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Las siete españolas de Mauthausen, víctimas del terror nazi contra mujeres

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Viena, 31 jul (EFE).- Más de 7.500 republicanos españoles fueron deportados durante la II Guerra Mundial al campo de concentración austríaco de Mauthausen, entre ellos sólo siete mujeres, que también lucharon contra la barbarie nazi en Europa al tiempo que hacían frente a una discriminación exacerbada por su género.

En el transcurso de la guerra (1939-1945), las prisioneras fueron trasladadas desde el campo de mujeres de Ravensbrück (Alemania) hasta el de Mauthausen, situado a unos 160 kilómetros al oeste de Viena.

Unas 190.000 personas, entre ellas unas 8.500 mujeres de decenas de nacionalidades, fueron encarceladas y maltratadas en Mauthausen y en sus subcampos, donde cerca de la mitad murió asesinada.

Las españolas de Mauthausen han sido identificadas como Carmen Zapater, Alfonsina Bueno, Ángela Martínez, Herminia Martorell, Rosita Da Silva, Feliciana Pintos y Carlota García (también conocida como María Dolores García Echevarrieta), detenidas en la Francia ocupada por sus vínculos con la Resistencia.

Aunque la información sobre ellas es poca y dispersa, las últimas investigaciones de Brigitte Halbmayr, socióloga y politóloga del Instituto de Investigación de Conflictos (IKF) de Viena, permite conocer las vivencias que también pudieron sufrir las españolas.

Su capítulo “El camino largo”, escrito junto a la historiadora Helga Amesberger, para el libro “Deportados a Mauthausen” (Editorial Böhlau, 2021) hace una de las primeras aproximaciones a la situación de las prisioneras en este campo.

OLVIDADAS ENTRE LA BUROCRACIA

“La situación de las mujeres en Mauthausen fue extrema, porque este lugar estaba diseñado como un campo de hombres”, explica Halbmayr en declaraciones a Efe en Viena.

Desde hace más de dos décadas, la historiadora investiga la persecución de las mujeres durante el nazismo, un trabajo arduo por no haber suficiente información sobre ellas.

“Muchas de las mujeres, que llegaron tarde al campo y a menudo fueron trasladadas pronto a otro, no fueron registradas. Además, durante décadas nadie se interesó por ellas”, señala la investigadora.

Según los registros del propio memorial de Mauthausen sólo cinco españolas pasaron por el campo, aunque la Amical de Mauthausen (Barcelona) eleva la cifra a siete, al incluir a la vasca Carlota García y la abulense Feliciana Pintos.

Todas las españolas, que llegaron entre 1944 y 1945 a Mauthausen por motivos políticos, sobrevivieron el campo y fueron liberadas por las tropas estadounidenses en mayo de 1945.

RESISTENCIA FEMENINA

Durante los primeros años, este campo de concentración servía como lugar de tránsito o de ejecución para las mujeres, lo que cambió en 1945 cuando las prisioneras fueron también alojadas allí.

Junto con otras deportadas, las españolas organizaron en 1945 el único acto de resistencia en la estación ferroviaria de Amstetten, a unos 35 kilómetros de Mauthausen, bombardeada por los Aliados en los últimos meses de la guerra.

La tarea de las mujeres en ese lugar era limpiar los escombros, un trabajo especialmente peligroso ante los ataques aliados.

“Después de que la estación fuera bombardeada, causando varias muertes, las mujeres se negaron a ser enviadas de nuevo a esta misión suicida”, explica Halbmayr.

Entre las prisioneras había un sentimiento de lucha contra la injusticia pero también una sororidad ante la discriminación que sufrían por el mero hecho de ser mujeres.

“(Las mujeres) dependían de confidentes que conocían de otros lugares de detención, de familiares, de compañeras de la Resistencia francesa o del mismo lugar de origen”, explica la socióloga.

BURDELES EN EL CAMPO

A diferencia de los hombres, muchas mujeres fueron sometidas en Mauthausen no sólo a trabajos forzados sino también a la explotación sexual.

Ya en junio de 1942 se había establecido en el campo principal un primer burdel, seguido por otra instalación similar en el subcampo de Gusen.

“Los burdeles estaban destinados a una pequeña clase de prisioneros privilegiados”, explica Halbmayr.

La mayoría de las mujeres explotadas en los prostíbulos eran de las clases más bajas o ya habían ejercido anteriormente prostitución, aunque otras mujeres fueron obligadas a trabajar allí por motivos políticos.

En cuanto a las españolas de Mauthausen, ni la Amical ni el Memorial tienen constancia de que fuesen forzadas a la prostitución.

La visita a los burdeles era la mayor recompensa para los presos varones y servía como un incentivo para mejorar su rendimiento, sin tener en cuenta a las mujeres afectadas.

“Ni los prisioneros ni las SS (la unidad paramilitar nazi que vigilaba los campos) pensaron en el destino de las mujeres obligadas a realizar trabajos sexuales”, lamenta Halbmayr.

Según Halbmayr, además del hambre, la sobrecarga y las penurias sufridas, las mujeres también fueron víctimas de agresiones sexuales fuera de los burdeles.

A eso se añade el impacto emocional del humillante proceso de admisión al campo, en el que quedaban desnudas ante los hombres, un hecho “impensable para la mayoría de la gente en esa época”, concluye la investigadora.

Marina Sera