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¿Señor, ¿a quién iremos?”

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HOMILÍA

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo B

Jos 24, 1-2. 15-17. 18; Ef 5, 21-32; Jn 6, 55. 60-69.

 

“¿Señor, ¿a quién iremos?” (Jn 6, 68).

 

                In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ Kili’ich Pablo ku ya’alik to’on ka’a kuxlako’on yéetel ki’imak óolal ichil láaktsilo’ob. Te Yáax Xookil Josué ku ya’alik to’on Leti’ yéetel u láaktsilo’obe yaan u meyajo’ob yéetel Yuumtsil, ku k’áatiko’ob máax je’e u táakskuba’ yeetelo’obe’. Te’ Ma’alob Péektsil Kili’ich Juan, le múuch’ máako’ob ku p’ato’ob Jesús, chen Pedro yéetel tu láakal aj kanbalo’obe ku oksaj óolko’ob u almaj T’aan Jesús tu’ux ku ya’alik ti’obe u ts’aik u bak’el u jaanto’ob yéetel u k’i’ik’el u yuk’o’ob.

 

 

                Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este domingo XXI del Tiempo Ordinario.

 

                En la segunda lectura, tomada de la Carta de san Pablo a los Efesios, el apóstol defiende la institución matrimonial con las mismas palabras del libro del Génesis (2, 24), que utilizó el mismo Cristo en el evangelio de san Mateo para defender el matrimonio, las cuales dicen: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (Mt 19, 15).

 

                Incluso antes de estas palabras, el Apóstol habla de la relación entre los esposos en unos términos que seguramente muchos no aceptarían hoy, especialmente los del movimiento feminista, pues san Pablo dice que la mujer debe respetar a su marido; pero consideremos por una parte que la Palabra de Dios no podemos cambiarla, y por otra parte, que el tiempo y la cultura en la que san Pablo escribió su carta eran de un absoluto machismo, sobre todo entre los judíos.

 

                Se supone que en nuestro tiempo las cosas han cambiado mucho y que vivimos en una cultura de igualdad entre hombre y mujer, lo cual dista mucho de ser cierto. Todavía hay mujeres que son educadas para servir al hombre, desde el servicio a sus hermanos hasta el de sus esposos. La verdad es que muchas mujeres todavía son maltratadas por sus esposos; aún hay muchos hombres en todas las clases sociales, que creen que tienen derecho de oprimir a su mujer a su antojo. Estas actitudes del varón suelen provenir, más que de su educación, de sus propios complejos, por lo que, sólo demostrando prepotencia y violencia contra su mujer, se sobrepone a las humillaciones que aguanta por todos lados, especialmente en su trabajo.

 

                La cultura antigua, el machismo de hoy y las nuevas costumbres que buscan la igualdad entre el hombre y la mujer, requieren de la luz del misterio cristiano para poder vivirse con otro espíritu muy diverso. San Pablo les decía: “Respétense unos a otros por reverencia a Cristo: que las mujeres respeten a sus maridos como si se tratara del Señor, […] como la Iglesia es dócil a Cristo, así las mujeres sean dóciles a sus maridos en todo” (Ef 5, 21-24). Si pareciera que es mucho lo que el Apóstol pide a las mujeres cristianas, no es nada comparado con lo que pide a los esposos cristianos: “Maridos, amen a sus esposas, como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella, para santificarla” (Ef 5, 25-26).

 

                La igualdad entre los esposos cristianos hoy en día, supone un diálogo de calidad entre ellos en el que se comuniquen todo con mucho respeto, haciendo a un lado la intención de convencer y de prevalecer sobre el otro, sobre todo tratando de conocer y valorar los sentimientos que están afectando a su cónyuge. Así es que no se trata de inteligencia y argumentos para convencer y vencer, sino de amor, sensibilidad y la intención de llegar juntos a la verdad que les conviene a ambos junto con sus hijos.

               

                Se trata de una experiencia de fe que los haga poner a Cristo en medio de ellos, pues su matrimonio no es de dos, sino de tres, ya que se unieron por Cristo, con él y en él. Para dialogar a diario, sobre todo cuando haya que tomar decisiones importantes, tómense de las manos, inicien con una oración y terminen también con una oración. Verán que todo cambia. El machismo sin Cristo es un infierno en el hogar; al igual que el pensamiento moderno de igualdad, sin Cristo, se torna en un combate continuo que termina por quebrar la unidad matrimonial y familiar.

 

                El cristianismo supone un verdadero radicalismo, para estar con Dios o para estar contra Él; pues como dice el libro del Apocalipsis, a los tibios los vomita el Señor (cfr. Ap 3, 15-19). En la primera lectura de este domingo, tomada del libro de Josué, este guía de Israel pone las dos alternativas a todo el pueblo, para que, si no quieren servir al Señor, manifiesten con quién quieren estar, si con los dioses que sirvieron sus antepasados o con los dioses a los que sirven los amorreos. Ante esto Josué dijo: “En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor” (Jos 24, 15). Qué dolor tienen hoy en día muchos padres de familia que no pueden decir lo mismo, pues ven a sus hijos alejarse de su fe y de sus valores. Tengan paciencia y tarde que temprano verán volver a sus hijos a la fe en la que los educaron, cuando ellos tengan experiencia personal de Dios.

 

                Hoy concluye la lectura del capítulo 6 del evangelio de san Juan que hemos venido siguiendo durante algunos domingos. Ahora vemos cómo aquellos que en la multitud antes querían hacerlo rey, ahora ante la promesa de Jesús de darles a comer su carne y a beber su sangre, se echan para atrás y ya no lo siguen. Dentro de aquella multitud había también algunos discípulos de Jesús, que desde entonces dejaron de seguirlo, y Jesús no trata de detener a nadie, pues quien lo siga debe confiar plenamente en él.

               

                Más aún, cuando se queda solo con los doce, los reta también a ellos diciéndoles: “¿También ustedes quieren dejarme?”, como si les dijera que no va a cambiar la doctrina que les acababa de exponer. Pedro, en nombre de sus compañeros responde: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios” (Jn 6, 68-69). Es una respuesta de verdadera fe, una respuesta valiente y contundente, de quienes han seguido a Jesús y están decididos a seguirlo siempre.

 

                Ojalá que nuestra respuesta personal y familiar sea igual de fuerte y contundente. Como los niños pequeños que no entienden a sus papás, pero confiando en ellos se comen lo que les dan y tomados de sus manos nunca se sienten perdidos. No andemos con medias tazas, ni seamos como aquellos esnobistas que andan probando aquí y allá a ver qué encuentran. Más bien fortalezcamos nuestra fe mediante la oración, la frecuencia a los sacramentos, la lectura de la palabra de Dios, el estudio de nuestro catecismo y la asistencia a los grupos de Iglesia donde podemos perseverar y crecer en nuestra fe.

 

                En días recientes, el Papa Francisco envió un mensaje, junto con varios obispos y cardenales de Latinoamérica, motivándonos a todos para acudir a la vacunación en este tiempo de la tercera ola del COVID-19. Dice el Papa que: “vacunarse es un acto de amor”. Cfr. Mensaje:

www.vatican.va/content/francesco/es/events/event.dir.html/content/vaticanevents/es/2021/8/18/videomessaggio-vaccinazione.html

 

                Gracias a Dios, el huracán Grace pasó por nuestra tierra sin dejar grandes daños. Sin embargo, nuestros hermanos de Haití están sufriendo a causa del terremoto del pasado sábado 14 de agosto, que al presente ha dejado más de dos mil muertos y diez mil heridos, más todos los desparecidos, junto con el hambre y la necesidad generalizada en toda la población. Se espera nuestra disponibilidad cristiana para nuevos actos de amor en dos líneas en favor de ellos: la oración y la ayuda monetaria.

 

                Los obispos de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) y un servidor desde la Cáritas Mexicana, hemos enviado un mensaje con motivo del terremoto de Haití. Después de decir que nos unimos en la oración, también decimos: “Ante esta situación, rogamos sumarse, con gesto misericordioso, espíritu generoso y fraterna caridad, a la colecta especial a favor de nuestros hermanos de Haití, para socorrerlos y acompañarlos ahora y en las siguientes fases de rehabilitación y reconstrucción. La mejor forma de acercar nuestra ayuda es a través del recurso económico que facilita y reactiva la economía local”. Cfr. Mensaje:

www.cem.org.mx/Slider/817-Llamado-a-la-solidaridad-con-Hait%C3%AD.html

 

                En la página de la Arquidiócesis de Yucatán podrán encontrar los datos de la cuenta de la Caritas Mexicana, para ayudar a nuestros hermanos de Haití.

 

                Que tengan una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

Cáritas Mexicana IAP

Banco: BBVA/Bancomer

Cuenta: 0123456781

Clabe interbancaria: 012 180 00123456781 5

 

Para que le sea extendido su recibo deducible es importante que informen que su depósito es para apoyo de HAITÍ, anexen sus datos fiscales y envíen la imagen de su ficha de depósito a los correos: [email protected]

[email protected]

Tel: (55) 5563 6543/5563 1604

 

 

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán