Inicio Análisis político Enrique Vidales Ripoll Reflexión sobre la marcha a favor de la familia

Reflexión sobre la marcha a favor de la familia

1299

La democracia se debe construir a partir de darle la oportunidad a todos para el desarrollo óptimo. Es la consideración de los intereses de todos, tanto de las mayorías como de las minorías. Es claro que existen avances en algunas áreas de la vida humana y social. Mismos que deben ser reconocidos y regulados por las normas que buscan mejorar la convivencia social y jurídica entre todos los que conformamos este país.

Sobre el tema de los matrimonios igualitarios debemos decir que el tema es de derechos, tanto de la familia como de las relaciones entre las personas del mismo sexo. En un sentido estrictamente lógico cada fenómeno tiene una esencia y caracterización que nos permite representar e identificar a cada uno. De este modo es claro que existe la familia tradicional que surge del matrimonio que es un contrato civil celebrado ante la autoridad. También existe aquellos que sin llegar al acto del matrimonio deciden vivir juntos y constituir con ello una relación conocida como unión libre y legalmente como concubinato. Basta revisar los derechos y obligaciones de ambos casos para percatarse de que hay coincidencias, pero también, hay diferencias.

Hoy en día no hay ningún instrumento legal internacional que llegue a considerar el matrimonio igualitario como un Derecho Humano. La corte principal de la materia de Estramburgo, en decisión sobre el tema en un caso que se demanda en Francia, es claro al afirmar que determinar la existencia de esta figura jurídica depende de cada país. En otras palabras, es facultad del derecho interno la configuración de un matrimonio igualitario. No constituye algo que se tenga que “reconocer” sino de delimitar por voluntad del legislador.

En la reforma constitucional de Derechos Humanos en México se fundamentó en el principio de progresividad de aquéllos. Si fuese un Derecho Humano no dependería de una decisión política, se tendría simplemente que “reconocer”, no otorgar por el Estado.

Esto nos lleva a establecer que así como la familia es una entidad que nació inicialmente de un estado natural de las cosas y basado en la complementariedad biológica necesaria para conservación de la especie, así otras figuras como el concubinato u otras como la maternidad o paternidad solteras, tienen un marco de referencia en lo que corresponde a los derechos y obligaciones; así también, el reconocimiento de las relaciones homosexuales deben contar con su marco jurídico propio y pertinente.

Esto no es discriminar. Sino otorgar una diferenciación que enaltezca la relación homosexual con los derechos y obligaciones que dignifiquen su propia identificación. La familia debe igualmente contar con todo el reconocimiento de todos los sectores, inclusive el homosexual, para seguir siendo una célula importante y fundamental para la sociedad. Así todos, aceptando las realidades particulares y el respeto a las diferencias puede dar una viabilidad jurídica y socialmente responsable.

El problema es que se ha ido a los extremos. Los que niegan todo reconocimiento de la relación homosexual y se tiende como enfermedad o desviación sexual. Como del otro lado, donde el fundamento es el “todo o nada”, aquel que lleva a la polarización. Ambas posturas que no abonan al entendimiento y el encuentro de la coincidencia. A lo mejor nos falta mucho como sociedad para encontrar en la tolerancia una forma de construir una entidad social más justa e incluyente.