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¿Está listo el Estado de asumir el riesgo de la enfermedad y muerte de menores?

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Qué se esperar de las autoridades educativas cuando tenemos a nivel federal a una maestra que, a pesar de ser supuestamente docente, ya quedo muy claro su sumisión a los deseos del presidente para ser una simple mandadera. Y por otro lado en Yucatán, un preparatoriano que nunca ha estado en un salón de clases, que no conoce lo que significa planear, controlar los procesos de conducta o aprendizaje, que nunca ha enfrentado a padres de familia ni resuelto necesidades educativas ante la indiferencia de las autoridades.

Seamos claro, en las manos de los titulares ejecutivos federal y estatales, así como de todas las autoridades educativas, en sus manos está la vida, la integridad y la tranquilidad de un gran sector de la población que interactúa en las escuelas.

Analicemos muy bien lo que está sucediendo:

I. El curso escolar pasado no fue un año perdido. No puede ser cuando se hizo un gran esfuerzo gubernamental que junto con la iniciativa privada generó una cantidad de materiales televisivos de todos y cada uno de los grados de educación básica.

Tampoco cuando muchos maestros trabajaron, inclusive a contraturno, para atender a la distancia las clases virtuales, la revisión de tareas y asesoramiento. Pagando todos ellos con sus propios ingresos el internet o los datos del celular. Algunos que no habían usado las tecnologías, asumieron el reto y poco a poco se fueron compenetrando en ellas para dar las clases y cumplir con el reto.

II. La extinción de la desigualdad es una utopía. No puede desaparecer cuando existen desde brechas salariales o capacidades económicas, como interés y motivación en favor o no de la educación. Así como hay maestros muy malos en las escuelas, también lo existieron en este tiempo de virtualidad, como sucede con padres de familia, desde los que siempre apoyan y a los que no les importa la educación de sus hijos.

Precisamente nuestro artículo 3° Constitucional establece como finalidad de la educación en México la democracia, entendido como un estilo de vida que ofrece la oportunidad de crecimiento y desarrollo para todos. Lo que el curso pasado sucedió, fue una acción democrática, ya que se emplearon diferentes métodos, desde el esfuerzo del gobierno en las tres versiones de aprende en casa como las opciones de cuentas institucionales, el empleo de la G-Suite, las videoconferencias por Zoom o Microsoft Teams, mensajes de WhatsApp y cuadernillos y fotocopias entregadas de manera directa a los padres de familia.

III. La educación misma reconoce la corresponsabilidad de la formación educativa que no es exclusiva de la escuela, sino una tarea conjunta con los padres de familia. Sin embargo, la propia situación del confinamiento demostró que este es un elemento aún muy sensible y del cual se debe concientizar y sensibilizar.

IV. No obstante, de todo este esfuerzo, en estos días los maestros están conociendo una estrategia emitida por una autoridad educativa que se ha reconocido a sí misma como incompetente para emitir protocolos de salud, que no evita la propagación, sino que es muy seguro que la alentará con perjuicio en la integridad física de maestros y alumnos, es decir, los menores de edad que hoy están mas susceptibles de enfermarse o ser agentes de contagio por la cuestión asintomática.

Hay que asumir los riesgos, dice quien ostenta el poder ejecutivo, que supuestamente es un líder de una cuarta transformación que se autocalifica como humanista. ¿Qué significa asumir los riesgos? ¿Qué los padres de familia asuman el dolor y la desesperación de ver a un niño con covid, enfermo, hospitalizado, intubado o en un ataúd?

Dice un maestro, el día 30 de agosto estaré conviviendo forzosamente con alumnos, compañeros de trabajo y padres de familia sin saber quien o no está contagiado. Si tan solo se hicieran pruebas PCR a todos los maestros y alumnos que interactuarán en una escuela, podríamos prevenir mucho más ese riesgo inminente y ser realmente un retorno seguro.

Pero este gobierno se ha negado a las pruebas. “Los muertos, muertos están” es la lógica del Dr. Hugo López-Gatell cuando en cada uno de esos muertos hay una historia de vida de una persona que muy posiblemente no le hubiera gustado morir. También hay un contexto familiar que llora la ausencia de un ser querido, como una sociedad que ha llorado pérdidas muy sensibles de gente valiosa que tenía muchas ganas de vivir y de seguir aportando a la sociedad.

En conclusión, es tiempo de la tormenta perfecta que tiene tintes dramáticos y es una bomba de tiempo para la administración federal y educativa. De una administración de Cuarta Desformación de los postulados humanistas que dice pregonar y no le importa asumir el riesgo de la enfermedad y muerte en menores de edad.

Aunque no se niega la importancia de la educación, es muy claro que no hay condiciones ni operativas ni sanitarias para regresar a clase presencial, por lo menos, en los primeros meses de este curso escolar o de todo el curso escolar.

 

 

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