Entre las funciones del Estado se reconoce como tarea sustantiva la procuración de seguridad para los ciudadanos. Las instituciones que el Estado crea se consolidan en el espíritu de procurar brindarle al integrante, es decir al ciuadadano, el ambiente propicio para que éste se desarrolle. Claro que para lograr es importante que se cumpla la máxima constitucional de que los ciudadanos contemos con leyes claras que delimiten la función pública y lo que está prohibido realizar. Para que así la autoridad, que tiene el límite que la misma ley establece, cuente con los medios para que en caso de no cumplimiento de la ley se castigue a los responsables.
En estos días, ante los últimos acontecimientos ¿se ha logrado consolidar esa institucionalidad que permita cumplir con una de las principales funciones del Estado?
Que quede claro que la responsabilidad no se limita a la acción, sino también, en la omisión, o sea, en el no hacer cuando se tiene la responsabilidad de manifestar externamente una conducta.
Sin duda, hay alguien que no está haciendo la tarea. Se cometen muchas omisiones en la vida institucional en la procuración de justicia y en las responsabilidades de mando y condución del país que hacen que el escenario sea caótico.
Así es posible explicarse el por qué el país está al revés. De que en lugar que los activistas, por ejemplo, sean las voces de conciencia, hoy sean atacadas en la integridad física y corporal de sus familiares, rehenes de la misma delincuencia organizada.s
Regresando al argumento inicial, si bien esos activistas son víctimas, vale la pena reflexionar y cuestionar quiénes podrían ser los sujetos activos, que deben contemplarse no sólo los ejecutores que cometen los crímenes en contra de éstos, sino también, de quienes desde la autoridad no cumplen con los compromisos, trabajo y medios que deben aplicar para que esto no funcione.
No se vale rehuir de la responsabilidad… que aunque no sea legal al final, el veredicto ciudadano, también tiene un valor.