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El periodismo de investigación y la delgada línea de la libertad de expresión

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Anabel Hernández es una periodista con un valor reconocido por develar y hacer públicos los secretos del narcotráfico y su implicación en la vida política, económica y social de México. Algunas de sus investigaciones han servido para encausar a políticos que fueron seducidos por las delicias del poder originadas por el narcotráfico y la corrupción.

El periodismo de investigación, como el desarrollado por Anabel Hernández, tiene una cuota de peligro. Desde la búsqueda de fuentes de información, el acceso a ellas y el análisis y conclusiones dependen de una valoración que el propio periodista debe realizar para verificar la validez y la confiabilidad de la información. Al final, no es una autoridad ni tampoco tiene una protección de fe pública de sus dichos ya que no es parte del sistema de procuración o impartición de justicia. Por lo cual no se debe entender de forma absoluta lo que puede ser apreciaciones subjetivas de la realidad.

En la última semana la periodista Anabel Hernández ha generado una gran polémica por el libro “Emma y las otras señoras del narco“, por alusiones muy directas que realiza sobre personas públicas que acusa tendrían vinculaciones de amistad o amoríos con narcotraficantes.

Negar la relación de narcotraficantes con el espectáculo es ridículo e insulto a la inteligencia. Es conocido que el poder económico de los narcotraficantes puede mover los intereses no solo para la contratación de artistas para espectáculos privados sino también para acercamientos entre ellos. Si una persona normal, sin esa capacidad económica daría lo que fuera para conocer o salir con un famoso ¿qué es lo que impediría a los narcotraficantes o esposas o hijos hacerlo?

Ahora bien, nuestra constitución específicamente en el artículo 22, se define que las penas no se permite la infamia, como también, no deben ser inusitadas y trascendentales. Sobre la última característica, la investigación y las sanciones deben limitarse a los sujetos que cometieron de forma probada y contundente delitos. No implica trascender, es decir, propagarse a otros cercanos de los delincuentes a menos que hayan coparticipado en la conducta criminal.

Artistas como Chespirito, Jenny Rivera, José Luis Perales o José Luis Rodríguez alias “el puma”, por mencionar algunos, se le han vinculado con espectáculos contratados por narcotraficantes a los cuales acudieron. Eso no los hace definitivamente cómplices de narcotráfico o delincuencia organizada. De forma análoga es como los sirvientes o personal de servicios, médicos o maestros, que igualmente fueron contratados por los narcotraficantes. Si ellos al final no participaron de forma directa en las operaciones ilícitas, no se les puede fincar una responsabilidad por ejercer un trabajo y recibir en consecuencia un pago con dinero mal habido.

Con respecto a las relaciones sentimentales, si a una esposa o hijos, no se les puede vincular de forma directa una responsabilidad penal por el hecho de tener esa relación, lo mismo se extiende para las amantes o los amigos. Por supuesto que, si estos sí participan en los hechos, la investigación debe probar el vínculo y la causa penal para abrir proceso. Caso especial es la esposa de “El chapo” que reciente ha sido condenada por las autoridades judiciales de Estados Unidos por participar en operaciones ilícitas en el cartel de drogas de su marido y que Anabel Hernández toma como personaje para titular su libro.

La intención de la periodista, explicada en diversas entrevistas a medios nacionales e internacionales, es conocer la verdad sobre el narcotráfico en México. Un fenómeno que no solo se limita a la producción y distribución de droga, sino que ha envenado la vida política, económica y social de México.

Esto en gran medida por el poder económico de la droga y del dinero, así como de las posturas machistas y misóginas que se les ha permitido a estos grandes capos de la droga. De ahí la necesidad de ir explorando como estos delincuentes, con la seducción del poder y del dinero, ha encantado a artistas y figuras públicas. Pintando, para que encuadre en la ecuación que nos presenta en su libro, a esas mujeres que lo han permitido por ser débiles, ambiciosas y perniciosas, que aceptan la denigración a cambio de participar de los regalos, cambio de favores o sentir la delicia del poder.

El escudo para publicar esta información es el derecho de la libertad de expresión. Sin embargo, hay límites en ella. No se puede ni se debe dañar a terceros ni alterar la paz pública. Como tampoco se puede trastocar los derechos fundamentales de otros.

Si los famosos o artistas, aún sea por cuestiones de trabajo o de relaciones sentimentales no participaron de manera directa a los hechos criminales de los narcotraficantes, la propia Constitución mexicana les ampara el derecho de la privacidad. Si los hechos se hacen públicos, como es el caso del proceso penal de la cual ya hay sentencia de Emma Coronel, la situación cambia y abre entonces la oportunidad de analizar el caso específico.

Anabel Hernández ha amenazado en que tiene otros nombres de personalidades famosas vinculadas con el narcotráfico. Aunque es muy claro que va a asumir su derecho de libertad de expresión para dar a conocer la verdad, su verdad; es muy claro, que la delgada línea de libertad de expresión puede seguir trastocándose sin llegar necesariamente a ser benéfico para entender, juzgar y valorar como el narcotráfico vulnera la vida y la institucionalidad del país, porque bajo ese fin, no deben vulnerar los derechos de terceros.