A mediados de los años ochenta se establece la calidad educativa como una prioridad nacional, donde la evaluación cobra un nuevo sentido en su fundamentación, control y verificación de los resultados para la obtención de la misma.
Sin embargo, es hasta el régimen presidencial de Ernesto Zedillo, antes Secretario de Educación salinista, que en el año de 1994 surge el Programa Nacional de Modernización Educativa de donde se origina el Sistema Nacional de Evaluación Educativa, con el propósito de ser el punto de convergencia de todas las acciones de evaluación que se realicen en el país.
Las líneas de evaluación se delimitaron en cinco aspectos: desempeño escolar, proceso educativo, política educativa, administración educativa e impacto social. Todos éstos en línea con investigación social.
Pero en la educación en México hay dos realidades muy divergentes. Por un lado la educación básica, obligatoria en cuanto derecho fundamental de los mexicanos, y por ello, regulada por el poder público; y por otra parte, la educación universitaria autónoma en cuanto a sus directrices y políticas, aunque dependientes del financiamiento y subsidio gubernamental. La primera encomendada a la Secretaría de Educación Pública su administración, y la segunda, en la necesidad de agruparse y apoyarse en la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Educación Superior.
Para el caso de la educación básica, que al fin y al cabo, es la base de la pirámide educativa, con base en un punto resolutivo del Primer Congreso Nacional Extraordinario del SNTE celebrado en Tepic, Nayarit, en 1990, las autoridades educativas hacen suya la demanda de crear Carrera Magisterial. Definido éste como un sistema escalafonario de promoción horizontal a través de un proceso de concurso.
Los propósitos centrales de Carrera Magisterial se centraban en la mejora de la calidad educativa, y al mismo tiempo, fomentar el arraigo en docentes recibiendo un estímulo académico a cambio de comprobar un compromiso de preparación y desempeño profesional, capacitación, permanencia, entre otros.
Lo que se esperaba con este proceso de evaluación docente era que los resultados permeen en el aula, en el trabajo cotidiano, en el compromiso a la calidad por el docente, siendo beneficiados de manera directa los niños.
Sin embargo, los resultados de las evaluaciones académicas externas a los alumnos se obtienen datos muy por debajo de lo mínimo esperado. Resulta sencillo concluir que los resultados que logran consiguir los docentes en Carrera Magisterial no corresponden a la expectativa de mejora de calidad.
A partir de lo que ha sucedido en Yucatán, donde la disputa entre el sindicato oficial – SNTE – y maestros disidentes por el derecho a cobrar por Carrera Magisterial nos demuestran que el sentido de mejora de calidad de la propuesta ha sido superada por otro interés: como un logro de la lucha sindical que solo le debe pertenecer al SNTE.
¿En dónde quedó el compromiso de elevar la calidad educativa por medio de Carrera Magisterial? ¿En un lucha sindical, que solo politiza y divide, lo que debe más importar en la toma de decisión sobre este asunto?
Situación que considero debe ser considerada para la reflexión y la búsqueda de estrategias que abatan los rezagos y se mejore el proceso enseñanza – aprendizaje. El país requiere de crecimiento y desarrollo… en la educación hay un pilar fundamental para crear los cimientos para ello.
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