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Koro Toro, el “Guantánamo chadiano” en pleno desierto del Sáhara

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Yamena, 3 feb (EFE).- En pleno desierto del Sáhara, en el norte de Chad, se erige una prisión de máxima seguridad conocida como el “Guantánamo chadiano” y construida para yihadistas de Boko Haram y grandes criminales, pero que también alberga a presos políticos.

Objeto de numerosas críticas por parte de los defensores de los derechos humanos, la cárcel de Koro Toro es un auténtico presidio situado en un asentamiento de la región de Borkou-Ennedi-Tibesti que, además de ese penal, hospeda un aeropuerto.

Es tan infranqueable, que en Chad se la compara a menudo con la prisión estadounidense de Guantánamo en Cuba, famosa por recluir a acusados de terrorismo.

“En esta prisión no hay viviendas cerca. Es imposible que los presos escapen de esta prisión y salven sus vidas”, cuenta a EFE Josué Alladoum, soldado y antiguo guardia de Koro Toro.

“Nadie ha escapado nunca de esta prisión y ha atravesado a pie todo este desierto. Hay que caminar sobre la arena varios cientos de kilómetros sin beber agua para llegar a una ciudad. Por eso, todos los presos que intentan escapar de esta cárcel mueren en el camino”, asegura Alladoum.

La prisión se encuentra a unos 600 kilómetros al norte de Yamena, la capital y, según las autoridades, la mayoría de los reclusos son miembros del grupo yihadista nigeriano Boko Haram (que opera en Nigeria, Chad, Níger y Camerún) y delincuentes que han cometido crímenes graves.

La cárcel, inaugurada en 2003 y con la que es imposible comunicarse salvo a través de radios de alta frecuencia (HF) militares o teléfonos vía satélite, alberga a unos 700 presos, según declara a EFE el exministro de Justicia y Derechos Humanos Djimet Arabi.

“Es una prisión que se construyó para encerrar a los salteadores de caminos y a los terroristas. Esta es la preocupación que guió al Gobierno para construir esta prisión lejos de la población”, explica Arabi.

PRESOS POLÍTICOS Y MENORES

Sin embargo, desde hace algunos años, este presidio también recibe presos políticos, un hecho que se evidenció tras las manifestaciones del 20 de octubre de 2022, violentamente reprimidas por las fuerzas de seguridad y que causaron la muerte de al menos 50 personas, cerca de 300 heridos y 621 arrestos, según las cifras oficiales.

De esos detenidos, un total de 401 comparecieron acusados de “reunión sin armas y rebelión” ante el Tribunal de Primera Instancia de Yamena en audiencias organizadas entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre desde Koro Toro, donde se encontraban los acusados.

La Justicia chadiana condenó a 262 jóvenes a penas de prisión de dos y tres años y a 80 a penas suspendidas de entre 12 y 24 meses; 59 fueron declarados no culpables y puestos en libertad “por el beneficio de la duda” y 80 menores fueron puestos en libertad provisional aunque “no definitiva”.

La situación ha sido denunciada por varias organizaciones de derechos humanos, como la Asociación para la Reintegración de los Niños y la Defensa de los Derechos Humanos (ARED).

Su coordinador, Madjirangar Alkoua, expone a EFE la gravedad de la situación en relación a estos 80 menores porque su traslado a Koro Toro “no respeta ninguna norma, ninguna ley de la República”.

“La prisión de Koro Toro se construyó para grandes delincuentes, pero estos niños fueron deportados allí sin que se demostrara su culpabilidad. Estos niños están traumatizados, nos contaron que en el trayecto de Yamena a Koro Toro, en un vehículo, habían muerto 19 personas”, agrega Alkoua.

CADENAS, FALTA DE AGUA Y COMIDA

Los jóvenes excarcelados afirman haber sufrido tratos humillantes y degradantes durante su estancia en esta prisión.

“Nos secuestraron y nos torturaron. Nos pusieron en el sitio 1, con los comúnmente conocidos como Boko Haram, y vivíamos como animales”, cuenta a EFE Baissana Wineknga, uno de los jóvenes liberados.

“Sin embargo, nos golpearon cuando fue necesario. Nos insultaron e incluso nos pusieron cadenas en los pies. Lo que me marcó fue la falta de agua y comida”, asegura el joven.

Según los testimonios de numerosos exdetenidos, algunos de ellos habrían muerto durante su detención.

“Pasamos dos días sin comer y sin beber agua. Algunos habían muerto de hambre y sed”, cuenta a EFE Jean, un joven activista de la oposición que también fue liberado.

“A veces -concluye Jean- nos veíamos obligados a beber nuestra propia orina para sobrevivir. Es horrible, estoy traumatizado”.

Blaise Dariustone

 

 

 

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