El día de ayer los colombianos votaron en plebiscito el acuerdo de paz que alcanzará el gobierno con las fuerzas rebeldes de las FARC. A primera instancia se podría pensar que nuestros hermanos latinos de Colombia no están de acuerdo con la construcción de la paz. Han sido varias décadas de sufrimiento por el conflicto armado que ha trastocado la realidad de muchas familias y la interacción política y social.
Sin embargo, la negativa para avalar los acuerdos de paz tiene que ver con el Estado de Derecho y la procuración e impartición de justicia. Algo mucho más amplio que solo un cese al fuego. Es la aspiración de un pueblo que reconoce que la paz tiene que construirse sobre una base sólida: la justicia.
No debe haber paz sin justicia. Una justicia que esclarezca muchos hechos cruentos y que por lo mismo no deje impunes los delitos.
Al final, por más reglas que existan, en la guerra todo se vale. Los daños colaterales y sufridos por los inocentes al conflicto están presentes. Son una llaga que lancera la dignidad e integridad de la sociedad.
Los colombianos nos han dado un ejemplo de lucha por el Estado de Derecho y la legalidad por encima de paz. Es la aspiración del pueblo que quiere construir sobre base sólida.
No es una cuestión de desestimar el proceso de paz que no ha sido fácil. Pero tampoco es dar una carta en blanco, ni para las tropas rebeldes ni a los militares del gobierno. Es necesario poner a todos en su lugar. No dejar impunes a quien deba ser castigado.
Gran ejemplo de justicia pide los colombianos.
Obligan a las dos partes del conflicto a retomar la negociación de cara a la sociedad y no en los intereses particulares de quienes la paz significaría olvido.
