimos leyendo ya hace varios domingos. Esta terrible pandemia que todavía estamos enfrentando nos ha dado, los mejores argumentos para convencernos de lo que dice este pasaje de hoy: “El tiempo apremia… este mundo que vemos es pasajero” (1 Cor 7, 29. 31).    

 

Desde la fe y nuestro apego al Reino de Dios tenemos que relativizar, no sólo las cosas que tenemos, sino incluso las personas que tenemos, por eso dice el pasaje: “Conviene que los casados vivan como si no lo estuvieran” (1 Cor 7, 29), y es que san Pablo estaba hablando del matrimonio cristiano y del celibato, el cual no tiene sentido sino en la fe en el Reino de Dios.

 

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

 

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán