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Se sentará en su trono de gloria

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21 de noviembre de 2020

 

HOMILÍA

DOMINGO ÚLTIMO DEL TIEMPO ORDINARIO

NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

Ciclo A

Ez 34, 11-12. 15-17; 1 Cor 15, 20-26. 28; Mt 25, 31-46.

 

“Se sentará en su trono de gloria” (Mt 25, 31).

 

                In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ k’iinbejsik u Kili’ich u Ajawlil yóok’ol kab Jesucristo, le k’iina tu betaj Papa Pío XI tu ja’abil 1925, u ti’al u k’alik u ja’abil litúrgico. Óolé tu ja’abil 1926, ka’a kaají ch’apachta’al tu láakal le máaxo’ob ku oksa’olko’ob Cristo tu lu’umil México, ya’ab máax kíimo’ob tu k’aaba’ Jesucristo tu’ux ku ya’utiko’ob “Viva Cristo Rey”. Bejla’e’ a k’iinile’ex tu láakal máaxo’ob oksa’olko’ob Cristo mentexé má yuum kine’ex mix ko’olele’ex ku bino’ob tu páach Cristo: jach ki’imak óolal ti’ te’ex.

 

                Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor en este trigésimo cuarto domingo del Tiempo Ordinario, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo.

 

                Esta solemnidad fue establecida por Su Santidad el Papa Pío XI en 1925, para cerrar con broche de oro los domingos del Año Litúrgico, pues está colocada a una semana del inicio del tiempo de Adviento. Al año siguiente de que se estableciera esta solemnidad, se desató la persecución religiosa en México, durante la cual, más allá de la lucha armada de lo cristeros, debemos tener presente a los mártires que optaron por la lucha pacífica y que aceptaron morir por su fe en Jesucristo, y que morían gritando ¡Viva, Cristo rey! Muchos de ellos ya fueron canonizados por la Iglesia, como el jovencito san José Sánchez del Río, y otros más van camino a los altares.

 

                La Iglesia no puede canonizar a los que tomaron las armas como cristeros, pero tampoco los puede condenar, porque algunos eran enlistados sin su consentimiento, otros tantos ingresaron a la lucha siguiendo las convicciones que les dictaba su conciencia, y Dios nos va a juzgar a todos conforme a nuestra conciencia formada responsablemente. Los mártires murieron por amor a Cristo y por amor a la Iglesia. Creo que su recuerdo nos debe cuestionar para pensar: ¿Qué estaría yo dispuesto a hacer por mi fe?, ¿qué tan fuertes son mis convicciones?

 

                Precisamente hoy celebramos el Día del Laico, es decir, del común de los bautizados, quienes, sin ser sacerdotes, ni religiosos, viven su fe en el día a día de sus familias, de sus trabajos o de sus escuelas. El patrono de los laicos en México es precisamente uno de aquellos mártires del tiempo de la persecución, el beato Anacleto González Flores, un abogado que se esforzó por defender la fe por vías legales y también a través de sus artículos periodísticos. Hay algunos laicos sirviendo dentro de la Iglesia en algún ministerio como catequistas o en la liturgia por ejemplo, pero la inmensa mayoría de los laicos está llamada por Dios a servirlo a Él y a su Iglesia con el testimonio de su vida diaria en sus quehaceres ordinarios.

 

                El Salmo que hoy proclamamos es el 22, (que en algunas biblias aparece como el 23), con el cual proclamamos: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. Quizá a la gente de la ciudad no nos diga mucho esta figura del pastor, pero cuando vemos este salmo y otros pasajes de la Escritura, podemos entender que se trata de la descripción gráfica del amor de Dios por nosotros, y de la confianza que podemos tener en ese amor. Decimos al Señor en el salmo: Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término”.

 

                En la primera lectura de la misa de hoy, tenemos un pasaje del profeta Ezequiel, en donde se anuncia que el Mesías llegaría con la actitud de un pastor, el cual viene a congregar sus ovejas dispersas, para apacentarlas, pero también viene a hacerlas reposar, para alimentar a las desnutridas, buscar a la descarriada y curar a las heridas. Para entender bien la imagen del Mesías Rey, hemos de tomar en cuenta que es además pastor de su pueblo. Un buen gobernante nunca debe fomentar la desunión y el enfrentamiento entre los suyos, y ha de preocuparse por quienes tienen necesidad de alimento y de salud.

 

                En estos dos mil años de historia de la Iglesia encontramos a varios santos canonizados que fueron reyes, como san Luis, Rey de Francia, san Esteban, Rey de Hungría, san Enrique, Emperador de Alemania, los cuales siempre fueron devotos cristianos y hombres que amaron a su pueblo, especialmente a los más pobres. No es imposible que hoy un gobernante se santifique cumpliendo su misión. Oremos por la santidad de nuestros gobernantes, para que ninguno de ellos oculte vergonzosamente la fe de la que debería estar siempre orgulloso; y para que todos nosotros, en cualquier oficio y clase de vida, nunca nos avergoncemos de nuestra fe.

 

                El pasaje habla también del juicio que el Mesías-Pastor hará entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos. También nuestras autoridades civiles del Poder Judicial tienen el deber de juzgar a quien haya traspasado la ley. El santo evangelio de hoy, según san Mateo, nos presenta al Rey y Pastor de las ovejas haciendo el juicio final, al que todos seremos sometidos. Primero a los de su derecha los invitará a pasar a gozar de su Reino, porque ellos le dieron de comer, cuando tuvo hambre; de beber, cuando tuvo sed; lo hospedaron, cuando era migrante; le dieron con qué vestirse, cuando le vieron desnudo; lo visitaron, cuando estuvo enfermo; y lo fueron a ver, cuando estuvo en la cárcel. Para sorpresa de todos ellos, el Rey y Pastor que los juzga, se identifica con todas las personas necesitadas que ellos atendieron.

 

                Fijémonos bien que Jesús en esta parábola no habla de creyentes o no creyentes, de cristianos o no cristianos, sino de los que practicaron el amor al prójimo. Pues si ya sabemos de qué se va a tratar el examen final, sirvamos a Cristo en la persona de nuestros hermanos necesitados. Todas nuestras oraciones y devociones no nos van a servir de nada si no van acompañadas de las obras de misericordia. Por eso nos decía el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada mundial de los pobres que: “La oración a Dios y la solidaridad con los pobres y los que sufren son inseparables. Para celebrar un culto que sea agradable al Señor, es necesario reconocer que toda persona, incluso la más indigente y despreciada, lleva impresa en sí la imagen de Dios”.

 

                Ya vimos cómo en la parábola el Rey y Pastor no permitió a los de su izquierda pasar a tomar posesión de su Reino, porque ellos no lo atendieron en la persona de los necesitados. He escuchado a gente que dice que no puede existir el infierno, que Dios no va a condenar a nadie. Pero con este pasaje del Evangelio y con otros más nos damos cuenta de que nadie pasará gratuitamente al Reino de los cielos, pues esa entrada se gana con las obras de amor al prójimo. ¿Qué es entonces el infierno? Pues no es otra cosa que la eternidad sin Dios.

 

                La segunda lectura, tomada de la Primera Carta de san Pablo a los Corintios nos habla del final de los tiempos, cuando Cristo entregará el Reino a su Padre. Dice: “Enseguida será la consumación, cuando, después de haber aniquilado todos los poderes del mal, Cristo entregue el Reino a su Padre. Porque él tiene que reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos sus enemigos. El último de los enemigos en ser aniquilado será la muerte” (1 Cor 15, 24-26)

 

                Gracias a todas las personas que han colaborado, así como a las que todavía van a colaborar con el “Colectón” de nuestra Arquidiócesis. Que reine desde hoy Cristo en nuestros corazones moviéndonos a la solidaridad para con todos los necesitados. ¡Y que viva Cristo Rey!

 

                Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

 

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán