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Si el PRI no se comporta como oposición, ¿entonces qué es, o para qué sirve?

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¿Si no se comporta como oposición, entonces qué es el PRI?.

Fue el partido en el poder, el partido oficial. Fue el referente de la política nacional, fue la cuna de grandes políticos, cuando los hubo. Fue el partido que enarbolaba las causas de la población, fue el que aglutinaba a las masas, tenía respuesta para los campesinos, para las amas de casa, para los empresarios, para los jóvenes, para los jubilados y pensionados. El PRI fue el partido más poderoso de México.

Poderoso por su estructura, por sus ideales, por sus operadores, por sus métodos, fue el partido más poderoso del México antiguo. Hoy es un remedo. Se supone que es oposición, pero no se parece en nada a uno en franca oposición. Más bien se comporta, como la tercera fuerza en México, sin ideas propias, sin propuestas viables, sin autoridad moral, sin ascendencia, sin influencia, sin poder de movilización.

El PRI está convertido en una suerte de pena ajena. En el Congreso de la Unión es tapadera de Morena. Su postura es la de un aliado sin precio. Sus legisladores, salvo honrosas excepciones, se comportan como “borregos” de la 4T. No funcionan para lo que fueron electos, sino para lo que le sirva a los intereses de supervivencia. El tricolor está sumergido en la mediocridad pura.

Su dirigencia nacional se encuentra sumida en el cuestionamiento, toda vez que la Fiscalía General de la República tiene en la mira al dirigente Alejandro “Alito” Moreno, por el asunto de su riqueza inexplicable. Con eso, Morena tiene asegurado el voto incondicional e irrestricto del PRI tanto en la Cámara Baja como en la Alta.

Todo lo que al Presidente AMLO se le antoje enviar que sea de carácter trascendente, el PRI lo apoyará sin contratiempos ni exabruptos. Porque se dicen ser “una oposición responsable”. Y es que, eso significa postración, a cambio de que no caminen los expedientes abiertos por diversas investigaciones a cargo de la FGR contra diferentes “liderazgos” y personajes del PRI, que tienen o tenían gran influencia sobre la política en el país y dentro del partido.

El PRI de hoy da “pena ajena”. Verlos suplicar que los atienda AMLO es patético, deprimente por demás. Ver al dirigente de Yucatán, Francisco “Pumba” Torres Rivas suplicar al mandatario mexicano por unos segundos de su atención es de risa. En Yucatán hasta se andan peleando entre sí, a grado tal, que se quejan que la dirigencia “se ahoga” en alcohol y que es una “torre de babel”, donde nadie sabe nada de nada.

El Presidente AMLO ni se preocupa por lo que piense el PRI como fracción parlamentaria. Sabe que los tiene “amagados”. Por los gobernadores menos, pues con eso de que no les suelta recursos o se los suelta cuando quiere, los tiene a sus órdenes a la hora que se le antoje.

¿Y quién del PRI se rebela?. En lo oscurito, todos, de forma libre y abierta, nadie. Se siguen comportando como borregos, siendo águilas. No hay mucho por hacer. El PRI aún paga su gran error, al gobernar con Peña Nieto de la forma más corrupta que se pudo haber imaginado el más malvado de los mexicanos. Nadie olvida su nefasto gobierno, ni olvida a los grandes saqueadores, así como a los políticos que permitieron ese daño al país. Entonces, ¿si el PRI no es oposición, entonces qué es?.