Las violaciones hebreas, según Ignacio Burgoa Orihuela, se expresan de la siguiente manera:
- Violación al principio de publicidad en virtud de que el proceso se verificó en la casa de Caifás y no en el recinto oficial llamado "Gazith"
- Violación al principio de diurnidad, puesto que tal proceso se efectuó en la noche
- Violación al principio de libertad defensiva, ya que a Cristo no se les dio oportunidad de presentar testigos para su defensa
- Violación al principio de rendición estricta de la prueba testimonial y de análisis riguroso de las declaraciones de los testigos, pues la "acusación" se fundó en testigos falsos
- Violación al principio de prohibición para que nuevos testigos depusieron contra Cristo una vez cerrada la instrucción del procedimiento, ya que con posterioridad a las declaraciones de los testigos falsos, el Sanhedrín admitió nuevos.
- Violación al principio consistente en que la votación condenatoria no se sujetó a evisión antes de la pronunciación de la sentencia.
- Violación al principio de presentar pruebas de descargo antes de la ejecución de la sentencia condenatoria, puesto que, una vez dictada, se sometió a la homologación del gobernador romano Poncio Pilatos
- Violación al principio de que los testigos falsos debía aplicárseles la misma pena con que se castigaba el delito materia de sus declaraciones, toda vez que el Sanhedrín se abstuvo de decretar dicha aplicación a quienes depusieron contra Jesús.
No obstante no se determina el aspecto subtancial por el cual se derivó la sentencia de culpabilidad que merecía la pena de muerte según el mismo derecho judio.
Para precisar se tendría que ir a uno de los fundamentos más valiosos del judaísmo. Para los judios, no existia un nombre específico para mencionar a Dios. Cuando a Moises se le presenta Dios en la forma de una zarza ardiendo y es cuestionado su nombre, en el texto bíblico se dice "Yo soy el que soy". En ese momento se presenta el nombre real de Dios, pero como el hombre es imperfecto y pecador por naturaleza, éste no tiene en derecho de mencionar tan sagrado nombre. De tal manera, que los judios al leer los libros sagrados y tener que mencionar el nombre de Dios, por respeto, se guarda silencio.
Si regresamos al momento final del proceso de Jesús en la noche del Sanhedrín, en el texto evangélico se reconoce que no se haya causa alguna para condenarlo. De pronto, el Sumo Sacerdota Caifás lanza una pregunta a Jesús "¿Tu eres el hijo de Dios?", a lo que el procesado responde "Yo soy", inmediatamente Caifás declara "¡Blafemia!" y se rezga las vestiduras.
De lo anterior se puede deducir que la auténtica blasfemia de Jesús no fue en proclamarse Hijo de Dios, lo que en sentido amplio todos lo son, sino que respondió Jesús a la interrogante con el nombre de Dios, aquel santo y respetado, que nunca podría ser pronunciado. Motivo más que suficiente para declarar la blasfemia que conduciría irremediablemente a la muerte.
Del proceso de Cristo ante Poncio Pilatos no hay mucho que decir, ya que más allá de estar viciado igualmente en su proceso, la pax romana era un principio que permitía acciones conciliatorias y respeto a la normativas locales mientras se garantizará la estabilidad y hegemonía romana.
Lo que sin duda es importante señalar para los católicos que este tiempo de reflexión en torno de los hechos que marcaron la muerte del fundador de la religión, que más allá de los hechos y motivos que lo llevaron al martirio se encuentra una máxima que demuestra el verdadero sentido del mismo: No hay mejor amigo, que aquel que se atreve a dar la vida por éste