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De Chamonix 1924 a Pekín 2022: 24 ediciones de Juegos de Invierno

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Madrid, 31 ene (EFE).- Pekín, que sucede a la surcoreana PyeongChang y que marca el hito de haber albergado también los de verano (hace catorce años), organizará a partir de este viernes la XXIV edición de los Juegos Olímpicos de Invierno, que por primera vez tuvieron lugar en 1924 en la localidad francesa de Chamonix.

El patinaje artístico integró el programa de los Juegos de Londres 1908, al igual que el de los de Amberes 1920, en los que también hubo hockey hielo; aunque los primeros Juegos de Invierno ‘en serio’ no se celebraron hasta 1924 y recibieron ese tratamiento de forma retroactiva, ya que fueron concebidos de forma inicial como la Semana Internacional del Deporte (invernal).

Esas competiciones acabaron siendo un éxito y los países escandinavos, que, de entrada, eran contrarios a las tesis -provinientes del área germana- de crear unos Juegos de Invierno, accedieron a que éstos se disputaran, con periodicidad de cuatro años: idea que cobró fuerza especialmente después de que capturasen 28 de las 43 medallas en liza.El estadounidense Charles Jewtrew -oro en los 500 metros de patinaje- fue el primer campeón olímpico de invierno y el primer medallero lo encabezó Noruega, que repetiría en 1928, en St. Moritz (Suiza). En unos Juegos en los que el inlandés A. Clas Thunberg, que había capturado seis medallas cuatro años antes en patinaje de velocidad -tres de oro-, logró dos nuevos títulos olímpicos y la noruega Sonja Henie brilló al ganar, con 15 años, el patinaje artístico.

El primer cambio de continente se produjo en la tercera edición, en Lake Placid y en 1932. Inauguró esos Juegos Franklin Delano Roosevelt, gobernador del estado de Nueva York y más tarde presidente de los Estados Unidos, primeros en un medallero que se decidió con polémica, al cambiar sobre la marcha y sin aviso previo toda una serie de reglas en el patinaje de velocidad. El estadounidense Eddie Eagan ganó en el ‘bob’ a cuatro y se convirtió en el primer campeón olímpico de invierno y de verano, ya que en Amberes’20 (Bélgica) había ganado oro en boxeo.

Los del 36, meses antes de los de verano en Berlín,, fueron los Juegos de Adolf Hitler, que unió Garmisch y Partenkirchen situando una estación de ferrocarril entre ambas localidades bávaras. Sonja Henie fue la estrella, al lograr su tercer oro consecutivo en patinaje artístico. Christl Cranz -que entre 1934 y 1939 ganó doce títulos mundiales en esquí alpino- capturó el oro de combinada ante su público; en la última cita olímpica antes de la Segunda Guerra Mundial (1939-45).

St. Moritz fue de nuevo sede, después de la misma, en la edición de 1948, en la que las sanciones internacionales excluyeron a Japón y a Alemania. Canadá ganó el hockey, Henri Orelier -miembro de la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial el descenso de alpino; y el sueco Nils Karlsson los 50 kilómetros de esquí de fondo.

En 1952 los Juegos llegaron a Noruega, la cuna del esquí moderno. La llama olímpica se encendió en casa de Sondre Nordheim, el primer esquiador famoso, y 94 esquiadores la traportaron hasta Oslo. Canadá ganó su quinto oro en hockey y el país anfitrión ganó el medallero, por tercera vez consecutiva.

Cortina D’Ampezzo, en los Dolomitas italianos, albergó la edición de 1956, en la que participó por primera vez la URSS, que, con siete oros, tres platas y seis bronces, fue la primera en la clasificación de trofeos, algo que repitió en los siguientes dos Juegos. El austríaco Toni Sailer, hizo pleno en esquí alpino al ganar las tres pruebas -ahora hay cinco individuales, más la prueba por equipos- fue el héroe de los primeros Juegos de invierno televisados, que le catapultó al mundo del cine. “El rayo de Kitz” (“Der Blitz aus Kitz”), como se conocía al esquiador de Kitzbühel, ganó descenso, gigante y eslalon.

Squaw Valley, en California, supuso en 1960 la segunda salida de Europa y la segunda vez que los EE.UU. organizaron una cita olímpica invernal. Walt Disney presidió el comité organizador de las ceremonias inaugural y de cierre; y Estados Unidos ganó el hockey hielo.

Cuatro años después, Innsbruck padeció una poco habitual escasez de nevadas y el ejército austríaco “tomó” las montañas para acondicionarlas con nieve transportada desde otras estaciones. Las hermanas Christine y Marielle Goitschel cruzaron primer y segundo puesto en el eslalon -que ganó la primera- y en el gigante del esquí alpino para mayor gloria de Francia, organizadora de la siguiente edición.

La sede fue Grenoble, donde en 1968 Noruega interrumpió el dominio soviético en el medallero y Jean-Claude Killy repitió, doce años después -y esta vez ante su propio público- la gesta de Sailer. El italiano Franco Nones (en los 30 kilómetros) se proclamó primer campeón olímpico de esquí de fondo no escandinavo.

1972 supuso el estreno de Asia, que en Pekín albergará por cuarta vez unos Juegos de invierno. En los de Sapporo (Japón), de los que fue excluido “por profesional” uno de los mejores esquiadores de todos los tiempos, el austríaco Karl Schranz, España protagonizó con el ‘bombazo’ que supuso el oro en eslalon de Paco Fernández Ochoa, único campeón olímpico invernal español hasta la fecha, fallecido en 2006.

La URSS lideró una vez más el medallero en Innsbruck’76 (Austria) y en Lake Placid’80 (EEUU). En la capital del Tirol -en sustitución de Denver (Colorado, Estados Unidos), designada por el COI, pero cuya población se opuso a la organización de los Juegos- Franz Klammer confirmó su condición de héroe nacional al ganar el descenso del Bergisel ante su enloquecida afición.

Lake Placid, que, tras ser sede en 1932, repitió en 1980, fue testigo de los cinco oros en patinaje de velocidad que Eric Heiden ganó para Estados Unidos y del sorprendente título en hockey del equipo local, que derrotó a la Unión Soviética en la final. Y Sarajevo, la capital bosnia, en la desaparecida Yugoslavia, organizó en el 84 la primera cita de invierno en un país socialista. Bill Johnson ganó el descenso para los Estados Unidos y sus compatriotas los gemelos Phil y Steve Mahre fueron los dos mejores en el eslalon. La extinta República Democrática Alemana (RDA) dominó el medallero, ocho años antes de que la pista de bobsleigh se convirtiera en una posición artillera de las guerrillas serbias y las pistas de eslalon en una instalación militar.

Canadá albergó por primera vez en Calgary una cita invernal en 1988 -en el 76 Montreal había organizado los de verano-. La germana oriental Katarina Witt defendió su título en patinaje artístico. El italiano Alberto Tomba ganó eslalon y gigante, la suiza Vreni Schneider le emuló en las pruebas femeninas y el finlandés Matti Nykaenen ganó tres oros en saltos de esquí. El medallero lo dominó de nuevo la URSS.

En Albertville’92 (Francia) España ganó la que fue su segunda medalla olímpica invernal, la de Blanca Fernández Ochoa -fallecida’ en 2019-, al igual que su hermano ‘Paquito’, en el eslalon. Tomba se convirtió en el primer esquiador alpino en defender título -el de gigante- y Alemania fue la que más oros ganó.

Noruega -que había organizado los de Oslo’52- volvió a albergar los Juegos en 1994, en Lillehammer, donde se rompió la cadencia de cuatro años, para separar las citas de verano y las de invierno. Fueron los Juegos de la polémica entre las patinadoras artísticas estadounidenses Nancy Kerrigan y Tonya Harding -instigadora de la agresión que sufrió la primera-. Que se resolvió con plata para la ‘buena’ y un octavo para la ‘mala’. El fondista noruego Bjorn Daehlie, que la había iniciado dos años antes, prosiguió con su colección de trofeos que culminaría cuatro años más tarde en la segunda cita invernal en Japón: la de Nagano’98, donde el austríaco Hermann Maier se convirtió en “Herminator”, al ganar dos oros -supergigante y gigante- justo después de haber sufrido un escalofriante accidente en el descenso, disputado en Hakuba, que fue bautizado como “la caída del siglo”.

La alemana Katja Seizinger se convirtió en la primera mujer que defendía con éxito un título de descenso y su compatriota Georg Hackl, en luge, pasó a ser el sexto deportista en lograr tres títulos consecutivos en la misma disciplina. Daehlie, con tres oros y un bronce, alcanzó la gloria absoluta en Nagano, donde alcanzó su plusmarca histórica de títulos (ocho en total) y medallas (doce), que mejoraría hace ocho años en Sochi su compatriota el biatleta Ole Einar Bjoerndalen -mejorado a su vez hace cuatro por otra noruega, Marit Bjoergen- en unos Juegos en los que Alemania encabezó el medallero.

Bjoerndalen reinó en los Juegos que albergó Salt Lake City, en Utah (EEUU), donde ganó todas las pruebas en la que compitió, colgándose al pecho cuatro oros y aupando a su país a lo alto de la clasificación por trofeos. Y si el noruego fue rey, la reina fue la croata Janica Kostelic, ganadora de tres oros y una plata en esquí alpino. El noruego Kjetil Andre Aamodt se convirtió en el esquiador alpino más laureado del olimpismo, con siete medallas, al ganar en Salt Lake dos oros más. Un récord que ampliaría cuatro años después en los Juegos de Turín.

El suizo Simon Ammann causó sensación al ganar dos oros en los dos trampolines con tan sólo 20 años. ‘Harry Potter’, como se le bautizó por su aspecto, repetiría esta proeza ocho años después. El protagonista negativo fue el español de origen alemán Johann Muehlegg, desposeído por dopaje de los tres oros que había ganado en esquí de fondo.

Turín fue sede de los vigésimos Juegos cuyos triunfadores fueron el biatleta Michael Greis -uno de los artífices para que Alemania ganara el medallero- y el patinador en pista corta surcoreano Hyun-Soo Ahn, triples campeones cada uno. Con dos se fueron de Italia la fondista estonia Kristina Smigun y la austriaca Michaela Dorfmeister, que puso la guinda a su carrera con los títulos de descenso y supergigante en esquí alpino. Un deporte en el que la española María José Rienda, que en Vancouver igualó la plusmarca invernal de cinco Juegos del fondista cántabro Juan Jesus Gutiérrez -a los que en China, donde apuntará alto, empatará la rider catalana Queralt Castellet- partía como favorita en el gigante, en el que se tuvo que conformar con el decimotercer puesto, en Sestriere.

El austriaco Benjamin Raich, se convirtió en el primero, después de Tomba, en ganar gigante y eslalon; mientras que Aamodt marcó un hito, al ganar por tercera vez -después de Albertville’92 y Salt Lake’02- el título de supergigante y mejorar su propio récord de esquiador alpino más laureado del olimpismo a cuatro oros, dos platas y dos bronces. Aamodt, con veinte, también detenta en su deporte el récord de medallas en Mundiales y Juegos.

Los Juegos de Vancouver comenzaron marcados por la tragedia, ya que horas antes de su inauguración se produjo la trágica muerte del georgiano Nodar Kumaritashvili en un entrenamiento de luge; y acabaron con la anfitriona, Canadá, ganando el medallero. Triunfaron la fondista noruega Marit Bjoergen -que empezó a agrandar un mito que la llevó a ser la más laureada (hombre o mujer) en Juegos de inverno-, con tres oros, una plata y un bronce, mientras que la patinadora de velocidad en pista corta china Wang Meng se colgó al pecho tres oros.

En esquí alpino, el estadounidense Bode Miller -doble ganador de la Copa del Mundo y cuádruple campeón mundial- capturó en Whistler Mountain el único título que le faltaba, el olímpico, en la supercombinada, a lo que añadió un bronce en el descenso y una plata en el superG. La anfitriona derrotó a Estados Unidos en la final de hockey y ganó de forma clara el medallero en Vancouver.

El excéntrico Miller añadiría a su vasta colección otro trofeo en Sochi, donde capturó bronce en supergigante y se convirtió, con 36, en el medallista de más edad en la historia olímpica del deporte rey invernal. En unos Juegos caóticos en los que la anfitriona ganó un medallero que la acabaría metiendo después en no pocos líos. El local Victor An ganó, en ‘short track’, tres oros, los mismos con los que la noruega Bjoergen salió de Rusia como la mujer más laureada del olimpismo invernal, con seis oros, tres platas y un bronce: antes de convertirse en la plusmarquista absoluta cuatro años después.

En PyeongChang, la veterana fondista le sacó, con 37 años, aún más brillo a su muy espectacular palmarés: destronó a su compatriota Björndalen y en el olimpismo invernal no hay hombre ni mujer que igualen sus ocho oros, cuatro platas y siete bronces. Y Noruega, segunda en el medallero de Sochi, sucedió en el historial a Rusia, anfitriona de aquellos Juegos. En los que cimentó los escándalos de dopaje que dejaron fuera de la cita surcoreana a muchos de sus deportistas y que forzaron a los que sí lo hicieron a competir sin bandera y sin himno, como Equipo de Deportistas de Rusia.

Si Bjoergen fue la gran triunfadora hace cuatro años en Corea, donde brillaron el estadounidense Shaun White y la checa Ester Ledecka. El saltador japonés Noriaki Kasai batió el récord de comparecencias, al disputar sus octavos Juegos de Invierno, con 45 años: podría ser el abuelo de la estadounidense Chloe Kim; que posiblemente ya hubiese triunfado en Sochi -donde no la dejaron competir hace ocho años, porque tenía sólo 13- y que ganó, en el país de los suyos de verdad , el ‘halfpipe’. En el que Shaun White, apodado, por pelirrojo, el ‘tomate volador’ cuando se dio a conocer al gran púbico en los Juegos de Torino, capturó su tercer oro: metal al que optará de nuevo, con 35 años, como el más veterano de la prueba, en Pekín 2022.

El californiano brilló en Corea, donde Ledecka marcó un hito: nadie antes había ganado oro olímpico en dos deportes distintos y la checa lo logró en snowboard -su ‘primera especialidad’- y en esquí alpino. Sorprendió primero al ganar el supergigante alpino; siete días antes de rizar el rizo y ganar el gigante paralelo de snow, disciplina en la que un año antes había capturado oro en los Mundiales de Sierra Nevada.

El ceutí de la federación andaluza Regino Hernández -en boardercross de snowboard, prueba en la que el francés Pierre Vaultier revalidó un título que buscará este año el vasco Lucas Eguibar- y el madrileño Javier Fernández -en patinaje artístico, donde repitió oro el japonés Yuzuru Hanyu- introdujeron de nuevo, 26 años después, a España en un medallero en el que, con sus dos bronces, acabó vigésima sexta. En Pekín, los quince deportistas españoles participantes, aspiran a lograr, al menos, la que sería la quinta medalla olímpica de la historia de España.

Adrian R. Huber