Hoy cuando la Iglesia Católica se siente preocupada por la falta de fidelidad de muchos católicos hacia los postulados de ella misma, hoy se exhibe de manera burda y falta de respeto a los cánones que ella establece. No estoy en contra de la noticia, de la notas y gráficas testimoniales en las revistas especializadas en el caso, inclusive, de la venta de las exclusividades. Todos tienen el derecho de hacer con su vida lo que quieran.
Pero televisar la boda en vivo es solo preocuparse de las cosas mundanas al ser dos personajes, si bien es conocida solo una en un medio en específico como el artístico, no son significativos ni se pueden considerar modelos de la sociedad mexicana. ¿Cuánto está recibiendo la Iglesia de Monterrey por esa transmisión? ¿Es acaso, como dijera alguna vez un obispo mexicano que es igual como el dinero del narcotráfico que se purifica con las buenas acciones, como la Iglesia justifica el circo que se ha montado en sus instalaciones, en su templo, en un momento de sumamente sagrado para miles de católicos que ven convertida en pantomimia su Iglesia?
Por más que han intentado de crearle una imagen positiva y poner como modelo esta boda, no quita el mal sabor de boca y el cuestionamiento a la integridad que la Iglesia Católica debería mantener, por si misma y por el alto compromiso ético, moral, y sobretodo, religioso, que representa.