Hoy ya se conoce que el presunto secuestrador es un pastor boliviano que por sus creencias e interpretación de cábala tomó, sin armas ni violencia, el avión, según para advertir de un terremoto de grandes proporciones por lo que exhorta a la unión en oración. ¿Qué tan lógica es este situación?
Según las autoridades nunca se comprometió la seguridad de la cabina, que no fue invadida por el secuestrador, que los pasajeros no se enteraron de su condición de rehenes hasta el estacionamiento del avión en una zona de seguridad y ser rodeados por los cuerpos policiacos que acudieron al auxilio.
¿En verdad existió un secuestro?
Si no se comprometió la seguridad de la cabina, ni tampoco se desvió el avión a otra plaza como usualmente lo hacen los secuestradores, precisamente para demostrar el dominio que tienen sobre la aeronave… ¿bajo qué condiciones se dio el secuestro?
A los pasajeros, según está constando en los medios de comunicación que los entrevistan, las autoridades no les tomaron declaración, que permitieron que usaran su celular en medio de la crisis que comprometía la seguridad nacional… por lo que surge la duda ¿bajo que elementos objetivos se va a configurar el delito de ataque a las vías de comunicación o secuestro si a las autoridades ministeriales no les importa tomar la declaración de todos los involucrados?
No ha faltado que en la calle se dieran otras explicaciones a lo que ha sucedido en el Aeropuerto de la Ciudad de México. Si la cábala numérica le dio las razones al presunto secuestrador, no dejemos de relacionar que las noticias deberían de dar una mayor cobertura al paquete económico que gravará de manera más que severa el consumo, que por consecuencia, en lugar de alentar la economía, al final, los pobres serán siendo pobres, o lo peor, más pobres.
¡Es un distractor! – señala un compañero de trabajo – un buen trabajo simulado para que no seamos conscientes de la discusión sobre la economía – remata en su argumentación.
No tengo elementos para pensar o concluir lo anterior. Sin embargo, hay cosas que han quedado al aire que alientan a la duda y las suspicacias. No sería la primera vez, ni la última, que ante una situación política incómoda se creen los distractores.