Inicio Análisis político Enrique Vidales Ripoll El país a 40 años de Tlatelolco… ¿algún cambio?

El país a 40 años de Tlatelolco… ¿algún cambio?

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Hoy hay muchas reflexiones sobre el incidente. Hoy se va conociendo más de lo que sucedió con la revisión histórica y la mayor libertad para pensar y hablar que vamos experimentando. Sin embargo la revisión no es por las vías oficiales donde se presume que aún no se han desempolvado toda la información en documentos relacionados con los sucesos trágicos de octubre. La reconstrucción la estamos haciendo a partir de los testimonios que ya se dejan escuchar. Fragmentos con el estamos intentando reconstruir un rompecabezas que por a subjetividad de los interlocutores, ante la carencia de elementos objetivos, hay muchos huecos. Especialmente la muerte del presidente Díaz Ordaz, el que así mismo se declaró responsable histórico, social y político de los hechos del 2 de octubre, abren un espacio que difícilmente lograremos llenar a cabalidad para entender las acciones concretas de esa tarde.
Pero independientemente del número de muertos que pudo haber en un juego cruzado, no se podrá negar que un evento de tal naturaleza tuvo consecuencias muy directas en la conciencia del mexicano. Por un lado el estado de shock provocado fue suficiente para cumplir con el deseo del sistema de controlar los disturbios días antes del inicio de las olimpiadas de México.
Estudiantes que solo querían mejorar la sociedad fueron reprimidos de manera brutal. Encerrados en la oscura cárcel de Lecumberri por varios años. Tratados como simples criminales solo por querer alzar la voz a favor de una mejor democracia. Hablar de libertad y justicia fue equivalente a ser un ladrón de pacotilla.
Por ello, muchos de ellos, lo que no fueron apresados, viendo que el camino por la institucionalidad no era el adecuado para hacer valer las demandas nacidas por el cansancio de la ciudadanía ante un sistema político sordo, muchos de los líderes optaron por la lucha armada, la revolución violenta, que provoca la etapa de la guerra sucia de los 70 con los movimientos insurgentes de Lucio Cabañas u otros que hasta ahora alimentan una lucha romántica a favor de la democracia del país.
Pero también hay quienes, aún siendo los testigos de la represión, no les importó ser parte del mismo sistema que los reprimió con violencia. Ahí está la histórica foto que se publica en un diario español del entonces estudiante Ernesto Zedillo Ponce de León que se convertiría mucho tiempo después en Presidente de México. Valdría la pena hacer una encuesta de cuántos hoy funcionarios de gobierno y autoridades de elección popular formaron parte del movimiento estudiantil del 68. Seguramente nos daríamos cuenta que hoy, quienes son parte del sistema político ahora, en el antes fueron reprimidos por el mismo.
¿Han ayudado, estos ex integrantes del movimiento estudiantil, a cambiar la represión a la crítica, a consolidar la libertad para evaluar las estructuras de gobierno, a escuchar la voz de los ciudadanos que demanda un mayor compromiso ético, con valores y sin corrupción en la conducción y decisión en los actos de gobierno?
Hay avances. Sería muy tonto no reconocer éstos. Pero aún no podemos afirmar que hay una sociedad que viva más plena las libertades para plantear las soluciones y propuestas para mejorar la sociedad. Que si bien hay instancias que nos ayudan, también muchas de éstas están tan bien diseñadas que se convierten en controladoras y legitimadoras de las acciones hegemónicas de un sistema político que no desea cambiar; simplemente porque así conviene a los intereses del mismo.
Pero aún con todo lo anterior, se mantiene la firme esperanza de la sociedad de condenar los hechos contra los estudiantes del 2 de octubre de 1968. Lo que nos demuestra que México ya no fue igual, sin duda, por la osadía de los estudiantes de retar a un sistema, que aun con la represión continúa viva en la conciencia del mexicano.