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¿Estás preparado para administrar los bienes temporales?

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Evangelio según San Marcos 10: 24-32

En aquel tiempo: Los discípulos se asombraron de sus palabras. ―Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! —repitió Jesús—. Le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios. Los discípulos se asombraron aún más, y decían entre sí: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?» ―Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, pero no para Dios; de hecho, para Dios todo es posible. ―¿Qué de nosotros, que lo hemos dejado todo y te hemos seguido? —comenzó a reclamarle Pedro. ―Les aseguro —respondió Jesús— que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna. Pero muchos de los primeros serán últimos, y los últimos, primeros.
Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús se les adelantó. Los discípulos estaban asombrados, y los otros que venían detrás tenían miedo. De nuevo tomó aparte a los doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder.

REFLEXIÓN
Amadísimos hermanos y entrañables amigos:
Según nuestra forma de pensar, cuando escuchamos a Cristo decir: “… para Dios todo es posible”. Esto encierra una gran verdad en un gran misterio. Cuando nos marea tener bienes materiales en gran cantidad, se debe a que NO NOS HEMOS PREPARADO para ser excelentes administradores de los bienes temporales.

Nos hemos contentado con retener lo poco que poseemos, nos hemos empobrecido de tal manera, que hemos llegado a temer perder lo que nos queda. Llegar a este punto tan desesperante, nos condena a vivir un período indefinido DE MISERIA, donde los valores espirituales están totalmente ausentes, donde la paz, la salud, el bienestar son prácticamente inexistentes; donde la fe, la esperanza y el amor, han desaparecido.

En ese lugar, que ha dejado de ser HOGAR, solo la desesperación, la incredulidad y el desamor son los que se han posesionado de quienes allí habitan. Ese lugar no tiene la Luz del Evangelio que ilumina y presagia un renacer de la esperanza. Allí solo hay RELIGIOSIDAD SIN FE.
Cuando Cristo exclamó: “―Hijos, ¡qué difícil es a los ricos entrar en el reino de Dios!, refiriéndose a los que tienen muchas riquezas, lo dijo porque la gran verdad es que SI NO GUARDAMOS ESE EQUILIBRIO del tener sin ser tenidos; del poseer sin ser poseídos; del enriquecernos, pero siempre en la presencia divina y dentro de los parámetros de la justicia, lo más seguro es que las mismas riquezas materiales sin la vida espiritual y los valores que ella encierra, quedaremos fuera del reino de Dios.

Es justo cuando las riquezas dejan de ser un bien y se convierten en una trampa mortal que deshumanizan y nos apartan de la salvación.
P. Cosme Andrade Sánchez+