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En primera persona: “Escapé del gueto de Varsovia”, recuerdos de una superviviente peruana del Holocausto

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Halina Wolloh y sus padres llegaron sanos y salvos a la costa de Sudamérica en el año 1948 como judíos refugiados de su nativa Polonia. El largo camino que comenzara en el gueto de Varsovia terminó con la eventual migración a Perú; fue un largo viaje que empezó en el puerto italiano de Génova, y que los llevó a atravesar el Atlántico durante un mes.

Siendo aun una niña, Halina tiene todavía presente cuando los nazis asaltaron las viviendas del gueto de Varsovia y recuerda perfectamente el olor que la lana de la tienda de abrigos de su abuelo dejó en su memoria para siempre. Fue precisamente allí, entre los retales de tela y lana donde él la escondió salvándole la vida mientras otras mujeres y niños eran llevados en camiones por los alemanes y trasladados a campos de exterminio.

Tras la deportación de sus abuelos, su papá organizó la evasión del gueto. Fue una de las muchas veces que su destino se definió en un instante.

En esta entrevista, desde su hogar en Lima, Halina nos explica cómo fue la huida de su familia gracias a la ayuda de los héroes anónimos del Holocausto: europeos no judíos y otros salvadores que arriesgaron sus propias vidas para protegerlos. A los 84 años, Halina nos cuenta que la manera de cumplir su propósito como sobreviviente es contar al mundo su historia.

“Yo nací en Varsovia, en Polonia, en 1936. Mi nombre completo es Halina Sachs Stein, y de Wolloh ya de casada”.

¿Cómo fue su niñez en Polonia?

Bueno, prácticamente no tuve niñez, lamentablemente, porque cuando yo tenía cuatro años empezó la guerra y los nazis fueron al departamento de mis padres y de mis abuelos en Varsovia, y nos pusieron el gueto.

Como yo era chiquita, yo tenía cuatro o cinco años. Lo único que te puedo contar es lo que me han contado mis padres, que me salvaron la vida.

¿Cómo escapó, cuando los nazis fueron a buscarlos al gueto?

Mi abuelo, durante muchos años antes de haber llegado al gueto, fabricaba abrigos y sacos, y tenía muchas telas en un desván. El día que llegaron los nazis en sus camiones, él se dio cuenta que iban a llevarse a todos los niños y a las mujeres que trabajaban en las máquinas de coser. Y mi abuelo me agarró y me tiró a las telas que guardaba en el desván y así me salvó la vida porque no pudieron llevarme los alemanes. Así que bueno, eso fue la salvación.

¿Recuerda cómo sintió en ese momento?

Yo lo recuerdo por el olor de las telas. Tú sabes que los olores muchas veces nos hacen recordar. Ahora que tengo 84 años, acabo de cumplir 84, cada vez que entro en un lugar donde hay esas telas de lana, lo recuerdo. Es, digamos, esa parte de mi vida que nunca me voy a olvidar.

La vida en el gueto que cuentan a mis padres será muy dura. En el gueto nos tenían sin comida, sin medicinas y no había médicos. Era una vida muy, muy dura.

En el año 42, los nazis se llevaron a mis abuelos y a mi tío, el hermano mayor de mi mamá, a Treblinka.

Entonces mi papá decidió que iba a organizar una escapada del gueto y nos escapamos. Nos enseñó a rezar el padrenuestro en polaco. Yo hablo perfectamente bien en polaco hasta ahora, y nos escapamos una madrugada como cristianos

Y por suerte, mi papá tenía muchos amigos no judíos en la parte “aria” de Varsovia y organizó tres casas de esos amigos, una para mi mamá, la otra para mi papá y la otra para mí. Y ahí me cuidó una amiga de mi papi, una señora muy buena que me enseñó a leer y escribir y todo eso. Y hasta el año que terminó la guerra en el 1945, yo estuve en esa casa con esa señora.

Los polacos tenían la orden de entregar cualquier judío que encontraranEllos no tenían derecho de cuidarnos, de ocultarnos. Así que (mis padres) no podían visitarme mucho. Me visitaban muy poco. Una vez cada dos o tres meses. Y así fue como nos salvamos.

Cuando ya nos habíamos escapado y vivíamos en la zona “aria” de Varsovia, mi papá fue tomado prisionero en la calle. Lo agarraron los nazis, no se dieron cuenta que era judío, por eso felizmente no lo mataron, pero se lo llevaron a trabajos forzados en Berlín, en las fábricas de Krug. Krug es la fábrica de los automóviles de Volkswagen y otras marcas.

Emigración

Al final de la II Guerra Mundial, la madre de Halina la llevó a vivir en un convento donde fue cuidada por un breve periodo. A finales del año 1945, Halina y su madre emigraron, y encontraron un nuevo hogar, temporal, fuera del país.

Entonces mi mamá se quedó conmigo. Y una señora italiana que se hizo amiga de mi mami -todo esto está pasando en el año 45 cuando terminó la guerra, anima a mi mami a viajar conmigo a Italia. Bueno, mi mami había perdido a sus padres, a su hermano mayor, estaba muy triste y decidió ir conmigo y viajar a Italia junto con su amiga.

Mientras vivían en Milán, su madre trabajaba en una tienda de modas para sustentarlas. La señora, por su parte, recibía cartas de familiares en Sudamérica, quienes las animaban a que fueran a Perú.

Mientras tanto, la joven Halina atendía a la escuela en “Sebrino”, una institución para niños judíos refugiados, y sobrevivientes de la guerra. Y un día, lo imposible sucedió.

Un domingo, un sábado no me acuerdo. Pero fue un día en que había una excursión en ómnibus a la ciudad para conocer mejor Milán. Yo estaba entre los niños, que éramos pocos. En un momento dado, el ómnibus paró en un semáforo y yo miré por la ventana y vi a mi papá. Eso fue un milagro.

Salté del ómnibus y le dije que al chófer que vaya nomás, que yo me quedo con mi papá. Fue una alegría muy grande para él, y para mí también.

¿Cómo se explica eso?

¿Qué quieres que te diga? Hay cosas que no podemos explicar. Yo creo que ha sido la voluntad de Dios. Yo no lo busqué. Él no me buscó. Fue un momento de casualidad.

Entonces yo lo llevé al cuarto de Milán en que estábamos viviendo y nos quedamos los tres allí esperando a ver qué se podía hacer.

A él lo habían liberado los soldados norteamericanos cuando terminó la guerra, en ese momento él estaba sin trabajo. Era muy difícil la situación en Italia en ese entonces.

Mi mamá le enseñó todas las cartas que había recibido del hermano de mi papá, hablando de Lima, que era una ciudad muy bonita y que el Perú era un país muy bueno, gente muy buena y todo lo demás.

Así fue como nos quedamos un par de meses, creo que fue en Milán hasta que ellos decidieron hacer un viaje.

Se embarcaron en un nuevo camino, hacia un nuevo continente. Los tres salieron del Puerto de Génova en Italia, un viaje de un mes atravesando el mar antes de llegar a las playas de Rio De Janeiro. Esta no sería la única parada hasta su destino final. Después, llegaron a La Paz y de ahí al sur de Perú, hasta que finalmente llegaron a Lima. Halina tenía 12 años, era el año 1948.

Llegamos en el año 1948 a Lima muy contentos. Primero, porque nos habíamos salvado de los nazis, y después porque mi papá estaba contento de poder estar con otro hermano. Y nos instalamos en Miraflores.

¿En qué momento sintió tranquilidad y supo que su vida iba a mejorar?

Yo creo que ya en Bolivia, o antes en Italia. Italia fue para mí muy agradable, pero cuando ya llegamos a Bolivia fue para mí un poco mejor.

¿Porque estaba muy, muy lejos de Varsovia…?

Sí, para mi mamá era una ciudad que no quería volver a ver. Porque como ya mataron a sus padres y a su hermano, ya no quería ya volver a pisar Varsovia.

Haber llegado a Lima en el año 1948, sanos y salvos nosotros tres fue un milagro también, porque haber salido de ese Holocausto fue realmente un milagro.

Mi vida en Perú fueron los años más felices de mi vida. Conocí a dos amigas mías que son amigas mías hasta el día de hoy. Tenía muchos amigos y amigas, en primer lugar. En segundo lugar, conocí a mi esposo en Lima. Nos enamoramos y nos casamos en el año 59. Él era ingeniero civil. Y tuvimos tres hijas.

¿Piensa, que hay alguna razón especial por la que usted sobrevivió al Holocausto?

Mira, yo pienso que fue mi destino. Mi destino de alguna forma, con la gracia de Dios, fue haber sobrevivido esos años terribles en Varsovia, primero en el gueto, y después haber conocido otros países y haber llegado por fin a este país que me parece realmente que es un país maravilloso. Y hasta el día de hoy yo quiero mucho al Perú. Y me siento muy identificada con este país, mucho más que con Polonia.

¿Usted ha vuelto a Polonia alguna vez?

No, no, no. Nunca quise volver. Yo tengo un problema un poco serio con Polonia. ¿En qué sentido? Mira, yo tengo tres hijas y seis nietos. Yo quería obtener la nacionalidad polaca, y Polonia no me quiso otorgar la nacionalidad.

Ha sido una injusticia muy grande para mí. Yo hablo perfecto en polaco, pero no tengo ni un solo papel porque todo fue quemado en el gueto. Pero en algún momento creo que se van a dar cuenta que todo lo que he contado es la pura verdad, que están cometiendo una gran injusticia conmigo.

¿Por qué es importante que los jóvenes conozcan el Holocausto?

Primeramente, para que nunca más vuelva a ocurrir algo así. Ese fue un genocidio terrible. El Holocausto debe ser un tema que debe estar en las escuelas. Deben conocer lo que pasó y la razón fundamental es para que nunca más vuelva a pasar. Porque murieron seis millones de personas, hombres, mujeres y niños. Esa es la parte importante.

Las Naciones Unidas deberían hacer un esfuerzo para que el Holocausto llegue a todos los jóvenes que no saben, que no conocen lo que pasó. 

Y hemos sobrevivido, yo pienso muchas veces, para contar lo que pasó. Yo he tenido mucha suerte que nunca estuve en un campo de concentración, porque nos escapamos.

Usted participó en un evento conmemorativo del Holocausto de la ONU, ¿cómo se sintió?

Bueno, me sentí muy honrada. Me invitaron y bueno, les conté mi historia, todo lo que me pasó a mí y a mi familia. Yo tengo que contar. Por eso he sobrevivido. Acá estoy contando lo que debo contar.

Producción:  Natalie Hutchison del Programa de Divulgación sobre el Holocausto de las Naciones Unidas.

 

 

 

 

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